31.3.07

Las fujivacas

A raíz del lío que se armó hace unos días alrededor de Alfredo Bryce, el diario Correo publicó declaraciones de intelectuales peruanos que juzgaban el hecho.

Junto a las opiniones de
Enrique Prochazka y Javier Arévalo aparecieron estas del escritor José B. Adolph:
"De comprobarse que esto sea cierto, y así parece ser, digo que cualquier plagio es tan condenable como criticar con seudónimos o anónimamente, práctica muy común entre nosotros".
Como sabemos, hay quienes hacen los malabares más absurdos para justificar ciertas formas de injuria disfrazadas en el anonimato; y hay quienes, escudados tras un falso afán contestatario, ejercen algo que es un remedo de crítica literaria enmascarados y ocultando su identidad.

Hay también quienes hablan de los blogs basura como "blogs alternativos" (como si decir solapadamente y en la sombra las idioteces que por pudor nadie dice en voz alta fuera un acto de rebeldía). Y hay quienes promueven los insultos anónimos como si implicaran una sublevación y no, simplemente, una infamia.

Aunque en este blog mi política sobre la recepción de comentarios ha variado con el tiempo, una cosa la he mantenido igual desde el momento en que fue obvio que Puente Aéreo había dejado de ser un blog personal que solo leían mis amigos (lo cual ocurrió muy pronto): nunca he prohibido los anónimos; sólo los anónimos que contengan injurias a terceros.

Los anónimos que afirman verdades evidentes, o discutibles pero no malintencionadas, o proponen temas sin ofender a nadie, o formulan preguntas, o dan información transparente, etc., nunca los he considerado censurables. Me parecen siempre menos interesantes que un comentario firmado, porque la firma añade una dimensión al comentario mismo, pero no por eso son censurables.

Pienso otra cosa de la crítica literaria ejercida anónimamente: la crítica tiene un alto poder simbólico, sanciona y enjuicia la obra ajena, y se ejerce siempre, necesariamente, desde un cierto espacio ideológico. Por eso es obligatorio (no encuentro ni necesito una mejor palabra) que un crítico ponga todas sus cartas sobre la mesa antes de opinar y evaluar el trabajo de los demás: porque es perentorio saber de dónde proviene su opinión; porque, siendo obvio que ninguna opinión es objetiva, es no menos obvio que los lectores tienen derecho a saber los factores particulares que influyen en la subjetividad de un cierto comentario crítico; y muchos de ellos sólo se pueden intuir cuando se sabe la identidad del comentarista.

Quizá por eso sea que, aunque nos conformamos con saber que tal o cual libro famoso de ficción, que tal o cual poema y epopeya o novela es de un autor cuyo nombre nunca conocimos o conoceremos, no hay una crítica literaria perdurable firmada por NN o por Perico de los Palotes o por La Vaca Profana (¿se acuerdan del cuadrúpedo encapuchado que se hacía el revoltoso mientras era cobijado por la transnacional Telefónica?: precisamente, para no caer en ese tipo de payasada, es que los críticos deben siempre tener un nombre).

Un crítico sin nombre es como un juez sin rostro: pronto se convierte en un verdugo con antifaz; ése es el mejor ejemplo de aquello que se quiere explicar cuando se habla de la "fujimorización" de nuestra esfera cultural.

Imagen: Caricatura de Daryl Cagle.

Una opinión y una carta

Sobre el tema de Alfredo Bryce, el diario La Tercera de Chile ha publicado en su suplemento cultural un artículo mío, que encontrarán si, entrando a la dirección del periódico sureño, bajan por la página hasta ver la primera plana del suplemento Cultura, hacen clic en ella y, en el pdf, buscan la página 8.

El diario Correo publica una carta dejada, a su paso por Lima, por el escritor Alonso Cueto, sobre quien en estos días un anónimo ha deslizado una acusación similar a las que pesan sobre Bryce, a raíz de un artículo del diario Expreso de hace diecisiete años. La carta de Alonso dice lo siguiente:

Solo a mi regreso de Cartagena y, estando en Lima por unas horas antes de partir otra vez de viaje, he podido ver la página que publicó el jueves 29 de marzo, con el título “¿Plagio o desliz?”. Con respecto a ello quisiera aclarar lo siguiente:

1. Al buscar en mis archivos he encontrado que efectivamente escribí ese artículo, que fue el último que publiqué en “Expreso”. Tengo el original en mis manos.

2. En el artículo original, hay una explícita referencia en el final de la primera columna. Allí menciono que la prensa argentina ha destacado algunas de las historias de la relación entre Borges y Kodama. Esta sección de mi artículo aparece sin embargo parcialmente mutilada, probablemente sin mala intención, en el facsímil que reproduce “Correo”.

3. Esta clara y explícita referencia a la fuente de la que obtengo el material muestra, a cualquier lector bien intencionado, que no hay ningún plagio ni intención del mismo en el texto.

4. Viéndolo en perspectiva estoy de acuerdo en que hubiera sido mejor entrecomillar algunas frases. Sin embargo, creo que todas aparecen después de la mención a la fuente anteriormente señalada, lo que exime el texto de una acusación de plagio.

En “salud del periodismo cultural” a la que usted se refiere al final del texto, espero que esta carta se publique en la misma sección en la que apareció el artículo aludido.

Atentamente,
Alonso Cueto

29.3.07

Detalles de la niña


Las columnas del escritor Gregorio Martínez en Perú 21 no me las pierdo por nada, aunque, por lo común, después de leerlas, pienso que de no haberlas visto tampoco me habría perdido de nada. La última, titulada Vargas Llosa y Fidel, es la muerte: un galimatías como todos sus textos, que en doce párrafos quiere explicar:

a) Por qué Marx se equivocó.
b) Qué pasó con la perestroika.
c) Por qué Pol Pot era en el fondo un idealista buena gente.
d) Qué hizo bien y qué hizo mal Fidel Castro.
e) Por qué en el diario El País no se puede atacar a Vargas Llosa.
f) Por qué Vargas Llosa es tan absolutista como Fidel Castro.

Pero, en el fondo, lo que hace
Gregorio Martínez, palabreo horroroso de por medio, es preparar durante mil doscientas palabras, una revelación "mortífera", a la que dedica el último párrafo del artículo: que Vargas Llosa se equivocó en un dato de Travesuras de la niña mala. Lo hace a raíz de un artículo de Matías Valles en El Diario de Mallorca. Dice Martínez:

"Al final, con respecto al endiosamiento de Mario Vargas Llosa, el artículo de Matías Valles hace una observación mortífera: "...un novelista de la talla de Vargas Llosa desobedece incluso las reglas básicas de la documentación". Esto porque en Travesuras de la niña mala el personaje Ricardo muere con sida. Y entonces en la novela transcurría 1972 o 1973. El más desprevenido sabe que el sida empezó en los ochenta. Sí, alguien tiene que decirles a los dioses lo que ocurre en la realidad concreta".
Lo malo es que, en este caso, el más desprevenido es Martínez, quien mete la pata hasta la cadera con el dato que da (y entonces alguien tiene que decirle lo que ocurre en la realidad concreta, o, al menos, en la novela de Vargas Llosa).

