Sobre el oficio de la crítica y la crítica amateur
Una de las cosas que con más frecuencia repito sobre la crítica literaria, y que menos bien suele caer entre quienes me escuchan, es que la crítica es casi inevitablemente un ejercicio de creación de prejuicios.
Me refiero de modo particular, pero no exclusivo, a la crítica hecha para medios de prensa, la que suele difundirse apenas se produce la publicación de un libro, la que se convierte, en cierta medida, en una guía de adquisiciones literarias para sus lectores, que son, a la vez, los lectores eventuales del libro.
Es lo que creo, de modo que no voy a contradecirlo: cualquiera que lee un crítica literaria antes de leer el libro criticado está, voluntaria o involuntariamente, formándose una serie de prejuicios sobre la obra en cuestión. Los juicios del crítico pueden convertirse, al menos pasajeramente, en los prejuicios del lector.
Algunos llegarán al libro, y confirmarán o desecharán los prejuicios, pero difícilmente podrán leerlo sin tenerlos en mente. Otros jamás abrirán el libro pero no por ello dejarán de archivar en la memoria un juicio ajeno y adquirido: el que leyeron en esa reseña, en ese comentario, en esa breve recensión alguna vez.
La creación de prejuicios, entonces, es parte del oficio. El punto central en la ética del crítico reside en ese reconocimiento: sus juicios tienen que ser coherentes, sustentados, genuinos, concluidos de buena fe. Si el crítico no puede evitar contribuir a los prejuicios ajenos, debe al menos tratar de que crear los prejuicios correctos.
Cada vez que he escrito un comentario negativo sobre un libro, alguien, tarde o temprano, ha respondido: ¿quién se cree esta persona para decirme qué debo leer y qué no y qué debe gustarme y qué no y qué debo considerar bueno y qué no?
Esa pregunta da en el clavo, pero de carambola. Un crítico jamás debe decir a sus lectores que no lean un libro, ni exigirles que compartan sus gustos, ni debe tratar de imponerles su juicio como verdad. Sin embargo, sí debe decir, si lo piensa, que un libro es menos crucial que otros, que es menos coherente que otros, que está menos logrado que otros.
(¿Acaso es necesario comparar? ¿Acaso la literatura es una carrera de caballos? Por cierto que no: la literatura no es una carrera de caballos. Pero ocurre que la comparación, el contraste y el paralelo son operaciones básicas e inevitables de la crítica: son la esencia del ejercicio del criterio propio).
Si el crítico recomendara simple y directamente no leer cierto libro, habría roto un pacto elemental de honestidad, habría tratado de imponer su juicio como prejuicio definitivo del lector, y, además, habría echado por la borda la piedra de toque de su trabajo intelectual: la noción de que la crítica existe como una continuación y un fomento del diálogo entre escritores y lectores (el crítico es por definición ambas cosas, y también un mediador entre ellas).
Un crítico es un lector especializado. ¿Puede ser su opinión más solvente y acaso también más atendible que la de un lector común? Esa pregunta siempre es difícil de responder, no porque no haya una respuesta evidente, sino porque siempre parece sonar ofensiva para quienes no quieren atender razones. La respuesta es sí.
No aceptar que un crítico competente sabe más de literatura que un lector común, es como no aceptar que un buen cirujano sabe más de medicina que sus pacientes legos. El argumento en contra suele resumirse en una sola frase, el lugar común más descabellado de la lengua española: "sobre gustos y colores no han escrito los autores".
Lo curioso es que quien dice esa frase, y cree en ella, demuestra con eso mismo el origen de su error: que él no haya leído los miles de libros que los autores han escrito "sobre gustos y colores" no significa que no existan. ¿Y acaso un lector común está obligado a saber de teoría y de estética y de la sociología del gusto literario, etc.? Obviamente no: para eso hay especialistas. Entonces, así como le damos crédito a la palabra del médico, démosle algún crédito mayor también a la palabra del crítico.
