29.2.08

Miopía

Nuevos maestros y críticos que no ven

Decenas de veces he escuchado (o dicho) cosas como ésta: un buen profesor de literatura puede especializarse en un sólo género, en un sólo periodo histórico, incluso en un solo modelo teórico, pero tiene la obligación de conocer algo acerca de todos, o al menos de muchos.

La noción del profesor de poesía que sabe poco o nada sobre narrativa, por ejemplo, o viceversa, me ha resultado siempre no sólo sospechosa, sino también irritante, tanto como la idea del crítico que parece conocerlo todo sobre el siglo dieciséis pero vaya uno a preguntarle qué pasaba en el mundo en 1499 o en 1601...

Hace bastante tiempo estoy convencido de que el género literario más saludable, el de mayor audacia creativa, el que experimenta la transformación más singular en la última década y, quién sabe, acaso se convierta en el género clave del siglo veintiuno, es el de la n
ovela gráfica. Si el siglo XIX fue el siglo de la novela, el XXI será el siglo del cómic.

Creo que tras la generación que llevó al cómic de la literatura infantil
a la transposición de especies (Will Eisner, Hugo Pratt, Oesterheld, Solano López, etc), y tras la siguiente, que consolidó las posiblidades narrativas del género y afirmó su capacidad de lidiar vastamente con cualquier tema (Robert Crumb, Art Spiegelman, Alan Moore, etc), lo de hoy es una explosión de sutilezas sin precedentes: Daniel Clowes, Chester Brown, Charles Burns, Alison Bechdel, Gipi, etc. O el maestro Chris Ware.

Sin embargo, uno todavía se encuentra frecuentemente con críticos literarios que nunca en su vida han abierto una novela gráfica, o que suponen que los "dibujitos" son todos clones de Archie o del Pato Donald: cuentos para los niños que aún no se arriesgan a leer libros sin figuritas, o para adultos que se quedaron con un pie en la cuna. (No ayuda mucho el hecho de que el ochenta por ciento de los amantes de los cómics no pasen de Batman y el Hombre Araña).

Para mí, esos críticos son reliquias de una época en que la literatura tenía una rama menos: ya no son capaces de percibir el paisaje general (no ven the big picture: no pun intended) de las artes narrativas contemporáneas. Y además, lo son de un modo grave: no sólo están perdiéndose de un área completa de la literatura: están dejando que se les pase por alto toda una revolución en el lenguaje narrativo de nuestro tiempo.

El fenómeno no sólo los va a dejar desconectados de los lectores del futuro: los va a dejar desconectados de sus propios hijos.

¿Se han fijado alguna vez en esas personas que van a un museo extraordinario y caminan frente a los cuadros más importantes de la pintura occidental y ponen cara de cultos, y, sin embargo, si uno los mira con atención, descubre que pasan más tiempo leyendo los cartelitos con los títulos de los cuadros y las explicaciones de los curadores, que mirando las pinturas? Esas son las personas entrenadas en el modelo viejo, que pueden eventualmente apreciar las artes plásticas, pero que, cuando tienen la imagen y la palabra escrita juntas, yuxtapuestas, sólo pueden optar, mecánicamente, por la segunda. Los críticos literarios suelen ser el non plus ultra de esa variante.

Recuerdo a la amiga que me decía que había leído Fun House, la novela gráfica de Bechdel, en una hora. Casi me dio miedo confesar que a mí me tomó varias noches. Pero el hecho es que para leer esa novela en una hora hay que dedicarle quince segundos a cada página, es decir, el tiempo justo para leer los diálogos, sin un sólo instante para disfrutar del diseño general de la hoja abierta, ni el de cada página, ni mucho menos el de cada panel, ni un solo minuto para asimilar un poco el sentido de esas composiciones, como si la figura visual del cómic fuera enteramente gratuita.

Y ya hablando del tema: ¿cuántos profesores universitarios de literatura les piden a sus estudiantes que le echen una mirada a alguna novela gráfica? ¿Cuántos en Estados Unidos? ¿Cuántos en el Perú?


Imágenes: Carátula de Louis Riel, de Chester Brown; secuencia de Black Hole, de Charles Burns; panel de Safe Area: Gorazde, de Joe Sacco.

El quipu es chileno

Y, ciertamente, es todo un honor

A través de un mensaje que llega a la bandeja de entrada de mi correo electrónico, el blog sureño LibrosDeMentira es el más reciente en unirse a la cadena de ya casi treinta bitácoras que colaboran con el Proyecto Quipu.

Sus administradores son
Luis Cruz y Gabriel Oyarzún y el blog está formado por un grupo de periodistas egresados de la Universidad de Santiago de Chile que "busca la difusión de la literatura y sus temas relacionados en la red".