En primer lugar, "Ricardo" es el protagonista de
Travesuras de la niña mala, que no muere en ningún momento de la novela (de hecho, el final del relato da a entender que Ricardo es quien nos ha contado la historia, años después de ocurrida: Travesuras es, se supone --o será--, su primera novela).

En segundo lugar, el personaje que muere de sida es
Juan Barreto, el amigo de infancia a quien Ricardo ha reencontrado en Londres y en cuya casa el narrador se ha alojado a principios de los años setenta.

En tercer lugar, todos los capítulos de
Travesuras de la niña mala terminan con largos saltos temporales, en los que la narración avanza apresuradamente: son la despedida de una época y el paso a otra. En el caso del capítulo 3 (que cuenta la muerte de Barreto), el salto se da, precisamente, desde 1972 y 1973, fechas señaladas como el periodo en que Barreto lleva una vida nocturna agitada y movediza en Londres, recorre los años setentas, y llega a finales de la década (por eso en el inicio del capítulo 4 ya se habla retrospectivamente sobre el gobierno de Morales Bermúdez).

Uno podría decir: pero a finales de los setenta tampoco había sida. Eso no es tan claro. No está de más mencionar un dato que muchas veces se pasa por alto: el sida se volvió endémico y mundial a principios de los ochentas, cuando empezó a ser detectado masivamente en California, pero los médicos que han seguido su pista, han descubierto muestras de sangre con HIV en pacientes muertos incluso en 1959, y las primeras víctimas hoy conocidas del virus fueron --como quien le da más realismo al relato vargasllosiano-- marineros ingleses.

Por eso, de hecho, el narrador se refiere a la enfermedad de
Barreto como un mal nuevo, desconocido para los doctores, que nadie en la junta médica sabe determinar y diagnosticar; e incluso aclara específicamente: "nadie hablaba del sida todavía" (139).

26.3.07

Bajo la mirada de occidente

Lo más sorprendente de los antiguos colonizados es cuánto les cuesta aprender a pensar con independencia. Tomemos por ejemplo dos cosas sucedidas ambas, por coincidencia, en Colombia esta semana.

La primera, la visita de los reyes de España para reforzar con sus presencias el congreso de las academias españolas de la lengua, reunidas en Medellín. El segundo, la publicación en la revista Semana de los resultados de una encuesta hecha a ochenta y un críticos y escritores hispanoparlantes a quienes se les preguntó cuáles fueron las mejores novelas escritas en español en los últimos veinticinco años.

El primer hecho es tan obvio que no necesita comentario: el congreso de academias lanzó por todo lo alto su flamante Gramática del idioma, con la novedad de su "descentralización", pero lo tuvo que hacer, claro, invitando a que le den un espaldarazo a aquellas personas en quienes encarna el mismo viejo ideal de la RAE, el mismo ideal imperial de siempre: los señores reyes españoles.

El segundo hecho es más curioso: entre las cien novelas finalistas en la encuesta de Semana (cuyos dos primeros lugares ocuparon
El amor en los tiempos del cólera y La fiesta del chivo, respectivamente), el país con el mayor número de obras mencionadas fue España. Más que Argentina, más que México, y más que Argentina y México y Perú sumados. Treinta y dos novelas de cien.

El artículo de Perú 21 sobre el tema, que resume un cable de EFE (justamente de EFE), ensaya una explicación: "aún son muy pocos los escritores hispanoamericanos que trascienden las fronteras de sus propios países". Eso es relativamente cierto, pero, en vista de que, simplemente, no hay treinta y dos novelas españolas que hayan sido populares en América Latina durante el último cuarto de siglo, yo me permitiré ensayar otra explicación.

La revista
Semana eligió a 81 personas para encuestar (ver donde dice "El jurado"). Y 19 de esas personas, la cuarta parte, fueron intelectuales españoles.

Eso resultaría muy justo si existieran en este planeta sólo cuatro países hispanos (pero hay dos decenas, y la mayoría de ellos permanecieron al margen de la muestra), o si España representara una cuarta parte de la población hispanohablante del mundo (lo que está muy lejos de ser verdad), o si la tradición novelística española fuera evidentemente más viva y vibrante que las tradiciones latinoamericanas. Pero no creo romperle a nadie los esquemas si digo que hace unos ochenta años que no es así. ¿No?

Es absurdo, obviamente, discutir los resultados de la encuesta atendiendo a la mayor o menor calidad de las obras elegidas. Pero sí me parece interesante discutir la mentalidad de los editores colombianos de Semana al preparar la muestra: los jurados fueron 23 colombianos (explicable por facilidad, porque están a la mano) y 19 españoles (inexplicable) conforman más de la mitad de la muestra. Mientras que la otra mitad se reparte entre intelectuales de otros diecinueve países. Hasta hay un jurado inglés, pero ninguno de Nicaragua o de Costa Rica, digamos.

Iba a terminar este post diciendo que empiezo a entender por qué la RAE encontró que era un movimiento muy seguro eso de hacer su congreso "descentralizado" en Colombia. Pero hay que ser más justos que eso: en el Perú existe una mentalidad parecida (véase, si no, la manera en que "descubrimos" a nuestros autores cuando ganan premios en Madrid). Es que, como dije, a los antiguos colonizados nos cuesta mucho aprender a pensar por nuestra cuenta.

PD: Vale la pena notar que sólo cuatro novelas peruanas aparecen entre las cien, y que ellas son dos de Vargas Llosa (además de La fiesta del chivo, está El paraíso en la otra esquina), y dos de Alfredo Bryce Echenique (parece una locura que No me esperen en abril resulte mejor posicionada que La vida exagerada de Martín Romaña). Hay en la lista una quinta obra que cabe considerar parte de nuestra tradición: me refiero a Salón de belleza, que fue escrita por un Mario Bellatín por aquel entonces más peruano que mexicano, para decirlo de modo simplista.

Imagen: El rey de España y el presidente Uribe, de Colombia. Foto AP (al menos no es de EFE).

25.3.07

Eterno retorno

Hace poco, entre reclamos silenciosos de la diplomacia peruana y sorprendentes aprensiones de la chilena, se acabó por censurar la exhibición, en la televisión sureña, del documental Epopeya, por haber considerado ciertos políticos de ambos países que la transmisión de la miniserie hubiera enturbiado las relaciones peruano-chilenas. Como si no fueran normalmente bastante opacas.