Eso no es equivalente a proponer la tiranía del crítico: yo siempre tengo derecho a ir donde un segundo médico y consultar otra vez. La opinión de un segundo experto no puede sino ensanchar mi propia idea sobre un asunto. Y si se trata de literatura, siempre hay un último doctor que consultar: el libro mismo. ¿Me estoy contradiciendo con esto? Creo que no, pero trataré de explicarlo mejor.
Hace años, un amigo que estudiaba sicología y hacía su internado en una clínica psiquiátrica me contó el caso de un paciente que recolectaba cajas de medicinas, e instrucciones de uso y posología, y que las estudiaba con tanto interés y tanta acuciosidad, que acabó siendo capaz de entender qué debía tomar para fingir los síntomas de cualquier enfermedad.
Ese paciente, en su locura, se había vuelto poco menos que un médico autodidáctica, en la medida en que era capaz de diagnosticar con precisión cualquier mal. Eso mismo puede hacer con la literatura un lector que sea capaz de leer con igual voracidad: si, como dije, un crítico es un lector especializado, también es verdad que todo lector puede ser un crítico, si acepta que para hacerlo debe seguir leyendo.
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11 comentarios:
asi es... yo escucho a cada rato eso de los gustos y colores...es increible. Con esa misma lógica los alcaldes sólo tienen que "entregar la obra..." ya que "sobre gustos y colores...". En este momento me alucino crítico cultural autodidacta...pero claro: tengo que seguir leyendo...
Alguna de las dificultades que tengo con ciertas reseñas o críticas (en literatura, cine o música) a nivel local coinciden con lo que señalas y agrego además el "tono" de la crítica. A veces el crítico local adopta la posición de "si-no-percibes-esta-obra-como-te-propongo-eres-simplemente-nada"... Respuesta rápida y firme: "Tonterías".
La crítica puede así espantar espectadores o lectores, sin necesariamente ser su función lo contrario: el incrementar y formar lectoría o espectadores de cine u oyentes de música (por varias de las razones que has señalado).
A propósito del tema, ¿has tenido oportunidad de revisar el libro: "How to talk about books you haven't read?" de un profe francés y creo que recién han traducido al inglés. Parece ser que llegó a bestseller en Francia (!!!). El enlace de la reseña en el NY Times:
http://www.nytimes.com/2007/11/11/books/review/McInerney-t.html
Raschid
Pero eso no quita que un crítico literario pueda opinar, a veces apasionadamente, sobre otros temas, el caso de los blogs literarios es de hecho un fenómeno de este tipo, aunque en algunas ocasiones cuando se refieren a actividades no literarias, meten la pata, por eso no dejan de ser muy interesantes, los aficionados agradecemos el esfuerzo...
Me parece pertinente acotar aqui lo que olvida decir Gustavo en su ars crítica: La crítica literaria no es una sola, ni puede serlo, ni debería serlo, ni lo será nunca.
Habrán tantos tipos de critica literaria como gustos existan o insondables motivaciones los promuevan: Teórica, académica, de fan deslumbrado, envidiosa, ignorante, enemiga politica, confundida, para salir del paso, para vender, para cumplir con la fecha limite, brillante, descuidada, reveladora.
Cuando leo a un crítico literario busco que éste me señale, como lector especializado, algo que yo como lector menos docto hubiese pasado por alto. Facetas, detalles, interpretaciones que yo no podria descubrir, me gustaría que las apuntara el crítico en su reseña. El crítico para mi sería un amigo que sabe más que yo y que me dice como se relaciona este libro con otros escritos por el autor, sus congéneres o contemporáneos, qué más hay sobre el tema y que aporta este texto en particular, donde tuvo el autor una página feliz o una idea certera.
Emitir juicios es solo una de las modalidades de la crítica. El juicio, aún razonado, cumple el proposito de acercar o alejar al lector del libro. Por eso existen los famosos rave reviews y sus contrarios, que tambien cumple su papel en el mundo literario-editorial, pero que raras veces ayudan al lector.
Lleva razón Gustavo en que si un crítico va destruir de un plumazo el trabajo de dos años de un escritor, debe por lo menos fundamentar sanamente sus criterios. Pero como la crítica es una actividad humana y nuestras motivaciones no son siempre tan diáfanas como se quisiera, la ética en ejercicio de la espada resulta a veces inconveniente cuando no simplemente imposible.