Ayer,
LibrosDeMentira publicó en su bitácora un post muy entusiasta sobre el proyecto, en el que se describe la magnitud de la cooperación entre los bloggers peruanos y termina preguntándose: "¿Y Chile? Bien, gracias". Alguna vez teníamos que dar el ejemplo en algo.

28.2.08

Atención

Más recomendaciones de la blogósfera

Sin siquiera pedir permiso, me robo completo un pequeño post de Daniel Salas en el Gran Combo Club, donde anuncia los nuevos enlaces del GCC a tres bitácoras interesantes:

"He enlazado nuevos blogs en la lista de vínculos del Gran Combo Club:
Bloody Hell, de Luis Aguirre (un blogger con muchas ideas y con quien se puede discrepar), Apellidos Peruanos de Guillermo Huyhua y Rosa Arroyo (léanlo, es interesantísimo por su esfuerzo de recuperar el significado de nombres y apellidos nativos) y Fujimori on Trial: Fujimori Procesado, una bitácora obligada para seguir al detalle el proceso al ex presidente. Provecho".

Aunque todos merecen mucha atención, quiero recomendar en particular el tercero de esos sitios:
Fujimori on Trial: Fujimori Procesado, de Praxis, Institute for Social Justice, que no sólo trae información diaria sobre el avance del juicio, sino análisis legal y discusiones relacionadas con el proceso, afortunadamente desprovistas del amarillismo tan frecuente en nuestra prensa y, particularmente, en nuestra blogósfera.

Revisitaciones

¿En qué andan mis blogs favoritos?

Alberto Fuguet ha transofrmado su blog en una cosa insólita: poco menos que una campaña de difusión de la obra de otro narrador, el colombiano Andrés Caicedo, muerto hace mucho, como se sabe, uno de los raros de la región, uno de mis escritores caníbales favoritos. En el blog de Alberto pueden ver noticias sobre la antología que prepara de la obra de Caicedo y una larga entrevista acerca de cómo le nació la pasión por el colombiano.

Álvaro Bisama sigue en onda cómic (algo se mueve en Chile en el mundo del cómic, intuyo, algo grande): su penúltimo post reproduce fragmentos de una interesante entrevista de Sean T Collins a Paul Pope, el sólido y peculiar novelista gráfico norteamericano. La entrevista va de Matthew Barney a Oscar Wilde a Batman a los Transformers.

Carlos Sotomayor reproduce en su blog una entrevista suya de hace varios años a José B. Adolph, el escritor peruano, de origen austriaco, muerto en la pasada semana. Mucho que decir sobre best sellers, ciencia ficción, pulp fiction y basura crítica.

Edumundu Paz Soldão, en su Río Fugitivo, no se cansa de postear a dos, cuatro o seis manos: una nota sobre la editorial Periférica (la que puso Los Rolling Stones en el Perú en librerías españolas); un artículo sobre el síndrome de los nuevos raros japoneses: los hikikomoris (denle una mirada); y hasta un Cuento con dictador y tarjetas, a propósito de la semicaducidad de Fidel Castro.

(A propósito de Fidel: un chiste de David Letterman: "Se dice que ahora que Fidel Castro ha decidido dar un paso al costado, estaría decidiendo si dejar su cargo en manos de su hermano Raúl Castro, o en manos de su hijo idiota Fidel W. Castro". Vale).

Idelber Avelar, en O Biscoito Fino e a Massa, convertido en finísimo analista de las primarias demócratas en Estados Unidos, dedica un sofisticado post a explicar su previsión de que Barack Obama ganará las elecciones en Texas, recogerá un número importante de delegados, y, con ello, probablemente, ya esta misma semana, la nominación del Partido Demócrata a la candidatura presidencial. Idelber además anuncia cobertura en tiempo real para el día de las primarias.

Iván Thays toma el sol en Puerto Rico con su anfitriona Mayra Santos Febres, serena morena, vestida y sin pena.

Y Mike Wilson revela el misterio de la carátula de El púgil, su esperada novela, para cuya segunda edición deberá incluirse en contratapa un one-liner mío que empezaré a pensar desde ahora mismo. Aunque nadie sepa quién soy yo. Puedo firmar con seudónimo, faltaba más.

PD: El chiste de Letterman era casi como yo lo recordaba:



Imagen: Parke Harrison.

Mutante contra mutante

Esperando cierta crítica de Toda la sangre

Más de una persona me ha contado en estos días que el último número de Ajos & Zafiros trae un ensayo del profesor Miguel Ángel Huamán sobre mi libro Toda la sangre: antología de cuentos peruanos sobre la violencia política.