Ahora, gracias a un muy recomendable artículo de (mi primo) Enrique Patriau en La República, me entero de un dato curioso y aleccionador. Enrique lo resume así:
El primer documento cinematográfico que registra la Guerra del Pacífico se titulaba Páginas heroicas. Fue filmado por el peruano José A. Carvalho, quien intentó exhibirlo sin éxito en 1926. ¿La razón? La censura del dictador Leguía, quien alegó que ofendía los sentimientos patrióticos de los chilenos. Y este argumentó resultó convincente por entonces porque faltaban tres años para que, en 1929, se firmara el tratado de Paz y Amistad entre Chile y Perú. Entonces como ahora, la censura se imponía. Nadie recuerda haber visto Páginas heroicas. Tampoco existe una copia o por lo menos imágenes de su contenido.
Han pasado más de ochenta años. Los políticos peruanos y chilenos siguen censurando películas porque encuentran que la coyuntura no es la mejor y que es preferible aplazarlas hasta que el problema se solucione. Lo que todavía no se les ocurre es solucionar el problema: no pueden con el presente, y se preocupan más por la manera en que se cuenta el pasado. Por supuesto, es obvio que inventar unos relatos históricos y desplazar otros es parte del trabajo de los políticos, pero de vez en cuando dan ganas de que se preocupen también por los hechos y no sólo por cómo son narrados, ¿no?

Sobre el tema

Artículo de Sergio Espinosa en El Mercurio
Artículo de Gabriel Quispe Medina en La Primera
Artículo de Antonio Zapata en La República

24.3.07

No lo esperen en abril

... porque desde hoy, fines de marzo, Alfredo Bryce Echenique ha dejado de ser colaborador del diario El Comercio. El distanciamiento ha llegado intempestivamente, a través de una carta que el escritor dirigió al periódico limeño, renunciando a sus columnas en la sección de opinión.

A mí solo me resta decir una cosa: yo habría querido que todo fuera más claro al final, que Bryce pudiera dar una explicación mucho más transparente, si no una justificación, para lo ocurrido. Que dijera algo sobre la frecuencia enorme de los casos, y sobre la antigüedad y los pormenores desconcertantes del primero de ellos, que se remonta a 1996.

Bryce, sin embargo, ha reafirmado en su carta que su responsabilidad se concentra en el descuido de una secretaria y que él no asume "absolutamente nada más".

Pero es claro que ocho casos documentados en que textos ajenos han aparecido con su firma (plagios de facto, más allá de las circunstancias, como hacen notar los editores de El Comercio), en un lapso de más de una década, no pueden tener todos una misma explicación accidental.

Y algo más: el fin de su colaboración con El Comercio no debería echar una lápida sobre las explicaciones que sus lectores y el diario siguen mereciendo. Bryce parece afirmar que todo no es más que una suma de "errores". Sus lectores tienen derecho a saber si se trata de un error burocrático o de un error ético.

Esta es la carta de Alfredo Bryce a El Comercio:
Lima 23 de marzo del 2007
Señor Director:
El recuadro publicado el día de hoy por el diario El Comercio es para mí simplemente inaceptable, ya que anteriormente yo había enviado un buen ejemplo de la manipulación a que están siendo sometidos mis artículos, de un tiempo a esta parte. Adjunté como prueba de ello, incluso, un artículo mío publicado con otro nombre en una publicación mexicana. Por otra parte, en las disculpas que he presentado al embajador Oswaldo de Rivero y a mis lectores, asumo con gran pena el error cometido en el envío de mis textos por mi secretaria y en mi falta de control al hacerse esos envíos, pero no asumo absolutamente nada más.

Sin embargo, el recuadro publicado ayer por el diario El Comercio me ha hecho cambiar cien por ciento de opinión: abandono mis colaboraciones con el diario El Comercio, entre otras cosas, porque como decía Orson Welles, el periodismo es un oficio en el que "hay muchas ostras, pero muy pocas perlas". Y en cuanto a las disculpas que les debería a mis lectores, prefiero utilizar solo unas palabras de León Tolstói y prometerles que "la próxima vez fracasaré mucho mejor".

Alfredo Bryce Echenique
DNI 10840749

Y el diario ha respondido en los siguientes términos:

Lamentamos que el escritor Alfredo Bryce Echenique, a quien El Comercio invitó a colaborar en su plana de Grandes Firmas, y con quien hemos mantenido hasta hoy una fraterna relación, no haya comprendido nuestra preocupación por sus declaraciones a "Perú.21" en el sentido de que no sabía cómo habían llegado a El Comercio algunos artículos suyos que eran copia fiel de otros autores publicados en el exterior. Nos correspondió entonces aclarar que habían llegado de la misma manera como llegaron todas sus colaboraciones, sin manipulaciones de nuestra parte y sin dudas de que se trataba de contenidos fieles al autor, es decir a Bryce.

Igualmente ha considerado inaceptable que usáramos la palabra plagio en relación al artículo del embajador Oswaldo de Rivero cuando ello en efecto sucedió, a causa, según el propio Bryce, del envío equivocado de su secretaria, argumento que nosotros recogimos y publicamos en su momento. No podrá negar nuestro ex colaborador que en este incidente de plagio (que aunque se deba a su secretaria no deja de ser lo que es) estaba en juego su responsabilidad y también la nuestra frente a nuestros lectores. ¿Por qué no tendríamos derecho a reclamársela? En carta anterior publicada en El Comercio él ha sido crudo consigo mismo al juzgar el procedimiento de envío de sus artículos. Precisamente a propósito de ello habíamos llegado al entendimiento de que después de su próxima colaboración, que anunció sería sobre las elecciones en Francia (que ya no publicaremos), él iba a tomarse algunos meses en Barcelona para hacer un control riguroso de dicho procedimiento, y evitar las manipulaciones futuras de sus artículos, a las que nosotros hemos sido absolutamente ajenos.

Sentimos que se hayan dado tales circunstancias y que finalmente la suma de ellas nos lleve a este desenlace infeliz.

Un asunto distinto es el de los viles anónimos que están circulando por ahí, promovidos por los blogs basura y curiosamente atendidos por medios de prensa españoles. Los anónimos, enmascarados en identidades que ofenden a varios escritores peruanos, dicen cosas tan meridianamente estúpidas como que "la influencia" de Bryce en El Comercio está haciéndose sentir para que el diario disimule todo lo ocurrido.

Las cartas anteriores dejan en claro la profunda idiotez y la gratuidad intrigante de esas afirmaciones, que han contaminado claramente, también, los artículos publicados en el portal gallego Galipress, donde ayer se afirmaba, con atropellamiento notable, que los principales diarios peruanos habían decidido echarle tierra al asunto y desviar la atención de sus lectores hacia otros temas. Ahora qué dirán.

Más

Siguiendo con mi plan de divertir al lector con otros temas, de modo que se vaya olvidando del asunto de Alfredo Bryce, les dejo los nueve enlaces que coloco debajo, en los que pueden ver... bueno, pueden ver cómo han hablado del caso los diarios El Universal, de México; Clarín, de Argentina; El Mercurio, de Chile y El País y El Mundo, de España, además de las noticias que empezaron a circular, también en estos últimos tres días, acerca de la próxima aparición de la más reciente novela del escritor limeño: Las obras infames de Pancho Marambio.

