2.2.06
Mario Levrero: dejen todo en sus manos
Esto me sucedió hace ya dos años, si no más. Una referencia breve y no excesivamente entusiasta en el último tomo de la Historia de la literatura hispanoamericana, de José Miguel Oviedo, me condujo a la biblioteca de Cornell en busca de algún libro de Mario Levrero.
Levrero, a decir de Oviedo, era un escritor de culto en su país, Uruguay. Intuí que sería uno de esos narradores extraños, inclasificables, o que sólo valía clasificar entre los inclasificables, y que surgían con alguna regularidad en el Río de la Plata: Roberto Arlt, Felisberto Hernández, Macedonio Fernández, Armonía Somers, Osvaldo Lamborghini, César Aira. Si había uno más, habría que leerlo.
En las siguientes tres semanas, leí, absolutamente fascinado, varios libros de cuentos de Levrero: Aguas salobres, Carros de fuego, La caza de conejos, Los muertos (sobre la cual, según sé, Guillermo Casanova hizo una película, en Uruguay) y El portero y el otro. Son colecciones irregulares, rugosas e inesperadas, por las que uno transita a veces con hastío, perdonándole al autor su insensatez y sus juegos, demasiado personales, pero con el convencimiento, nunca traicionado, de que tarde o temprano aparecerán un relato o dos que habrán de justificar toda la aventura. Y luego, cuando uno relee esos cuentos, habiendo aprendido ya las claves del mundo de Levrero, descubre que el pedregal todo era también un tesoro.
Leí luego las novelas. Hay una trilogía de Levrero que debe contarse entre los proyectos narrativos más originales de la narrativa latinoamericana contemporánea. Original pese a delatar, e incluso, a veces, anunciar con bombos y platillos, su aprendizaje de narradores como Borges, Kafka, Walser o Lagerkvist. La trilogía está compuesta por El lugar, La ciudad y París, y esos relatos --laberínticos y plagados de claves que no están hechas para ser resueltas, y guiños a referencias que siempre se esfuman en el aire antes de ser descifradas-- son, a mi juicio, sus mejores obras.
También leí en esas semanas las nouvelles de Levrero: pequeños delirios esquizofrénicos que reúnen influencias de mil lenguajes distintos: el del cómic (Levrero fue también guionista de cómics para la revista Fierro), el de la pulp fiction, la novela de detectives, el cine porno, el dibujo animado infantil. En ese rubro hecho de todos los rubros marginales, sus libros más recomendables son Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo, cuyo detective, tomado de los folletines americanos, y su sidekick de bolsillo (literalmente), resultan inolvidables, y la estupenda Dejen todo en mis manos, acerca de un novelista pésimo que acepta un encargo peculiar: su editor ha recibido el manuscrito anónimo de una novela genial, y le ofrece al tipo publicar su libro mediocre si el sujeto es capaz de descubrir el paradero del autor anónimo.
Al cabo de esas intensas tres semanas, Levrero era parte de mi familia: sentía conocerlo, de hecho, mejor que a mucha gente cercana. Pensé en hacerle una entrevista, que luego publicaría en Quehacer o en El Dominical o en alguna revista de otro país, o que quizás guardaría en mi escritorio; total, lo que yo quería era conversar un rato con él. A través de una página de Internet, descubrí su correo electrónico. Le escribí. Al día siguiente recibí una respuesta de la escritora mexicana Carmen Simón, su gran amiga. Carmen, en ese email, me contaba que en las últimas tres semanas Levrero había entrado en una enfermedad, súbita, que había acabado por matarlo. Recuerdo haberle contado esto a mi enamorada esa misma noche, y recuerdo que ella entendió que la noticia era realmente triste para mí.
Dos años después, un demoniaco Iván Thays tuvo la feliz idea de acusarme de la muerte del escritor: esas tres semanas de lectura frenética, en las que yo había devorado toda su obra, lo habían ido desintegrando, carcomiendo, acabando con Levrero. Ahora, según me entero, ha llegado ya a Lima, y también a la biblioteca de Bowdoin College, a diez minutos de mi casa a través del campus, el único libro de Levrero que no he leído, su obra póstuma, La novela luminosa, que tal vez no llegara a corregir por mi culpa, y que Iván está leyendo ya, como para evitar que Levrero se levante de su tumba. Yo también voy a leer La novela luminosa, aunque mi objetivo, claro, sea el opuesto: resucitar a Levrero, aunque sea por unos días.