Dicho todo lo anterior tambien hay que añadir que no hay suficientes críticos y que ojala hubiesen más, profesionales y amateurs. Muchos libros se publican y pasan a los oscuros anaqueles del olvido y ese, querido lector, es un destino más cruel para un libro que el alegre sartenazo de un crítico.
Raschid, excelente el link. Aqui una joyita de la reseña del libro sobre como hablar de libros que no has leido:
'(...)he claims that talking about books you haven’t read is “an authentic creative activity.”'
La propuesta es tan hilarante como innegable. Es triste hacerlo por disimulo. Si se hiciera con la malicia del acto creativo, al descaro y de frente, de seguro que sería una actividad más aceptable.
¿Terrorismo literario in vitro?
¿Crítica creativa?
¿Metaficción?
¿Pale Fire?
Estimados Ramón M. y Chapualqo: URGENTE, acabo de terminar “El Alquimista”, ¡compren ya mismo un repelente contra anfibios!
Fuera de bromas, no me gustó nada de nada. Sí me dio una pista de por qué la autoayuda es tan mala. Después de el Alquimista, veo que la autoayuda lo que hace es trasladar la intención de escribir un evangelio a otros géneros. Reconozco que hasta este momento no había pensado en los evangelios como un género, pero incluso así, no creo que cumpla con dar una obra ni entretenida ni aleccionadora ni impactante. Sólo he leído cuatro evangelios por obligación y abandoné "Así habló Zarathustra" (recién comprendo que lo era) a las pocas páginas por aburrido; el único evangelio que he visto con placer es "La última Tentación". Coelho se resbala igual que en Verónica decide morir (claro que en Verónica… es más rochoso porque en apariencia es una novela): los personajes entran cuando el protagonista necesita para no quedarse con las dudas demasiado tiempo; desde cero, un personaje alcanza un nivel de autosuficiencia con tan sólo proponerse andar el camino; todo el mundo habla en frases sentenciosas; a cada rato se encuentran lecciones, como si el universo fuera el manual de un VHS; en fin, es como si el autor estuviera hablando solo y no dejando que hablen los protagonistas. ¿Y metáfora de qué es el diálogo con los elementos? No la agarré. ¿Y qué quiso hacer con el homenaje a Borges (o -por lo que entiendo del prólogo de "Historia Universal de la Infamia"- a "Las Mil y una noches"), es otra vez una metáfora? No creo, porque no tiene que ver con el resto de la obra, creo que simplemente lo puso porque era una buena forma de terminarla.
Enfatizo lo siguiente para que no vayan a pensar que me creo el Palpatine de la literatura: Hay una enorme cantidad de cosas que no entiendo, y que hasta nuevo aviso se quedan entre mis videos de bob Esponja y Benny Hill: "En busca del tiempo perdido", "Finnegan's wake", "Mulholland Drive" y casi toda la poesía del planeta. Piña, tal vez en alguna ocasión en el futuro pueda disfrutarlas. Pero no creo que ese sea el caso de "El Alquimista"
Y un detalle más: "Porque las personas se fascinan con pinturas y palabras y terminan olvidando el Lenguaje del Mundo." A cada rato sale eso: los libros son malos, uno debe confiar en lo que vive, no en lo que lee, porque para aprender a vivir se necesitar vivir y los libros lo alejan a uno de la vida. Supongo que Coelho habrá cambiado de idea luego de haber agotado las existencias de los cuchucientos millones de ejemplares del El Alquimista.
Sí
No estoy de acuerdo con esto:
"(...) la crítica existe como una continuación y un fomento del diálogo entre escritores y lectores (...)"
Después de escuchar varias opiniones sobre Abril Rojo (El Morsa, El Dr. Reed Richards y otros más en Foro69) yo ya dudaba que alguna vez vaya a leer esa novela, pero luego de leer la tuya, en la que yo recordaba que le habías puesto 10 ("... es posible decir que no hay virtud en este libro que no esté emparejada con algún vicio... ", era la frase que yo recordaba, pero luego de releerla, veo que no sacaba ni 05), terminé de ponerle la lápida encima. ¿Para qué perder el tiempo con una novela así de mala?