Es curioso: la palabra "mafia" ha vuelto a surgir en los blogs, esgrimida ahora contra los amigos de Alfredo Bryce, que no han dado declaraciones sobre el tema, como si en alguna esfera de la vida fuera una obligación de la gente opinar públicamente sobre sus amigos en sus peores momentos.

Se sigue hablando de la pesadillesca "mafia" a pesar de que el primer afectado por los artículos en cuestión sea el diario
El Comercio, que, se supone, es el núcleo del grupo; a pesar de que entre los escritores afectados haya amigos de Bryce; a pesar de que la denuncia más clara en la prensa peruana la haya hecho el diario Perú 21, de propiedad de la familia Miró Quesada, propietaria de El Comercio.

Por cierto

Y, a propósito de distracciones: ¿vieron como nadie del mundo de las ciencias sociales quiso meterse con Matos Mar y el IEP? ¿No les dije? La gente del IEP, con la honrosa excepción del siempre atinado Martín Tanaka, guarda el mismo silencio de siempre sobre el tema (aunque Martín, a decir verdad, también hace una hábil finta y descarta sin discusión la versión de Silvio Rendón --que es la que todos hemos escuchado alguna vez-- para llamar al tema simplemente "controversial").

Y los "periodistas de investigación" de los blogs dicen: "uf, qué feo, eso
alguien lo debería investigar". Pero no ellos, claro.

Uno se pregunta: Roberto Bustamante, que ha canalizado insultos contra Bryce durante todos estos días, ¿dónde está a la hora de hablar sobre Matos Mar y el IEP? ¿O es que ese tema le parece, ahí sí, demasiado sensible para mencionarlo (teniendo en cuenta su participación en una decena de proyectos del IEP)? Supongo que no: debe estar investigando, como el señor José Alejandro Godoy, que todo lo descubrirá con su rapidez y eficiencia de siempre. Total, Silvio Rendón se las ha puesto fácil: les ha dicho a quiénes preguntar e incluso les ha anticipado el tipo de respuesta que podrán recibir.

(Por cierto, aplaudo la llegada a la dirección del IEP de Carlos Iván Degregrori, uno de nuestros mejores científicos sociales, a quien tuve el placer de conocer en Ithaca hace ya un par de años).

Acusan de plagio al escritor ABE (El Universal, Méxio)
Revuelo en Perú por varias denuncias de plagio contra ABE (Clarín, Argentina)
Un reguero de denuncias y muchas disculpas (El País, España)
Cuando el plagio es casi halago (El País, España)
Documentan aparente tendencia al plagio de ABE (El Mercurio, Chile)
Las obras infames de Pancho Marambio (El Mundo, España)
ABE concluye novela sobre efectos de la traición (El Universal, México)
Acabó novela sobre efecto siniestro de la traición en el hombre (El Comercio, Perú)
Concluye nueva novela (La República, Perú)


23.3.07

Bryce, Matos Mar, los pongos

El barullo en torno al caso de los artículos ajenos que aparecieron con la firma de Alfredo Bryce Echenique no se va a calmar luego del último comentario sobre el tema publicado en la página de opinión del diario El Comercio, donde aparecieron, si no me equivoco, siete de los ocho artículos detectados hasta hoy. La nota del periódico dice lo siguiente:

"Hasta el día de hoy nuestros lectores han conocido del incidente de plagio de un artículo del embajador Oswaldo de Rivero, por parte del escritor Alfredo Bryce Echenique. Sin demora y motu proprio, y ante la gravedad del asunto, el mismo escritor ofreció las explicaciones, disculpas y autocríticas correspondientes.Sin embargo, en declaraciones al diario Perú 21, Bryce Echenique señala ahora, respecto de otros textos igualmente plagiados, que no sabe cómo estos han llegado a El Comercio. Al respecto, debemos informar que todos los textos que recibimos de Alfredo Bryce Echenique llegan por un solo conducto, desde una dirección de correo plenamente identificada, y con el mismo formato conocido y con llamadas previas o simultáneas de él, su esposa o su secretaria, a la que atribuyó uno de los envíos incorrectos.No queremos dejar duda alguna sobre lo siguiente: es Alfredo Bryce Echenique quien debe asumir absoluta responsabilidad por las consecuencias de sus actos. El Comercio, en tanto, espera que el escritor, en aras de su bien ganado prestigio, reafirme su compromiso, expresado en su carta de ayer, de que sus colaboraciones futuras tendrán el riguroso control de calidad que El Comercio exige para sus lectores".


El asunto, creo yo, debería ser más transparente: si Bryce no es responsable, nada debería pasarle. Si Bryce es responsable, el diario no puede seguir publicando sus artículos de opinión, por el hecho sencillo de que no son la opinión de Bryce. Pero el punto intermedio --dejar en la bruma la responsabilidad y seguir adelante con la colaboración-- no tiene mucho sentido. Y, por otro lado, el diario (dejando en claro que, si hubo engaño, el mismo periódico fue la primera víctima) debería haber expresado a estas alturas, ya, de alguna manera, un cierto pesar con relación a los siete autores afectados.

Las pirañitas

Algo que me ha llamado la atención en todo esto es la evidente alegría, alegría de pirañas, con que muchísimos blogs y bloggers han celebrado (no veo otra palabra) el escándalo desatado en torno a Alfredo Bryce, en vez de simplemente lamentar el hecho mismo y cumplir con la denuncia.

Uno de ellos en particular, el siempre triste Marco Sifuentes, ha promovido cuidadosamente la publicación de insultos anónimos de toda índole contra el escritor: "borracho", "estafador", "que deje de chupar", "senil", "loco", "pastrulo", "cleptómano". Insultos a los que el lamentable Sifuentes responde con esta frase que lo pinta de pies a cabeza: "Celebro el humor con el que están tomando el asunto".

Matos Mar

Me intriga por qué la mella de la imagen de una persona a la que la mayoría de los limeños ha distinguido habitualmente con su cariño puede provocar el éxtasis de quienes ahora arman la fiesta. Es evidente que no les interesan las personas afectadas (nadie en absoluto se ha interesado por los autores originales de los artículos); es evidente que no les interesa la institución afectada (no falta quienes insultan a El Comercio tanto como a Bryce). Es evidente que el asunto ético los tiene sin cuidado (la mayoría se expresan mediante anónimos en blogs basura).

Es evidente también, por ejemplo, que la inmensa mayoría de los celebrantes ha leído días atrás, en otro blog (uno respetable), un texto durísimo de Silvio Rendón sobre el caso de José Matos Mar y el pongaje de los investigadores junior del IEP. Y a ningún blog le interesó rebotar el texto o hacerse eco de él.

Desde hace mucho tiempo, y a través de muchas fuentes, algunas de ellas directas, he escuchado hablar sobre la deshonestidad intelectual de José Matos Mar en la confección de su clásico libro Desborde popular y crisis del Estado: el nuevo rostro del Perú en la década de 1980.

