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La huelga podría terminar definitivamente hoy, y los salarios han sido incrementados en proporciones considerables; lo malo es que, tras el aumento, siguen siendo miserables y patéticos. No soy economista, pero se me ocurre que, al menos en principio, como indicio del problema, no será del todo inválido, para denunciar la miseria del maltrato del Estado Peruano s sus profesores universitarios, comparar sus sueldos con los de colegas suyos del primer mundo y luego con el costo de vida en el Perú (al menos en Lima) y el costo de vida en las ciudades del primer mundo donde viven esos colegas mejor pagados.
Primero, los sueldos. Entre los profesores de "tiempo completo y dedicación exclusiva", el sueldo de un profesor principal en una universidad nacional peruana llega a mil 200 soles, es decir, aproximadamente, 400 dólares. Un profesor asociado recibe 580 soles (menos de 200 dólares) y un profesor auxiliar recibe 300 soles (unos cien dólares). En sueldos anuales, eso da un aproximado de 4 mil 800 dólares para un profesor principal, 2 mil 400 para un asociado y mil 200 dólares anuales para un profesor auxiliar, a todo lo cual hay que restarle impuestos y deducciones.
Estados Unidos es, por supuesto, un paraíso para los intelectuales, especialmente los ligados a instituciones sólidas, que pueden encontrar sustento económico y de otro tipo para casi cualquier investigación debidamente justificada. Los sueldos universitarios pueden variar mucho según la región, el rango de la universidad e incluso el campo y los méritos profesionales de cada individuo. En la costa Este, considerando esos factores, se espera que un profesor auxiliar comience su carrera con un sueldo entre los 45 y los 65 mil dólares anuales; un profesor asociado debería recibir entre 70 y 90 mil dólares anuales; un profesor principal estará por encima de eso, y el cielo es literalmente el límite (el rector de Cornell, lo recuerdo, ganaba un millón ochocientos mil dólares anuales hace un tiempo).
Comparando las tres categorías en el caso peruano y el de la costa Este americana, y tomando los rangos más bajos en este segundo caso, la proporción va de esta forma: el profesor auxiliar americano recibe 37 veces más que su par peruano; el asociado recibe 29 veces más; el profesor principal recibe dieciocho veces más. Si tomáramos los límites superiores, la desproporción se intensifica, obviamente: el auxiliar en Estados Unidos recibe 54 veces más que el peruano; el asociado recibe 37 veces más, etc.
Cuando uno expresa su sorpresa (su indginación) ante esas cifras, la respuesta más frecuente es: ah, claro, pero es que vivir en Estados Unidos es mil veces más caro. Bueno, pues no exactamente mil veces. Mercer, empresa de consultoría que es líder mundial en temas relacionados con recursos humanos, publica anualmente un estudio sobre el costo de vida en las principales ciudades del mundo. Usualmente, la ciudad base para las comparaciones es New York (la ciudad medular de la costa Este americana, así que resulta perfecta para la lógica de este post). Mercer estudia el costo de vida en New York y le asigna a ese costo 100 puntos porcentuales; en comparación con los cien puntos de New York, ciudades como Moscú, Seúl, Tokio y Londres fluctúan entre los 110 y los 124 puntos. Es decir, vivir en Moscú (el infierno de los viajantes, la ciudad más cara del mundo) es un veinte por ciento más caro que vivir en New York. ¿Dónde está Lima en esos ránkings?
En años recientes, Lima se ha disputado con Santiago de Chile la posición como la ciudad más cara de Sudamérica después de Sao Paulo y Rio de Janeiro, que son las más invivibles en cuanto a costos se refiere. En relación al 100 de New York, Lima varía entre los 66 y los 69 puntos. Eso quiere decir que vivir en New York no es mil veces más caro que vivir en Lima. De hecho, no es ni siquiera dos veces más caro que vivir en Lima.
Resumiendo todas las cifras: un profesor auxiliar de una universidad en la costa Este de Estados Unidos puede recibir anualmente entre 37 y 54 veces más que un homólogo peruano en una universidad nacional, y vive en un mundo que no se acerca a ser dos veces más caro.
Se supone que las universidades nacionales, que suelen ser las más grandes, las más antiguas, las más diversificadas en la academia peruana, son el terreno natural para el desarrollo de nuestra intelectualidad. Un problema crucial para que eso se transforme en algo más que palabras es el asunto de los salarios: un buen profesor de química o de matemáticas o de economía o de sociología tiene dentro de las paredes del cráneo toda la materia prima elemental que necesita para ser un profesional decisivo en su campo.
Al mismo tiempo, mientras se quede en un medio que lo limita y lo frustra, tiene la materia prima más fácilmente desaprovechable del mundo. ¿Por qué tendría que dársela al peor postor, por qué a cambio de casi nada, por qué sabiendo que sus pares en el extranjero gozan de enormes privilegios que también podrían ser suyos? ¿Y por qué blogs y diarios y revistas escritos por gente con formación universitaria y más de dos dedos de frente le hacen mucho más caso a la situación de la Federación de Fútbol o la huelga de los estibadores (perfectamente justa, por otra parte) que al hecho de que los maestros universitarios peruanos sean mantenidos en esa situación por el Estado?
A propósito (esto me lo cuenta un amigo): en la Universidad Católica, los trabajadores lograron que se les diera un aumento; los administradores se subieron al coche y se aumentaron los sueldos también. Sólo se olvidaron de una parte de la comunidad asalariada: los profesores, a quienes no se les subió ni un maldito sol. ¿Qué tal? ¿Excelente, no? Todo un gesto.