28.3.06
Los sabios idiotas no existen
Inocentemente, cuando vine a Estados Unidos, seis años atrás, pensé que un grupo humano al que le perdería la huella para siempre sería el conformado por quienes dicen admirar a Mario Vargas Llosa como novelista, pero detestarlo, desestimarlo o, al menos, no tragarlo demasiado, por sus ideas políticas.
Reconozco mi error: ese grupo humano es tan grande en la academia americana que parece casi omnipresente, y sobrepasa largamente a su homólogo peruano. En Estados Unidos, también, y específicamente en un mundo académico mayoritariamente izquierdista (hablo del noreste, que es mi parcela de ese mundo), Vargas Llosa es visto como un gran narrador incapaz de pensar con claridad.
Es curioso: muchos de quienes dicen eso son profesores de literatura que han dedicado una vida entera a desmontar el mito de un Cervantes ignaro y tontón, dueño de la sola habilidad instintiva de contar buenas historias. Los mismos que se ríen de la descabellada especie (casi una leyenda urbana), según la cual Shakespeare era un gran autor pero también un sujeto opaco y sin nada interesante que decir. Los mismos que demuestran, lápiz en mano, que García Márquez está lejos de la imagen de decidor intuitivo pero incapaz de elaborar un concepto abstracto que, sin embargo, el mito popular le ha conferido.
Cervantes, Shakespeare, García Márquez, Vargas Llosa. Ninguno habría sido capaz de construir las obras monumentales e imperecederas que nos han dado si hubieran sido individuos negados al pensamiento abstracto e inhábiles al momento de comprender el mundo en torno de ellos.
Pero, claro, es más fácil para un lector derechista y burgués, o un conservador, hacerse la idea de que Cien años de soledad fue escrita por un colombiano en trance y que su autor hipnótico nada tiene que ver con ese otro García Márquez amigo de Fidel Castro, que suponer que la novela se relacione en algo con el socialismo utópico de su autor.
Y es más fácil para un lector de izquierda, socialista o al menos progresista, imaginar que La guerra del fin del mundo o La fiesta del chivo han brotado de la mano mágica de un viejo chamán arequipeño, inconsciente de su propio poder autorial, que aceptar que el liberalismo de su autor sea una de las bases inequívocas que sustentan la coherencia y la moral de esas narraciones.
Sin el mito del escritor talentoso pero políticamente idiota, los lectores derechistas de García Márquez tendrían que reconocer que mucho de razón hay en los discursos de la izquierda latinoamericana que retratan las enajenaciones del progreso en el "tercer mundo"; y sin ese mismo mito, los lectores izquierdistas de Vargas Llosa tendrían que aceptar que pocas ideologías se entregan al rescate de la dignidad individual de modo tan poderoso como el viejo discurso liberal, y que esa imaginación liberal es la base simultánea para las propuestas políticas de Vargas Llosa el articulista odiado y Vargas Llosa el novelista querido.
Peor todavía: si nos desprendemos del mito del narrador divino / político estólido, todos tendríamos que reconocer, demasiadas veces quizá, que pensamos o sentimos como nuestros rivales, y que alguna inteligencia hay, o mucha, en ser distintos de nosotros mismos.
Por eso, por ser tan radicalmente distinto de casi cualquiera, y por serlo íntegramente, que exista un Mario Vargas Llosa en nuestras vidas, como personas, como lectores, y también como peruanos, es una rara y renovada alegría, y una ventana permanentemente abierta al reto de la confrontación intelectual. Vargas Llosa cumple ahora setenta años de ser diferente, y creo, en verdad, que amigos y rivales deberían celebrarlo por igual. Feliz cumpleaños.
Fotomontaje: gfp.
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3 comentarios:
En una entrevista del 05/03/06 en el suplemento dominical de un periódico catalán llamado precisamente El Periódico, Vargas Llosa habla sobre ser un escritor de derechas, al final de la entrevista, y traduzco del catalán (que el mio aun no es tan bueno asi que pido perdon por lo errores):
P:Como se ha visto a lo largo de esta entrevista, usted no tiene ningún complejo a la hora de definirse idelologicamente. ¿Cree que su faceta política ha perjudicado su prestigio como escritor?
VLL: Es muy difícil de responder. Existe la idea preconcebida que un escritor tiene que ser de izquierdas. Yo tengo posiciones coincidentes con la izquierda -estoy a favor de una sociedad laica-, pero en otras me aparto. Por ejemplo estoy a favor de la globalización. Delante de una visión estereotipada, creo que la integración de la economías está favoreciendo a los países pobres.
Coincido con Vargas Llosa, sobre todo porque a veces parece que no se le puede hacer ninguna crítica a la izquierda, pues ya inmediatamente pasas a ser casi un fascista.
Y coincido con usted, ya que Vargas Llosa curiosamente (y aunque no lo parezca) no se conviene con el prototipo de escritor actual, prototipo que sinceramente me resulta poco interesante.
Yo soy de esas personas, Gustavo, aunque no soy norteamericana, pero sí americana, de México. Me gusta como escribe VLL, por supuesto, pero me desagradan, y mucho, sus ideas políticas. Jamás lo vería como un buen narrador incapaz de pensar con claridad, al contrario, creo que piensa con demasiada claridad y tiene totalmente claro, politicamente hablando, lo que desea, porque lo desea y hacia adonde va. Radicalmente distinto de casi cualquiera, sobre todo escritor, eso es verdad, de acuerdo contigo.
Tu texto tiene mucha razón en muchas cosas. No había pensado en algo en especial: VLL no escribiría como escribe si su pensamiento fuera distinto. Aunque no me guste. Creo que es un prejuicio muy tonto el que tengo, pero cuando lo leo no puedo abstraerme de recordar su apoyo a la guerra de Irak, por ejemplo. Y jamás se me puede olvidar, tampoco, cuando contó aquella anécdota del radio que le robaron en Perú cuando llegó a Lima en su último modelo y dijo: "bueno, me compro otro". Repito, es un prejuicio tonto.
Lo que si me da mucho gusto es que celebre sus 70 años, y deseo que celebre muchos más.
Amigo, si es que toda la política es idiota...
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