Ne interesa, obviamente, leer el ensayo: se lo he pedido a un amigo que, supuse yo, trabajaba en la revista, pero descubro que ya no.

Se lo he pedido también a uno de los editores de
Ajos & Zafiros, José Cabrera Alva, quien me dijo que ya pronto me enviaría el artículo en un documento de Word (para evitar la demora de mandar un ejemplar impreso por correo postal). Mientras sigo esperando que la amabilidad de José se cristalice, me encuentro con pasajes del ensayo en internet.

[PD: amabilidad que José supo coronar hace unos minutos: acabo de recibir en mi correo electrónico una copia del ensayo].

Los hallo, para más señas, en el blog del crítico mutante
Víctor Coral. Cuando llamo mutante a Coral, aclaremos, no me refiero a que esté desarrollando un tórax paralelo, no insinúo que le haya surgido de pronto una nariz nueva en la nuca (que sería para olerte mejor): me refiero a la cataclísmica rapidez con que es capaz de mudar su valoración de un libro; él, que, se supone, es un crítico literario y tiene las cosas claras.

Si el artículo del profesor
Huamán fuera como lo describe Coral, entonces el artículo sería bastante endeble, pero lo dudo mucho y, en todo caso, ese juicio me lo tendré que reservar para luego de leerlo entero, como es obvio: Coral es capaz de deformar cualquier cosa: es un crítico mutante transitivo. Lo realmente curioso es contrastar los dos textos que enlazo a continuación:

A) El post con el que Coral, esta semana, después de tantos meses de tozuda pataleta contra mí, no sólo elogia el ensayo de Huamán, sino que parece esgrimirlo en contra mía, como una dama madrileña de moño y peineta esgrimiría su abanico contra el fantasma del soponcio por venir. Con gran impotencia, dicho sea de paso: con la impotencia de quien descubre que otro crítico es capaz de articular la crítica que uno simplemente no puede construir (sin morderse la cola: problemas de la mutación).

B) El post de Coral de hace un año y tres meses, en el que el crítico mutante, antes de la mutación, no notó ni lejanamente ninguna de las cosas que ahora critica Huamán y que hoy él suscribe transido por la emoción. Y cuando las mencionó, cuando aludió a los que para Huamán son defectos, lo hizo para alabarlos como virtudes. Incluyendo su idea de que mi libro era "un hito", "fundacional y referente ineludible", clave para "hurgar en los pliegues de nuestra tragedia colectiva", una obra "absolutamente necesaria para comprender el que tal vez sea el problema mayor de nuestra sociedad".

¿Con cuál
Coral se quedan, con el que escribió eso hace un año o con el que, hepatitis de por medio, parece ver el libro ahora con los ojos de otra persona y las ideas ajenas, sin el menor respeto por las suyas propias o por la buena memoria de sus lectores? Yo, como siempre, no me quedo con ningún Coral: para mutantes, prefiero los del Planeta de los simios. Yo sigo esperando, con anticipación del deleite, el ensayo del profesor Huamán.

27.2.08

Kertész y Borges

El húngaro como espejo del argentino

Para Jorge Luis Borges: políticas de la literatura --libro editado por Juan Pablo Dabove y que el Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana publicará en Pittsburgh en las próximas semanas-- escribí un ensayo relativo a los cuentos en que Borges se aproximó al tema del Holocausto, o de la locura hiperracionalista del nazismo y sus oficiantes.

El tema siempre me ha llamado la atención: la inmediatez, casi simultaneidad con que
Borges abordó esos asuntos en su obra, mucho tiempo antes de que las literaturas europeas asimilaran el fenómeno y se sintieran capaces de transformarlo en ficción.

Para quienes escriben desde la teoría del trauma, por citar solo una inclinación crítica entre tantas-- la prontitud de la reacción borgiana solo se explica en función de la distancia --física, material, y sobre todo psíquica-- entre el autor y el hecho.

Siempre me llamó la atención la significativa polisemia de los textos borgianos ligados al tema ("El milagro secreto", "Deutsches Requiem", un cierto número de prosas breves, para citar solo los casos explícitos): esos textos hablaban directamente sobre el asunto alemán, judío y europeo en general pero eran también advertencias transparentes ante la inminencia del totalitarismo y el exceso de los chauvinismos nacionalistas en Argentina y la región.

Si uno tiene eso en cuenta, descubre que
Borges no escribió sobre el Holocausto (mientras ocurría, antes de que recibiera ese nombre, o apenas concluido y en los meses siguientes al juicio de Nuremberg) porque se sintiera lejano a él y pudiera manipularlo como un especimen de laboratorio: lo hizo precisamente porque se sentía ligado a todo ello y, sin embargo, la situación marginal de su mirada le permitía establecer analogías indiscernibles para quienes observaran el asunto muy de cerca.