(Según recuerdo, la opinión de Thays tampoco era favorable, pero esa la lei mucho después. El dato de Ocram, además, podría explicar de dónde viene esa "facilidad del autor para entretejer los hilos de la trama principal, calcular los golpes de efecto, construir espirales climáticas de intriga que son en todos los casos un acierto")
Se puede leer una novela así de mala para tener algo sobre qué conversar o para aprender las técnicas mal usadas (si escuchas un buen chiste, te ríes; si escuchas un mal chiste, te das cuenta de por qué no funciona y hasta puedes pensar en cómo sí funcionaría), pero, en general, uno no quiere leer novelas malas. Así que, quiera o no quiera el crítico -aun si trata de ser rigurosamente objetivo o trata de salir de sus propios prejuicios- el diálogo entre escritor y lector se rompe gracias a él (los críticos son también lectores, como dices, pero son un grupo muy pequeño). Queda, por supuesto, buscar una segunda opinión, pero la función que cumpliría ésta sería la misma.
Como dije una vez donde el Morsa, hay demasiada información, hay demasaidos libros, demasiadas noticias; uno tiene que acudir a los filtros o volverse loco. Yo no veo qué de malo que la función de un crítico sea servir de filtro. Es más, me sentiría estafado si yo leyera la reseña de una novela y me quedara la duda de si la están recomendando o no.
Así que la crítica, por sus efectos prácticos, no es la continuación de un diálogo entre escritores y lectores, sino un filtro previo a él, y una buena cantidad de veces no lo fomenta sino que lo corta.
(Qué tan importante es la crítica en esta función sería otro tema. Las malas reseñas recibidas por Abril Rojo no impidieron que gane un premio y por lo tanto sea el único libro de literatura que haya visto yo en un micro en lo que va del año.)
Hola, Luching
No sé exactamente a qué te refieres con lo de "efectos prácticos". Estoy más de acuerdo con tu párrafo final, en todo caso. Más de una vez he contado lo que me pasó cuando era editor de Somos y escribía la crítica de libros (que en esa época merecía dos páginas enteras en la revista, con al menos una reseña de una página completa, no como ahora): me dediqué a averiguar en las librerías, informalmente, claro, los efectos de mis comentarios. En El Virrey y otros lugares me decían: "invariablemente, cuando tú comentas un libro, las ventas suben, se nota con claridad porque la subida comienza el mismo sábado en que sale la revista. Lo raro es que no importa si tu comentario fue positivo o negativo".
Estoy innovando nuestro idioma combinando "efectos reales" y "en la práctica". (Sí, pues, se me enriedó la lengua)
Cuando hiciste esa reseña sobre Jerzy Kosinski me fui a buscar "Desde el Jardin" a las librerías (y no la encontré por ningún lado). Así que puede ser que simplemente se compraba lo que sea que se pusiera en una revista de circulación nacional, o también las ganas de saber qué se trataba realmente la reseña.
La crítica literaria y musical siempre atrae a la lectura, pero de maneras muy diversas. A veces, me incitan a comprar algo cuando son buenas. Eso me pasó con "Tigre Hircana" de Roberto Zevallos, obra ganadora del premio de novela del Banco Central. Luego de haber leido las primeras 99 páginas de ese soponcio de prosa catatónica (ahí me quedé, porque no soy masoquista para terminarla), me di cuenta de que las elogiosas reseñas, provenientes de los propios jurados, sólo trataron de justificar su fallo. Por otro lado, cuando Iván Thays destrozó el "Album de Fotos" de Pedro Salinas, sentí una curiosidad... digamos, casi morbosa por ver qué tan malo podía ser. El Sr. Thays estuvo acertado: el libro es, realmente, una vergüenza.
El hecho es que, para bien o para mal, las reseñas provocan leer, lo cual me recuerda una frase de un conocido personaje que ya no está con nosotros: "Que hablen bien o que hablen mal, pero que hablen"
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