22.6.06

¿Abril azul y la hora roja?

En Domingo de La República, el pasado fin de semana, apareció un artículo de Pepi Patrón, profesora de filosofía de la Universidad Católica y ex presidenta de Transparencia, referido a las novelas La hora azul, de Alonso Cueto, y Abril rojo, de Santiago Roncagliolo. O referido, más bien, a la experiencia que había significado para ella enfrentarse a ambos libros.

Patrón anuncia que la suya no es una crítica literaria, sino un testimonio de su lectura. Diré una cosa más: la suya no sólo no es una lectura crítica, sino que es una lectura acrítica. Es decir, una en la que nada es contrastado, nada es interpretado y sobre nada se reflexiona.


Parece un ejemplo de lectura inconducente: Pepi Patrón lee dos libros ideológicamente distintos (el de Cueto ve el fenómeno de la violencia como suceso en la historia, el otro como misterio inexplicable), estéticamente divergentes (el primero es instrospectivo y derivativo, guiado por ideas; el segundo se centra en lo argumental y casi se reduce a la construcción de un enigma); genéricamente alejados el uno del otro (el primero hace variaciones sobre el melodrama, el segundo sobre la novela negra), y, sin embargo, todo lo que Patrón tiene que decir sobre ellos es idéntico en todos los puntos: que "la lectura ha implicado confrontar la importancia de mirar de frente aquello que todos vivimos y padecimos en la guerra".

Está claro que ese es uno de los temas centrales de la novela de Cueto: la necesidad de confrontación con el pasado, el descubrimiento del lugar de uno en la genealogía del horror. Pero, ¿cómo es que se puede decir eso mismo sobre la novela de Roncagliolo, sobre todo teniendo en cuenta su propio desenlace, en el que toda relación, directa o aunque sea paradójica con entre el crimen y el fenómeno de la violencia social parece eludirse a propósito?

Es más: dado que tanta gente insiste en que la novela de Roncagliolo dice algo sobre la violencia política en el Perú: ¿no sería hora de que alguien señalara qué es ese algo?

El artículo de Patrón parece plantearse ese objetivo, pero de manera tangencial y caprichosa: atribuyendo a la novela de Roncagliolo los temas e ideas de la novela de Cueto, lo que, al final, ilumina por contraste las carencias de Abril rojo.

Pero hay algo más: en un movimiento injustificado la comentarista se refiere a ambos libros, citando a Hegel, como "novelas que nos narran (...), a nosotros los peruanos", y con ello pasa por alto y diluye dentro de una nebulosa idea de peruanidad, precisamente, ese precipicio de diferencias sociales, étnicas, culturales, etc., que el libro de Cueto se esmera en señalar, y a las que incluso el de Roncagliolo apunta: que "los peruanos" es un concepto demasiado abstracto, demasiado volátil, demasiado insuficiente; que el asunto no es aprender a mirarnos a nosotros mismos, sino aprender a mirar a los demás, a los otros, incluso a esos otros que a veces, abusivamente, queremos imaginar como atravesados por los mismos problemas que nos atraviesan a nosotros.

1 comentario:

Tanque de Casma dijo...

Astrid
Creo que lo que indicas sobre el propósito de Pepi Patrón de "resaltar una preocuación nueva dentro del pensamiento peruano: la reflexión sobre la violencia y sobre nosotros mismo" no es exacto. Tal vez ella crea que es una "preocuación nueva" el tema de la violencia política, pero ese asunto se ha tratado desde temprano. Justo ayer estaba acordándome de la cantidad de grupos subterráneos y hardcore (la banda sonora de mi adolescencia) que trataron el asunto desde comienzos de los 80. Narcosis, Eructo Maldonado, Kaos General, etc. Hay un tema que me gusta mucho, Silencio total de Delirios Krónicos, que creo es un cover de los Shapis o de otro grupo chichero que trata sobre desaparecidos. Eso para no hablar del tema en la literatura peruana tantas veces tratado en este blog.