Siempre me pregunté si habría un caso similar pero desde la perspectiva opuesta. Ahora quizá esté cerca de responderme la pregunta: acabo de comprar, y apenas hace veinte minutos he empezado a leer una novela de Imre Kertész:
Detective Story, libro publicado en húngaro en 1977 pero apenas traducido al inglés ahora y publicado hace una semana (ignoro si existe ya en español; ojalá que sí).

El texto es la ficcional confesión de un criminal de guerra latinoamericano, un tal
Rojas Martens, torturador que formaba parte de un régimen dictatorial que acaba de colapsar y que un día, en prisión, durante las semanas que dura su jucio, decide escribir de propio puño un texto en el que explicará la lógica de su participación en los crímenes de la dictadura, una lógica que, dice, le resultó clara antes de los hechos y se le ha vuelto clara nuevamente después, pero que se borró de su mente, de alguna forma, durante la comisión de sus crímenes.

Kertész, judío húngaro y sobreviviente de Autzschwitz, célebre por sus novelas sobre el Holocausto, parecería haber escrito la réplica casi perfectamente simétrica, del "Deutsches Requiem" de Borges, asumiendo como objeto literal una dictadura sudamericana para hablar sobre ella y sobre el caso europeo, así como Borges había hecho lo contrario. Hay, claro está, un elemento que perturba la analogía: Kertész sí fue una víctima directa, en un sentido vivencial que va mucho más allá de cualquier relación que Borges haya podido tener con cualquiera de los autoritarismos que estaba criticando. Eso sólo hace la comparación más interesante.

Apenas termine de leer el libro les digo más.
Por ahora:

Capítulos 1 y 2 de la novela, en el New York Times.
Crítica de Richard Rayner en Los Angeles Times.
Crítica de Nathaniel Rich en el New York Times.
Crítica de Elizabeth Bachner en Bookslut.

Foto tomada de aquí.

26.2.08

Empieza la lectura

Comienza la fase de selección en Quipu

Una pequeña puesta al día: desde la convocatoria de Quipu, dos semanas atrás, han llegado al correo del proyecto más de sesenta contribuciones --la mayoría de ellas son cuentos, también hay poemas.

Se han unido tres decenas de blogs y una radio y han ofrecido la publicación en libro cuatro distintas editoriales (la opción principal, claro está, la tiene la sigue teniendo la primera de ellas, Mesa Redonda).


A los evaluadores se les ha enviado el primer grupo de textos candidatos esta misma tarde; según cómo avancen con su trabajo podremos decidir cuándo exactamente será la publicación del primer texto seleccionado.

También se ha llegado a cierto consenso en lo siguiente: los textos de mejor calidad que no resulten elegidos en una quincena determinada automáticamente serán considerados candidatos para la quincena siguiente, y así de modo sucesivo.

Esto, para no desestimar por completo las posibilidades de un texto apreciable.
Como siempre, quienes cumplan con alguno (basta uno) de los requisitos de la convocatoria, pueden enviar sus textos al correo: gfaveron@gmail.com

Cuadro de Saturno Butto.

25.2.08

Chiquipedia

Por qué nunca está de más leer antes de escribir

Quienes le hayan echado una mirada a mi post anterior habrán querido identificar al teórico de la conspiración al que me refiero. Para ser justo, diré que es un compuesto de varios personajes.

Pero tampoco hay que ser hipócrita: evidentemente la piedrita basal del personaje, su grano de arena fundamental, es César Hildebrandt, y el gatillo reactor fue su artículo de hoy en el diario La Primera, titulado
Por qué odio los Oscar.

Pues bien, si los odios y los amores fueran asuntos racionales, dado que casi todos los datos que ofrece Hildebrandt en su artículo para explicar su odio son errados, el susodicho baixinho tendría que empezar a amar los óscares en este preciso instante. Y a rabiar.

¿Cuales son los datos? Pasemos a verlos, en la voz del mismo Hildebrandt:

"La llamada Academia... –un club endogámico donde los actores se premian entre ellos, las actrices se van rotando en el trono de mimbre y el lobby judío ejerce una influencia enorme– jamás premió a Hitchcock o a Kurosawa, a Bergmann o a Fellini".

Primero, un dato para el cinéfilo y ortógrafo Hildebrandt: Bergman se escribe con una sola "n". Segundo: tres películas de Bergman ganaron el premio a Mejor Película Extranjera, y Bergman fue nominado además otras nueve veces en categorías distintas y recibió un premio honorario especial de la Academia.

También una cinta de Kurosawa recibió un premio a Mejor Película Extranjera. Y Kurosawa mismo mereció un premio honorario por su carrera completa. Y Fellini... Bueno. Ningún otro cineasta en el mundo ha dirigido tantas películas ganadoras del Oscar a Mejor Cinta Extranjera como Fellini: cuatro en total.

