17.8.06

¿Quiénes apoyan a Grass?

Dos voces no poco significativas salen en defensa de Günter Grass. Una es la de Volker Schlöndorff, el director de la versión fílmica de El tambor de hojalata, que recibiera un Oscar a la mejor película en lengua extranjera en 1980.

Entre otras cosas, Schlöndorff, en un artículo publicado en la prensa alemana, buscó el ángulo positivo del asunto, proponiéndole a Grass que de ahora en adelante no se sienta más presionado a "hablar ex catedra"y acceda por fin a la posibilidad de ser tan excéntrico como sus héroes de ficción.

Otro defensor ha sido Salman Rushdie, escritor que, sin el aire de gran conciencia pública que asume Grass con frecuencia, se ha visto colocado por las circunstancias de su vida en una de esas posiciones en que a un intelectual se le pide opinar acerca de todo.

Simultáneamente, las fundaciones Nobel y Príncipe de Asturias coincidieron en apuntar que no retirarán los premios concedidos por cada una de ellas a Günter Grass en el pasado.

El mismo cable que trae esa última noticia anota el nombre de otro intelectual que apoya a Grass: el judío polaco Adam Michnik, socialista, director de Gazeta Wyborcza, el periódico más importante de Polonia, fundador original del movimiento Solidaridad y acaso uno de los más significativos ensayistas políticos europeos en la lucha contra los totalitarismos antes y después de la caída del muro berlinés.


Las palabras de Michnik son significativas y ponen en la balanza, con justicia, los elementos que deberían sopesar quienes quieren poco menos que linchar a Grass. Por un lado, dos años pasados en un cuerpo blindado de las SS, sin disparar, a los diecisiete años de edad, y tras haber sido conducido a ese cuerpo sin consulta previa (Grass se había enlistado como submarinista). Por otro lado, sesenta años de vida defendiendo causas sociales a todas luces justas y mostrando siempre una perfecta consecuencia y un desapego por la propia conveniencia.


Ante el arrebato súbito de Lech Walesa, que propuso quitar a Grass los galardones recibidos del gobierno polaco, incluyendo la ciudadanía (Grass nació en Danzig, ciudad alemana que hoy pertenece a Polonia bajo el nombre de Gdansk), Michnik ha salido al frente con un par de frases dignas de meditar: "Durante años, Polonia no tuvo a otro amigo más fiable o más desinteresado (que Grass). ¿Es tan difícil para nosotros los polacos entender el drama de una generación de jóvenes alemanes que se vio engañada por la propaganda totalitaria de los nazis?


Michnik, un líder de peso en la izquierda centroeuropea, apunta sin duda, aunque veladamente, a subsanar un problema primordial desde el punto de vista político: El tambor de hojalata es poco menos que el gran mito fundador de la nueva izquierda alemana, la piedra angular del imaginario progresista germano posterior a la era nazi, y una ficción que inmediatamente catapultó a su autor hacia una posición directriz en la política alemana, y la tardía confesión de Grass está siendo aprovechada por conservadores y reaccionarios para descabezar, así, uno de los iconos de esa izquierda, y para deslizar subrepticiamente la idea de que cualquier discurso ético que venga de ella es hipócrita y acomodaticio.

Evidentemente, ese es un precio que la izquierda alemana no estará dispuesta a pagar, y por ello no será sorprendente que, en los días por venir, el apoyo de un sector de la intelectualidad alemana a Grass empiece a crecer y acabe por aquietar al menos un poco las aguas.

Postdata

Una versión corregida y ampliada de mi primer post sobre este tema debe aparecer este fin de semana en el suplemento El Dominical, del diario El Comercio.

Imagen: GraSS. Fotomontaje: gfp.

1 comentario:

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Muy correcto lo que señala José Adolph (a quien doy la bienvenida): la SS tenía actividades casi siempre secretas, operaciones encubiertas, o responsabilidad en la organización de operativos mayores (el traslado de los judíos a los campos de concentración, por ejemplo). Difícil imaginar a un agente secreto operando un tanque, que era, precisamente, la tarea del cuerpo en el que estaba Grass, que se comportaba como cualquier cuerpo de ejército.