Lo que Silvio Rendón dijo sobre la manera en que Matos Mar construyó su famoso libro resulta, incluso para quienes ya habíamos oído versiones idénticas, sorprendente:

El IEP tiene definitivamente muchas contribuciones al mejor entendimiento de la economía y sociedad peruana, pero también tiene algunas perlas. En mi opinión, la más grande es aquel supuesto libro conocido como "Desborde Popular" de José Matos Mar. Este señor siendo director de esta institución solicitó informes sobre los que estaban investigando a cada uno de los investigadores de la institución. Con el material recolectado puso a un asistente algo senior (a quien sí reconoce algún crédito en el prólogo del libro) y lo publicó como un libro de su autoría. Aquí es interesante constatar que nadie de los hoy reconocidos y senior investigadores de esta institución dijo nada. Calladitos nomás, aceptando el pongaje académico. Esta es la gente que habla de ciudadanía, accountability, democracia, etc. La verdad es que no tuvieron una actitud muy altiva que digamos. Mario Vargas Llosa sería particularmente duro con algunos intelectuales peruanos en "El pez en el agua", como que los conoce muy bien. Tiene pues de dónde agarrarse.

Para ver el caso por analogía, y salvo que alguien me quiera corregir, esto no es parecido al tema de
Bryce y los artículos de periódico: esto es más bien como si se descubriera que Alfredo Bryce no es autor de Un mundo para Julius, sino que hurtó las ideas y modificó los textos de un equipo de gente subordinada suya. Y es como si, de alguna manera misteriosa, a nadie le llamara la atención ese hallazgo (concediendo que no es un hallazgo para los insiders del mundo de las ciencias sociales). Tanto así que ni siquiera entre los diecisiete comentarios del post de Silvio se hace referencia al asunto, sino sólo al tema global de la renovación del IEP, y eso a pesar de que al menos uno de los comentaristas se cuenta también entre los repartidores de insultos del blog de Sifuentes.

Tan curioso como preguntarse lo que se pregunta Silvio --¿cómo es que los eventuales pongos no dijeron esta boca es mía?-- resulta el hecho de que el tema siga siendo silenciado y no comentado por quienes se vinculan al IEP. Tampoco deja de ser sorprendente que algunas de esas personas de silencios prolongados sean las mismas que denuncian mafias en otras esferas intelectuales.

22.3.07

Telaraña

Lamentablemente --lo digo de todo corazón-- Alfredo Bryce parece cada vez más enredado en este laberinto de acusaciones en el que cada día emergen nuevos casos de plagio.

A los casos ya hechos públicos que involucran a
Bryce en la copia de artículos de Morote, De Rivero, Para, Solé y Pérez Álvarez, se añaden otros dos que da a conocer Perú 21.

El primero es una nota aparecida bajo el título "La decadencia del imperio americano" en
El Comercio el 5 de marzo del 2006 y que es, según observa Perú 21, copia de otro aparecido en diciembre del 2005 en el diario español La Vanguardia, firmado originalmente por Graham E. Fuller, alto funcionario de la CIA, que le puso como título "El declive del poder estadounidense" (aunque Fuller es norteamericano, su artículo apareció primero en español y sólo después en inglés).

El segundo, titulado "Londres busca detectives", también proviene de La Vanguardia. El autor es Carlos Sentís (no "Carlos Sentía", como dice Perú 21), y la fecha original es el 29 de julio del 2005, mientras que su aparición en El Comercio bajo la firma de Bryce data del 23 de julio del 2006.

Eso deja la crifra en siete, y la responsabilidad de Alfredo Bryce --una vez más, lamento decirlo-- mucho más allá de donde parecía en un primer instante. Su última carta a El Comercio habla solamente del caso del embajador De Rivero como un descuido aislado. Los otros seis casos nos dejan ver un hecho repetido que exige una mejor explicación.

Extras

Ver aquí: declaraciones de Alfredo Bryce a Perú 21 anoche.
Ver aquí: una octava acusación.

21.3.07

El arte de citar sin comillas

(texto ajeno)

El embajador Oswaldo de Rivero acaba de acusar al novelista Alfredo Bryce de plagiarle un artículo sobre las limitaciones geo-militares de Washington en estos tiempos. En efecto, las coincidencias entre los dos artículos son, para decirlo de alguna manera, asombrosas. Comenzando por un mismo título: Potencias sin poder.

Mala suerte, o prosa irresistible, la de de Rivero: cuando recién salió su libro sobre El mito del desarrollo, los países inviables en el siglo XXI (Lima, Mosca Azul, 1998), la revista Le monde diplomatique le hizo un inocultable plagio que luego tuvo que rectificar. Esta vez ha piteado con experiencia.

También Bryce tiene una experiencia anterior en este tipo de asunto. En julio del año pasado Herbert Morote lo denunció por el plagio textual de 80% de un artículo sobre política educativa. En esa ocasión Bryce, que todavía no le responde a de Rivero, rechazó la acusación, pero ofreció arreglar el asunto por la vía privada.

También ha estado Bryce del otro lado del mostrador, y no es difícil encontrar autores que se han prendido de su estilo para sacar a flote historias propias. Pero en lo literario el plagio es más difícil de demostrar y, dentro de ciertos límites, suele tener más de homenaje que de sustracción, y termina siendo su propio castigo.

Que Bryce, a quien no le falta imaginación, ni formación académica, ni criterio, sea tema de estas acusaciones es sorprendente. La única explicación a la mano es que se trata de temas muy especializados, y que a la hora de informarse el novelista se haya terminado mimetizando en exceso con el texto consultado.

No son deslices excepcionales. Siempre hay en Lima unos cuantos casos en marcha sobre plagio, real o imputado. En los años 70 este columnista insólitamente recibió de manos de su amable autor una breve tesis de economía donde buena parte de los dos últimos capítulos había sido plagiada de ensayos suyos (que luego no eran citados en la bibliografía).

Si hubiera que buscar un culpable en estos tiempos, podría ser Internet, que vuelve al texto ajeno tan abundante, el acceso tan fácil, el comando cortar/pegar tan cómodo, todo el ambiente tan virtual, que la red se convierte en la proverbial arca abierta donde hasta el justo peca, aunque sea alzando con una buena frase de un colega remoto.

El problema es que ya no hay colegas remotos, y en la red todo se sabe, en instantes. Cada vez más profesores tienen que ir a un buscador de Internet para confrontar los exámenes de sus alumnos. Lo cual a su vez significa que ya no podemos estar tan seguros sobre de quién es el artículo de opinión que tenemos delante, querido lector.

(Mirko Lauer)
De su columna de hoy, miércoles 21 de marzo, en el diario La República.

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La columna de Mirko Lauer que reproduzco arriba hace referencia a la carta dirigida por el embajador Oswaldo de Rivero al diario El Comercio en la que expresa su "sorpresa" y "mortificación" a raíz de la publicación en dicho periódico de un artículo suyo que apareció bajo la firma de Alfredo Bryce Echenique.