"Nunca premiaron a Richard Burton porque les caía gordo que fuera tan borracho, tan talentoso y tan exitoso con sus mujeres (y que, además, recitara con voz de guarapero mundial a ese otro borracho glorioso llamado Dylan Thomas)".
Notable: los miembros de la Academia, nos informa el mejor periodista del Perú, nunca premiaron a Richard Burton porque recitaba poemas de Dylan Thomas (particularmente notable si uno descubre que Dylan Thomas era miembro de la Academia, como también Richard Burton, obviamente). Lo que olvida mencionar Hildebrandt es que la Academia nominó a Burton siete veces. ¿Lo hizo porque a sus miembros "les caía gordo que fuera borracho, tan talentoso y tan exitoso con sus mujeres"? Extraña forma de aborrecerlo, sin duda.

"No premiaron a Orson Welles por Ciudadano Kane, pero le dieron once de esas cosas doradas a Titanic, un naufragio de película".

Desbarrada. Orson Welles compartió con su socio Mankiewicz el Oscar al mejor guión original por Ciudadano Kane, y la película recibió ni más ni menos que nueve nominaciones. Todos los amantes del cine, y todos los fans de Welles, han leído alguna vez la historia (que Hildebrandt pudo haber encontrado en Wikipedia, ahora que se ha vuelto un cyberpunk): muchas salas comerciales rechazaron Ciudadano Kane porque el público no entendía qué era y abandonaba la cinta a la mitad; y debido a ello el estudio descuidó y postergó su distribución nacional, de modo que muchos miembros de la Academia no tuvieron siquiera la oportunidad de verla antes de la votación de aquel año.

"Le dieron once de esas cosas doradas a Titanic, un naufragio de película. Y encima convirtieron en non plus ultra como actriz a Kate Winslet, de quien nadie hablará dentro de cinco años".

Kate Winslet nunca ha ganado un Oscar. Fue nominada por Titanic, y por otras cuatro cintas, pero jamás ha ganado. (¿Será que recita a Dylan Thomas?). Y, por cierto, Titanic fue hecha hace once años. Si todavía le quedan cinco años más de fama a Winslet, no estará nada mal: más de quince años en total, en lugar de los quince minutos que calculaba Warhol. Y por cierto, es una estupenda actriz.

"Y en un año en el que había que premiar a actores negros porque así lo exigía lo políticamente correcto, entonces le dieron su Oscar a Forest Whitaker, uno de los peores actores que he visto en varias décadas de cinéfilo. Pero, claro, se lo dieron porque hizo el papel de Idi Amín y, en ese caso, la presión del lobby judío –el rescate de Entebbe: negro caníbal versus inteligencia israelí– hizo lo suyo. Como hizo lo suyo a la hora de premiar al insoportable Roberto Benigni por “La vida es bella”, una huachafada insultante para quienes de verdad sufrieron los horrores de los campos de exterminio nazis".
La primera frase de ese párrafo es lo más antojadizo del mundo: ¿por qué en el 2007 era políticamente correcto premiar a un actor negro y en el 2008 no ha sido políticamente correcto siquiera nominar a uno? Tonterías. Y decir que Forest Whitaker es un mal actor... Cualquiera que haya visto al menos Ghost Dog y The Crying Game sabe que decir eso es, por decir lo menos, un disparate.

Pero la otra parte del párrafo es la increíble. Préstenle atención: Hildebrandt dice que a la película sobre Idi Amín se le dieron reconocimientos porque el "lobby judío" entró a tallar para que se la premiara, esto debido a que la cinta discriminaba a los negros y destacaba la inteligencia heroica de los israelíes. Dejemos de lado la idea delirante de que se le dé un premio a un negro por una cuestión de corrección política debido a su actuación en una película que retrata a los negros como caníbales. Eso sólo lo entiende Hildebrandt. Aun más alucinante es lo otro: la idea de que el mismo "lobby judío" haya ejercido presiones para que se premiase a una cinta "insultante" contra las víctimas del Holocausto... ¿En qué cabeza cabe? Ustedes dirán.