Imagen: Levrero y la piedra de la locura ajena. En los últimos meses, mi insistencia le ha ganado a Levrero nuevos lectores: Edmundo Paz Soldán, Pedro Pérez del Solar, Peter Elmore. Fotomontaje: gfp.
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12 comentarios:
Lamento decirle a los lectores de tu blog, Gustavo, que LA NOVELA LUMINOSA no se encuentra en Lima, la obtuve como préstamo de la librera de El Virrey que la consiguió en Uruguay. Por otra parte, cuando fui a México por la FIL me di con la sorpresa que Mario Bellatin también estaba leyendo a Levrero. El tenía LA NOVELA LUMINOSA y me dijo que la había conseguido en Uruguay, que en Argentina misma era imposible conseguirla...
Saludos
IVAN
Me salgo un poquito del tema , pero éste blog ha sido considerado en una selección de bitácoras en: http://www.literaturas.com, navegando por allí me di con la sorpresa. Felicitaciones. Tampoco yo lo estoy haciendo mal.
El lugar exacto es: http://www.literaturas.com/v010/sec0602/blogs/blogs.htm
Una selección de Bitácoras : 11 jugadores de primera categoría
Blogs con Literaturas. Se renueva cada mes. Febrero 2006
1.- http://espartakocc.blogspot.com/
2.- http://fernando-baez.blogspot.com/
3.- www.prosaprosae.blogspot.com
4.- http://www.comunicacion-cultural.com/
5.- http://www.elmundo.es/elmundo/escorpion.html
6.- http://agreda.blogspot.com/
7.- http://trapoviejo.blogspot.com/
8.- http://www.riofugitivo.blogspot.com/
9.- http://puenteareo1.blogspot.com/
10.- http://laspeliculasdemivida.blogspot.com/
11.- http://archivosdegira.blogspot.com/1999/10/entrevistas-lou-reed-x-paul-auster.html
Literaturas.com
exactamente así:
http://www.literaturas.com/v010/sec0602/blogs/blogs.htm
Disculpen si también me salgo del tema, pero lo haré por "Espartako", a quien sugiero dejar el oportunismo pesado y comentar sobre algo que venga al tema. Si no, para qué.
Espero haber hablado por todos. Gustavo, ¿para cuándo el post sobre bloggers egomaníacos?
La primera vez que leí sobre Mario Levrero fue la vez que, buscando algunas letras de canciones y cuentos de Leo Maslíah (ese otro tremendo músico, humorista y escritor uruguayo; muy recomendable), encontré una entrevista perpetrada por Levrero a Maslíah que les recomiendo:
http://prairial.free.fr/masliah/masliah.php?lien=levmasesp
Sin embargo, desde esa fecha, no he podido encontrar nada de Levrero ni en librerías ni en la Biblioteca de la PUCP. En fin, ya llegará. Saludos,
Ricardo
¿Oportunismo? Digo una noticia y ya soy oportunista. Tampoco suelo debatir aquí. Es más no me gusta debatir. Para otros será eso. Puedo jugar al ególatra, pero en el fondo no lo soy, aunque tampoco soy humilde...En fin. Les dejo con su debate, que para ustedes es lo más interesante.
hablando de uruguayos insulares (de levrero sé pero muy poco, así que mejor me quedo callado), dani umpi es un tipo en la encrucijada que comunica las artes plásticas, la performance, la música pop y la literatura. el tipo va por su segundo disco (en el primero tiene versiones delirantes de camilo sesto y josé josé), cuentos, novela, conciertos y exposiciones varias en el circuito buenos aires - montevideo. abiertamente gay y provocador, el tipo vale la pena.
un perfil autobiográfico de umpi (en inglés):
http://canecalon.com/canecalon06/perfilen.htm
y me voy a la biblioteca a buscar a levrero. chau.
Perro, si vas a echarte a leer a Levrero como proyecto de largo plazo, lee El lugar, La ciudad y París, en ese orden. Si vas a elegir sólo una cosa, entonces lee París, de hecho.
Acabo de recordar -con ayuda de las contratapas- haber leído algunos pequeños cuentos de Levrero en un libro llamado "La máquina de pensar en Gladys", de 1970. Qué título genial. Y ya me embarco en "París" (aquí tienen "La ciudad" pero no tienen "El lugar", y no quiero esperar).
Hugo Achúgar, uruguayo, me dijo una vez que ese título, "La máquina de pensar en Gladys" le parecía sencillamente espectacular. Ese es también el primer título que menciona Oviedo en su breve párrafo sobre Levrero en la Historia de la literatura hispanoamericana, y fue el primer libro de Levrero que leí.
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