Alfredo Bryce respondió a su vez por carta al diario y al mismo De Rivero. Pero, tan pronto como ese mismo día, una nueva acusación emergió (en un blog que se distingue por las acusaciones anónimas a pesar de que declara enfáticamente no prestarse a ellas).

Se trata de tres artículos publicados por El Comercio y aparecidos antes en diarios españoles (uno de ellos, La Vanguardia; los otros, uno de Extremadura y otro de Galicia), cuyos autores son el periodista Nacho Para, la escritora Elulàlia Solé y el veterano y cada vez más conocido novelista José María Pérez Álvarez.

Por supuesto, algo raro ocurre, y no es transparente. La carta de Alfredo Bryce a Rivero explica un hecho que, bien visto, podría aclarar todos los casos, pero deja en pie el problema de que todos se produjeron hace ya varios meses y que resultaría razonable que el escritor hubiera detectado la publicación con su nombre de esos textos ajenos, al menos uno de ellos; sobre todo luego del escándalo desatado en julio del año pasado por el primer caso, el de Bryce y Herbert Morote.

Sin embargo, eso mismo, el que Bryce se viera sometido en julio pasado al escándalo de la primera acusación, hace aun más inverosímil que haya perpetrado voluntariamente los otros tres, que se produjeron entre octubre y diciembre últimos.

Por ello, hay quienes hablan de la posible contratación de escritores que hubieran hecho para Bryce el trabajo de escribir estos artículos de corto aliento, y que, en vez de cumplir su tarea, habrían simplemente tijereteado los textos de otros y se los habrían entregado a Bryce o a su secretaria como propios. No es nada inusual que ciertas personas recurran a los oficios de terceros para escribir textos circunstanciales.

Suena menos lógico, y nada justificable, en un escritor, que vive de su pluma, pero lo más curioso es que en verdad no es infrecuente. En España se conocen muchos casos, incluyendo el de un premio Nobel, Camilo José Cela, que encargaba a otros incluso prólogos que aparecerían con su firma.

Sea como fuere, incluso si no hubiera dolo ni premeditación, es evidente la responsabilidad de Alfredo Bryce en la aparición de esos artículos, evidente que está en falta con los autores legítimos de aquellos textos (Morote, Para, Solé, Pérez Álvarez), evidente su descuido ante una empresa que lo contrata por su opinión, y no la de otros, y evidente también que sus lectores y quienes estamos unidos a él por la gratitud y los buenos recuerdos, no quisiéramos verlo en un trance así.

(Una cosa quiero añadir: me consta --como si fuera necesario verificarlo-- que Alfredo Bryce no se hace problemas en escribir artículos buenos con rapidez y eficiencia. En el tiempo en que fui editor de Somos, yo tenía en un cajón de mi escritorio un fólder con decenas de artículos suyos, inéditos, y sólo tenía que elegir uno cualquiera cada dos semanas para cubrir con ello su columna: los había escrito todos con más de un año de anticipación, y no solían ser textos de actualidad. Es interesante constatar una cosa: es verdad que, una vez colocados todos los textos en su file, él se desentendía de cuál fuera publicado y cuál no, o en qué orden, lo que cuadra perfectamente con lo cuenta en su carta a De Rivero).

Vota diferente

Hay quienes empiezan a suponer que Vote Different, el famoso video de internet que una mano anónima produjo y subió a YoutTube hace dos semanas (y que ha recibido más de un millón cuatrocientas mil visitas y tres mil quinientos comentarios) puede ser el principio del fin de los modos propagandistas clásicos en las campañas electorales norteamericanas.

El video, según lo pueden ver explicado en este artículo de El País, usa como base el famoso comercial 1984 con el que Apple Computer lanzó las primeras Macintosh veintitrés años atrás, y que era, a su vez, una fantasía construida sobre la figura de
Big Brother de la novela 1984 de George Orwell.

El "nuevo" comercial coloca a
Hillary Clinton en el lugar del malévolo personaje controlador, y ofrece a Barak Obama como alternativa, en su frase final, que dice: "El 14 de enero empezarán las elecciones primarias del Partido Demócrata, y verán por qué el 2008 no habrá de ser como 1984"



¿Cuál es el cambio fundamental? Uno, para comenzar es el absoluto anonimato del autor (utilizó el nickname ParkRidge47 para colocar el video en YouTube y cómo único dato personal dice ser un estadounidense de 59 años). Otro es el hecho de que el comercial se aleja por completo de la línea de campaña mantenida hasta ahora por
Obama (cuyo comité de organización ha negado la paternidad del video).

Hay un tercer cambio: el hecho de que a partir de esta elección se estén "democratizando" las campañas, con la aparición de objetos propagandísticos capaces de llegar a mucha gente sin haber sido solventados ni por los comités personales de los candidatos ni por grandes donantes.

Yo añadiría uno más: el total carácter destructivo del comercial, que parece basado por completo en el absurdo de identificar a
Hillary Clinton con un gobernante absoluto y autoritario, dictatorial y omnipresente, y a Obama como el arbitrario liberador (podrían haber mencionado a cualquier otro candidato y la "lógica" habría funcionado igual), todo esto a pesar de que ambos candidatos, en verdad, vienen disputándose palmo a palmo los votos de los potenciales electores debido, básicamente, a que los dos les resultan atractivos a la misma gente.

19.3.07

Una observación

Que una cosa quede clara: yo no soy de los tontonazos que viven cultivando el odio a Chile, queriendo pintar a los vecinos del sur como causantes de todas las desgracias del Perú, planeando la venganza de una guerra peleada y perdida hace más de ciento veinte años.

Y tampoco soy nacionalista. Pero sí creo que una comunidad tiene derecho a guardar una forma especial de respeto por ciertos símbolos, y creo que, en la historia republicana de los peruanos, pocos --poquísimos-- son los símbolos capaces de representar limpiamente nuestros valores más positivos, o quizá no nuestros valores, sino, más bien, nuestros ideales, es decir, los valores que quisiéramos tener y que algunos entre nosotros tuvieron en el pasado.

En estos días, ha corrido por todas partes la noticia sobre el grupo de poetas peruanos y chilenos que ofrecerá un recital en la cubierta del monitor Huáscar, trofeo de guerra que el Estado Chileno mantiene en un puerto del sur. El recital, claro está, tiene un objetivo hermanador y esperanzado, un fin pacifista en el sentido más amplio. Eso es obviamente saludable.

Hay un problema, sin embargo, y espero no ser malentendido cuando lo señale: el Huáscar
no es un símbolo de la paz. Es un símbolo de la resistencia y del derecho a la protección de lo propio. Es, además, la imposible lápida de las tumbas de decenas de héroes peruanos cuyos cuerpos nunca fueron recuperados. ¿Por qué convertir al Huáscar en un símbolo de la conciliación, si es uno de nuestros pocos símbolos de la obstinación y la perseverancia en defensa de lo nuestro?

¿Por qué no manda el Perú una delegación de poetas que lean sus versos parados sobre las tapas de los cincuenta mil libros que el Ejército Chileno robó de la Biblioteca Nacional del Perú durante la invasión que siguió a la Guerra del Pacífico? Respuesta: porque parecería que se está concediendo al usurpador el derecho a la propiedad sobre lo usurpado.