"Y a El hombre elefante, ni el cobre".
No tanto. El hombre elefante fue nominada a ocho óscares. Y su director, David Lynch, que por supuesto ya debería haber ganado más de una vez, ha sido nominado él mismo cuatro veces como mejor director o mejor guionista. Por cierto: Lynch hace activa campaña para los óscares cada vez que una película suya está en competencia.
"No nominaron a Jodie Foster por Pequeño Tate,una película brillante, pero sí a Sofía Coppola por Lost in Translation, un aborto pentamesino de película".
¿Little Man Tate? Esto debe ser broma. Little Man Tate es una película cualquiera, una película para ver por la tarde del domingo si y sólo si el control remoto está demasiado lejos del sofá. Hildebrandt es inmensamente más conservador y tiene peor gusto que la Academia. Él critica "la elección sistemática de lo banal y lo externo" que ve en la premiación de la Academia. Si Little Man Tate hubiera recibido un Oscar a Mejor Película, sería sin duda el caso más bochornoso e inexplicable de toda la historia de los óscares.
"Lo que a mí me parece premiable no lo es para la mafia de Los Ángeles y lo que es maravilloso para la mafia a mí me parece, casi siempre, un fiasco".
Quizás eso demuestre que la Academia no siempre se equivoca. Como podrán comprobar, por ejemplo, quienes hayan visto a Javier Bardem a Daniel Day Lewis y a Marion Cotillard (foto) en las películas por las que fueron premiados ayer.

(Valdrá seguirla)

El teórico de la conspiración

La inteligencia, la tontería y los cabezazos

Inventar teorías conspirativas y suponer grandes organizaciones de maleantes conjurados allí donde no existe nada parecido no es la forma de pensar de los paranoicos; es la forma de pensar de los zonzos.

La perfecta teoría conspirativa es tonta precisamente porque se supone a sí misma como una explicación sin fisuras pero a la vez incontrastable con los hechos, con la realidad, porque el teórico de la conspiración siempre está convencido de que los hechos de la realidad le son ocultados adrede.

Vivimos rodeados de ese tipo de pensamiento. Viene a veces en formato monstruosamente grande: los antisemitas que inventaron la conspiración judía mundial y los protocolos de los sabios de Sión. A veces viene en un formatito decrépito y enano: el opa que piensa que las películas que le gustan no ganan el Oscar porque los miles de miemrbos de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, desde Michae Moore hasta Sean Penn, forman "una mafia" que responde a los intereses del "lobby judío"
.

Las teorías de la conspiración producen literatura atractiva, porque son básicamente la invención de un mundo paralelo y de sus reglas propias. Por ese mismo motivo, las teorías de la conspiración no producen buenas explicaciones de la realidad: porque están desprendidas del universo y de su lógica.

El teórico de la conspiración repasa, rebusca y trajina tomos y tomos: no está leyendo, sin embargo, porque para leer hay que tener la mente abierta. Está buscando un pedazo de papel con la forma de la pieza que le falta a su rompecabezas, pero la busca tijera en mano: al final le dará todos los recortes que la hagan calzar con su expectativa. El teórico de la conspiración no lee con la cabeza, sino a cabezazos.

El teórico de la conspiración parece inteligente, a veces razonable y casi siempre enciclopédico. Lo que ocurre es que es el único ser sobre la tierra que ha reunido tanta información en apariencia coherente sobre el mundo en el que habita. El problema es que nadie más habita en su mundo.

El teórico de la conspiración tuvo alguna vez un problema de conciencia, pero lo ha reprimido: tiene que ser así; para que todos los datos de su mundo calcen en una sola gran explicación (para que él sea el dueño de la única verdad sobre la tierra), ha tenido que inventar muchas mentiras: ha llegado a pensar que no hay diferencia entre la gente que hace algo malo y la gente que le cae mal: al fin y al cabo, todos son piezas de una maquinaria que funciona en contra de él.

El teórico de la conspiración vive siempre en peligro: le puede sobrevenir un derrame cerebral tras constatar que su píldora para la diabetes es fabricada en Chile (tierra de enemigos naturales); o un infarto al ver que un rabino se ha mudado al departamento de al lado; o un paro respiratorio al descubrir que, por efecto sin duda de una conjura universal, su noveleta churrigueresca se pudre y se apolilla sin encontrar lector en los sótanos de las librerías limeñas.

¿La crítica no aplaude al teórico de la conspiración cuando se vuelve novelista? Eso es prueba de un complot en los mass media. ¿Las mujeres no se agachan a mirarlo cuando pasa con su chupete, su triciclo, su yoyó y su gorrito de hélice por la vereda? Sin duda el feminismo radical les ha lavado el cerebro. ¿No todos se le rinden y no todos concuerdan en que él es el periodista vivo más vivo de todos los tiempos? La Casa Blanca debe de haber dado esa orden.

El teórico de la conspiración tiene las herramientas para ser un intelectual (es, si se me disculpa la broma, un intelectual en bruto), pero no tiene amor por la verdad, y eso lo estanca, le pesa sobre los hombros y no lo deja crecer.