Esa misma es también una buena razón para no dar ese recital en el Huáscar. Por la paz tenemos derecho a hacer muchísimas cosas, casi cualquier cosa. Pero no tenemos derecho a desvirtuar el sacrificio de quienes hicieron muchísímo más que nosotros.

15.3.07

Chambi en Iwo Jima

O más exactamente: antes de Iwo Jima...

¿Recuerdan el tema de la penúltima película de Clint Eastwood, Flags of Our Fathers? Es la historia de la célebre fotografía tomada por Joe Rosenthal (izquierda) en una colina de dicha isla del pacífico sur, en medio de la larga captura de las bases japonesas a manos del ejército norteamericano.

La película, que es en verdad un desmontaje del modo en que la propaganda bélica se convierte en tejedora de mitos patrióticos, tiene como eje anecdótico el hecho de que la fotografía conocida fuera en verdad una versión posada y ensayada de una imagen anterior, captada por otro fotógrafo unas horas más temprano.

Ahora, César Gutiérrez me hace llegar las pruebas irrefutables de que hubo otro original antes de aquel original: uno capturado por el fotógrafo peruano Martín Chabi en la cusqueña Fiesta de la Cruz del año 1930.


César me manda las dos imágenes acompañadas por este mensaje:

"Parece que
así como el pisco, la papa, la lúcuma, el cebiche, el huacatay, la chicha de jora, el cuy chactado, la carapulcra, la impunidad, el aprismo, los danzantes de tijeras, el fujimonteCinismo, el río más caudaloso del mundo, el río más largo del mundo, el ferrocarril más alto del mundo, el lago más alto del mundo, el fútbol más horrible del mundo y la cocaína más barata del mundo, IwO JiMa es peruano.

Dejemos que hablen las imágenes.
De nada, Joe; de nada, Clint".

14.3.07

La mala novela peruana

Una cosa que tienen en común las buenas novelas, no importa que sean realistas o fantásticas o naturalistas o románticas o lo que fueren, es que todas, en su construcción argumental, obedecen a cierta presión interna: hay hechos nodales, hechos cruciales cuya ocurrencia debe ser resuelta tarde o temprano.

Pueden ser hechos morales y no fácticos, por decirlo así: el odio profundo de un personaje hacia otro, la súbita revelación de una verdad, un acontecimiento que marca y decide el carácter de alguien: todo instante medular exige alguna forma de solución y, si no, exige cierta gravitación en lo que venga luego. Hasta el aburrimiento y la inacción deben ser conducentes, llevar a alguna parte.

Si el protagonista es culpable de algo, se espera en el futuro un desquite, el peso de la justicia poética, el boomerang de una ironía, etc. Es decir, se espera que todo momento clave sea determinante sobre los momentos posteriores y que todo pasaje significativo siga teniendo valor más tarde.

Por ejemplo: si un personaje comete un delito atroz, es esperable que el crimen tenga algún peso en su porvenir (en su conducta, en su destino, en la visión que los demás tengan de él), o acaso que se produzca la reaparición del crimen como motivo en el relato, y que el lector pueda establecer el arco que une ambos momentos.

Yo, que tiendo siempre a ver la literatura como vida y la vida como literatura, tengo desde hace años la idea de que, si el Perú fuera una novela, sería una pésima novela. No kafkiana, como se suele decir ("si Kafka hubiera sido peruano, habría sido un escritor costumbrista", dice el lugar común); no kafkiana, digo, porque en Kafka sí existe una cerrada y perpetua coherencia, la necesidad de una desgracia que parece secular pero que es metafísica, algo que podríamos llamar, en todo caso, injusticia poética.

El Perú sería, simplemente, una mala novela. Una en la que los crímenes de los villanos no tienen jamás repercusión alguna (salvo arrasar con las víctimas, se entiende): ni tienen un castigo necesario ni tampoco siquiera un premio necesario; simplemente, su recuerdo se desvanece en el aire. El Perú es como una novela escrita por un autor amnésico, alguien que cada mañana se despertara y escribiera una página sin recordar lo que escribió el día anterior.

En la novela del Perú, los asesinos masivos no caen en desgracia por liderar masacres: los atrapan más tarde, eso sí, por recibir coimas y prebendas, pero un par de capítulos después son héroes para un ejército de seguidores y el gobierno les empieza a dar más y más poder.

Es porque al gobierno han llegado otros de la misma estirpe, los mismos que compartían sus culpas (y que temen, acaso, sus chantajes), a pesar de que sólo unas páginas antes el pueblo coincidía masivamente en que estos delincuentes, años antes, habían formado el gobierno más corrupto y más ineficaz de la historia.

Y a la cabeza de ese gobierno, hay un desquiciado. La gente se sorprende cuando empieza a cometer locuras, porque nadie parece conservar el recuerdo de que ya décadas antes no cupo duda de su desequilibrio, su estupidez, su intolerancia, su inclinación mafiosa, su tendencia a la violencia indiscriminada, su prepotencia, su carencia de escrúpulos, sus arrebatos mitómanos, la capacidad sobrenatural que tiene para rodearse de otros corruptos.

¿Qué página vendrá luego? No sé. Hoy es temprano por la mañana: el autor colectivo de esta novela apenas se estará desperezando; leyendo los diarios del día como si en ello hubiera un ritual para olvidar los hechos vinculados con las noticias. Quizá el autor colectivo decida hoy colocar en la presidencia, súbitamente, a un mendigo, un sacerdote con problemas de vocación, un guardia de tránsito, una peluquera aprendiz: a la primera persona que pase por allí.

Ojalá nomás que el elegido no tenga cuentas pendientes con el sistema judicial. Digo el sistema judicial y no la justicia porque la justicia, como trato de explicar, no parece jugar ningún papel en esta historia.

Imagen: Caretas.

GGM y El Dominical

Un comentarista me hace recordar algo que olvidé mencionar en días recientes: la última edición de El Dominical de El Comercio, en homenaje a Gabriel García Márquez en su cumpleaños número ochenta, un trabajo muy bueno a cargo de mi gran amigo el poeta, crítico, periodista (y, ahora, dos veces padre) Alonso Rabí do Carmo.

El número incluyó una colección de notas sobre el autor colombiano a cargo de Julio Ortega, Alicia Borinsky, Carlos Fuentes, Rodrigo Fresán, Carmen Ollé y Enrique Vila-Matas. Cito un pasaje del texto de Fresán:

"García Márquez me enseñó con su ejemplo que se puede llegar a escribir un libro inmejorable y que, por lo tanto, no hay que darse por vencido a la hora de luchar por su esquiva pero posible existencia. Está claro -es casi seguro- que caeremos en el campo de batalla; pero no nos está permitido rendirnos en el intento de conquista y victoria, porque allí, en el horizonte, nos vigila la luminosa sombra de Crónica de una muerte anunciada".
También viene un ensayo de Peter Elmore acerca de "los orígenes literarios de Macondo", titulado El libro de las generaciones, donde Peter reflexiona sobre la relación entre el mundo ficcional de Cien años de soledad y varias de sus muchas raíces, particularmente el universo de Juan Rulfo:

"Entre los muchos guiños literarios de la novela está una frase tomada literalmente de Pedro Páramo. De Remedios se dice en un pasaje lo mismo que, en la novela del autor mexicano, se afirma de la desdichada Susana San Juan: "No era de este mundo". No es la mayor coincidencia entre las dos obras mayores del realismo mágico. Comala y Macondo son transfiguraciones de pueblos situados en áreas -Los Altos de Jalisco, el Caribe colombiano- que, empobrecidas y postergadas, tienen sin embargo a su favor la riqueza de una vasta tradición de cultura oral y popular. Además, en ambas novelas el incesto es el umbral -temible, deseable- que los personajes tienen prohibido cruzar".
Un buen complemento para ese texto son los que vienen a continuación en el suplemento: Crónica de una novela anunciada, donde Agustín Prado hace un recuento de las primeras recepciones de Cien años de soledad, y Anatomía de un milagro narrativo, en el que el narrador (y profesor) Carlos Garayar evalúa, más bien, las transformaciones posteriores de esa recepción.

(Una pregunta: ¿es en verdad necesario que El Dominical siga manteniendo una página sobre vinos? En algún momento, supongo, los directores del diario tienen que decidir si quieren un suplemento de artes y letras o una guía gourmet, ¿no les parece? Incluso, a estas alturas, cuando casi cualquier diario peruano cuenta con suplementos-magazine, pero ya casi ninguno tiene suplementos de cultura, hacer de El Dominical una revista de artes y letras pura y dura sería en verdad un movimiento mucho más audaz que mantenerlo en esa situación coloide entre el magazín y la revista cultural. Y esta edición especial es una buena muestra de que eso se puede hacer sin espantar lectores: todo lo contrario).


Imagen: AP.

13.3.07

21 de IQ

Anoche me sorprendió leer en Perú 21 una noticia según la cual George W. Bush es el presidente norteamericano con menor coeficiente intelectual en los últimos sesenta años. ¿La cifra? 91 puntos. ¿Y por qué me sorprendió?

Porque el texto aparecido en Perú 21 mencionaba a los "prestigiosos intelectuales" del Lovenstein Institute que habían hecho el estudio, y también explicaban la técnica del mismo: habían registrado y evaluado las presentaciones de los presidentes como oradores, textos escritos por ellos sin asesoría, su rendimiento pasado como estudiantes, su manejo del idioma en general, y desde todos esos datos habían arribado al IQ del presidente Bush y más de una decena de antecesores (el más bajo, Bush con 91; el más alto, Clinton con 182: exactamente el doble).

Lo malo es que, hasta donde sé, nadie podría ser un "prestigioso intelectual" y hacer algo tan burdo como pretender calcular el IQ de alguien a partir de datos tan azarosos y sujetos a deformación, recogidos en momentos muy diversos de sus vidas, sin ninguna base en común, y en su inmensa mayoría referidos sólo a las habilidades lingüísticas de los individuos.

Me bastó (como le hubiera bastado a cualquiera que se hubiera dado el trabajo en Perú 21) con entrar un rato a internet para descubrir que el famoso Lovenstein Institute IQ Report es un fraude muy popular en internet, y que todo en la noticia que presenta Perú 21 es absolutamente falso, incluso la existencia misma de los científicos y la organización a la que se atribuye el reporte.

Otros han caído antes: ni más ni menos que The Guardian dio la noticia como si fuera fidedigna, y también el famoso columnista gráfico Garry Trudeau (el de Doonesbury) la tomó como cierta. Pero, ojo: eso fue...¡en el año 2001! Digamos que Perú 21 tuvo seis años para enterarse y no quedar una vez más tan mal ante sus lectores.

En el Perú

Hay algo más que observar en el asunto, sin embargo. La noticia en Perú 21 dice lo siguiente:

"El estudio señala que el resultado que obtiene Bush obedece a su aparente dificultad para el dominio del inglés durante sus intervenciones en público, su limitado uso del vocabulario, que se calcula que es de cerca de 6.500 palabras, contra las 11.000 de las que hacían uso normalmente sus antecesores".
Más allá de lo falso del hecho en sí, vale la pena hacer notar lo absurdo del razonamiento: tendemos a pensar que el IQ es la medida de la inteligencia de una persona, ¿no es cierto? IQ más alto, persona más inteligente; IQ más bajo, persona menos inteligente. ¿Verdad? Pues bien, la noticia dice que uno de los síntomas evidentes del bajo IQ de Bush es su vocabulario restringido.

Si uno le da vueltas a esa idea, se puede dar cuenta de que esa forma de pensar es la que se esconde detrás de la suposición de que quienes no triunfan en la escuela son idiotas, quienes no tienen una carrera universitaria valen menos que los que sí, quienes tienen un habla menos "refinada" están por debajo de los demás, etc.

Se entiende por qué cierta gente ha querido durante todos estos años usar ese argumento falso en contra de Bush: es una manera de colocar al poderoso por debajo de uno (aunque el riesgo es caer en el error de pensar que las cosas que Bush hace las hace por tontería, y no de acuerdo con una cierta lógica).

Al usar ese argumento contra Bush, se consagran otros mecanismos sociales que nada tienen que ver con Bush ni con este juego de poder en particular, sino con varios otros: en el caso peruano, por ejemplo, se consagra el desprecio racista contra quienes tienen un español que suena menos correcto que el nuestro.

(De mis ya lejanas lecturas de Chomsky me queda el recuerdo de que la mente humana es modular, y que el módulo del lenguaje está separado de aquellos otros que corresponden a lo que solemos juzgar como elementos de nuestra inteligencia. De una lectura menos lejana de Stephen Pinkerrecuerdo que ha habido casos estudiados de individuos que pierden por completo la capacidad lingüística y sin embargo siguen siendo capaces de pensamiento abstracto complejo. Esas dos cosas bastarían para no recurrir a comparaciones de estilo y léxico para arribar a conclusiones sobre la inteligencia de nadie).

Pero, más allá de eso, está el hecho de que cada grupo social habla su propio dialecto, y que no hay motivo ninguno para pensar que ciertos dialectos son mejores, ni más ricos, ni más afectivos, ni más funcionales que los de otros. Mucho menos para pensar que los individuos que hablan unos y otros dialectos tienen diferencias de inteligencia en función de sus usos dialectales.

Recuerdo, sin embargo, lamentablemente, las risas y la burlas limeñas ante los acentos serranos y los giros sintácticos que delatan una procedencia provinciana: las mofas contra aquellos a quienes se cree incapaces de hablar como uno. Esas mofas sí deberían contar para el puntaje del IQ, porque el racismo sí es una forma de estupidez.


Image: Geroge Bush, por The One.