3 artistas

Regreso de Boston, con novedad en el frente

Concierto de los Super Furry Animals: para envidia de Fernando Velásquez, estuvo extraordinario: dos horas, todos los viejos hits, lo mejor del nuevo disco, diálogo con el público, público saltarín, buena onda. Y el Paradise Rock (donde, entre otras cosas, tuvo lugar el debut norteamericano de U2) es un espacio genial: entran sólo 500 personas, sin asientos, con un gran bar detrás: desde cualquier lugar estás a un paso del escenario.

También me di una vuelta por dos lugares legendarios de Boston: Newbury Comics y Comicopia, dos tiendas donde uno se podría quedar a vivir. Las visitas me sirvieron para completar mis colecciones de tres de mis autores preferidos en el mundo de la novela gráfica.

Hablo de Seth (seudónimo de Gregrory Gallant), Chester Brown y Joe Matt, que son, además de personas reales, personajes literarios: cada uno de ellos aparece ficcionalizado en la obra de los otros dos, con enorme frecuencia.

En los libros de Seth, el flaco y caballuno Chester Brown es un oyente si
lencioso, un amigo telefónico que sólo habla para decir verdades innegables. En los libros de Chester Brown, Seth es una suerte de freak ultracivil, vestido siempre al modo de los años cuarenta, y una especie de súper ego de Brown, su fuerza represiva y el rincón donde se esconden sus aprensiones.

(Seth es realmente un ser peculiar: en verdad viste con ternos de corte antiguo, sombreros al estilo Chicago en la gran depresión, corbatas con prendedor y camisas de puño y mancuernas; colecciona tiras cómicas de los años veinte y odia cualquier teconolgíacreada en las últimas cinco décadas).

En los libros de Joe Matt, los otros dos son incluso más relevantes: Brown y Seth --sobre todo Seth-- son como los padres ausentes, o los padres vicarios, el ancla de madurez que el hiperinfantil Matt necesita a gritos. Aunque Joe Matt es californiano, vivió catorce años como ilegal en Canadá. Eso dice ya mucho de él: para que un norteamericano no regularice su situación migratoria en Canadá, la persona en cuestión debe tener graves problemas con las figuras de autoridad. Y graves problemas para comportarse como adulto, para decirlo más transparentemente.

Seth y Brown son canadienses de nacimiento, y en su país trabaron amistad con Matt. Los tres son parte del catálogo de Drawn & Quarterly, una de las editoriales cruciales en el mundo de la novela gráfica. Son un mundo aparte; leer las obras de los tres simultáneamente, o en un lapso breve de tiempo, es meterse súbitamente en los tejidos más recónditos de una amistady mirarla desde muchos puntos de vista contrarios y contradictorios, pero empáticos.

Los tres, Seth, Matt y Brown (mi favorito) son parte de esa altísima ola de creatividad pop que, viniendo de Canadá, ha barrido los Estados Unidos de norte a sur, con bandas musicales, colectivos de enorme creatividad, experimentos en artes plásticas, una cinematografía cada vez más compleja, y una generación literaria vigorosa. En general, el gran rasgo en común parece ser la orientación al intimismo, o el regreso al intimismo, si se prefiere.

Si quieren leer cosas de cada uno, les tengo que recomendar muchas, pero empezaré por The Poor Bastard y Spent, de Matt; It´s a Good Life, If You Don´t Weaken, de Seth; y I Never Liked You y Louis Riel, de Chester Brown (la última, Louis Riel, es una de las mejores novelas gráficas de temática histórica que he leído en mi vida, muy diferente de todo el resto del trabajo, personal, intimista y autobiográfico de estos tres dibujantes-narradores).

Imágenes: de arriba abajo: autorretratos de Chester Brown, Joe Matt y Seth.

22.2.08

Super Furry Animals

(Supongo que la foto traduce bien el título)

Otro fin de semana; otro viaje a Boston; otro tour por las librerías, las disqueras y las tiendas de cómics; y otro concierto.

Esta vez,
The Super Furry Animals en el Paradise Rock Club. A ver qué tal es el grupo en vivo. Olvidé contarles la semana pasada que el concierto de Cat Power en el Orpheum fue absolutamente notable; esta vez prometo decirles cómo va la cosa con los galeses.

Les pongo algunos videos de la banda. Primero la canción más ingenua y simple de todas las suyas,
Hello Sunshine. Luego la más malhumorada: The Man Don't Give a Fuck, en una versión en vivo realmente buena (que ojalá sea anuncio del concierto de mañana). Curiosamente, en el video parece censurada la palabra clave del coro; en fin.

Luego coloco el item más romántico de su discografía:
Fire in my Heart. (Romántico es un decir, en el fondo, sin atienden a la letra). Debajo de esa, les dejo el video de Run-Away, que es la canción de The Super Furry Animals que más suena últimamente, aunque para mí, de ese disco, lo mejor, de lejos, es Battersea Odissey (no hay un video de esa excelente canción en YouTube que tenga un sonido aceptable, pero pongo aquí, de todas maneras, una versión en vivo grabada a la mala por algún fan en un concierto en DC la semana pasada).

Hello Sunshine



The Man Don't Give a Fuck



Fire in my Heart



Run-Away



Battersea Odissey


21.2.08

Adiós

Hoy murió el buen José B. Adolph

José Adolph fue una de las pocas personas a las que no dudaría en llamar un amigo a pesar de no haberlo visto jamás en persona.

Salvo una vez, cuando yo era cachimbo: lo vi trepándose a un bus en la puerta de la Católica, y alguien me dijo que ese era él: jamás lo había leído, sabía poco sobre Adolph, pero era, creo, el primer escritor de verdad al que veía en mi vida.


Más de veinte años después, José empezó a escribirme con frecuencia, comentando en secreto, con su humor renegón pero empático, con esa especie de malicia sin maldad que era el tono más común de sus emails, las idas y venidas de este blog y de los otros.

Luego me incluyó en una lista suya de correos en la que dejaba chistes y chismes y bromas y enlaces extraños casi todos los días. Andaba colgado de internet, bajaba videos, encontraba las páginas más increíbles y las compartía con todos sus amigos.


Una vez le pedí un libro suyo imposible de encontrar en librerías. Se ofreció a mandármelo. Yo estaba en Maine y no quería hacerlo correr con los gastos de envío, así que le pedí a mi amiga Etty, la mamá de mi esposa, que pasara por la casa de José en Lima para recogerlo.

Cuando Etty llegó,
José la estaba esperando con un paquete de cinco o seis libros suyos que quería regalarme, y todavía le dio copias adicionales a Etty, y la invitó a quedarse un rato, y en medio de la conversación terminaron por darse cuenta de que el papá de Etty --judío como Adolph, en Lima, una ciudad con tan pocos judíos-- había sido amigo de José muchísimos años atrás.

"Yo hace tiempo que dejé de sentirme judío, pero a la vejez he vuelto a encontrarme con todo eso, y estoy como aprendiéndolo de nuevo", le dijo.

Siempre es una cosa triste perder a un amigo. Es una sensación extraña perder a uno al que no se tuvo nunca la oportunidad de abrazar o de tener cerca. Quiero aprovechar este texto y hacérselo llegar a José como si fuera ese apretón de manos que nunca le di.
Shalom aleichem, José. Alav hashalom.

Qué bonita tu huelga

La protesta agraria y el corso de Wong

Hay muchas maneras de ser represivo. Una muy poco original es la que pone en práctica Fernando Vivas en su artículo de hoy en El Comercio, titulado Mejora tu lucha.

Comentando las recientes protestas agrarias, Vivas responsabiliza tibiamente, en media línea, al gobierno por las muertes de los huelguistas. Pero a lo largo de su columna atribuye reiteradamente la culpa de toda violencia a las comunidades que llama, con la palabra más colonial del diccionario, "alzadas".

No es curioso el léxico colonial. Vivas coquetea con él, e incluso con la taxonomía más cruda del racismo, varias otras veces en su artículo. Por ejemplo, cuando, con humor fallido, describe la actitud de los huelguistas de este modo: "la violencia estalla en sus rostros y queda al desnudo la furia atávica de los no contactados. Por movimientos políticos, quiero decir".

Más lamentable (y extrañamente ingenuo) es este pasaje, que Fernando añade luego de varias líneas en las que dice defender el derecho de protesta de los trabajadores y reclamar sólo contra las protestas violentas:
"Hay que profesionalizar y tecnificar la protesta. Y hacerla más imaginativa, para que sea la creatividad y no el trágico saldo de muertos y heridos lo que asegure su repercusión mediática. Que no se pierda la relación simbólica entre la reivindicación y la forma de lucha. ¿Qué tiene que hacer, por ejemplo, el reclamo de mejores condiciones para el agro con cerrar el tránsito? Si son campesinos, que enarbolen los frutos de su tierra. Perdido su simbolismo, la lucha puede perder sentido ante la sociedad".
Vivas les pide a los huelguistas que, si van a protestar, lo hagan con un poco de imaginación y otro poco de fantasía, como si una huelga fuera una canción de Yola Polastri. Y les pide además que no quemen llantas: "si son campesinos, que enarbolen los frutos de su tierra". Da la impresión de que Vivas confunde la huelga agraria con el corso de Wong.

(A propósito: no entiendo quién puede ignorar la relación que hay entre un paro agrario y el cierre de carreteras. Si Vivas quiere en verdad descubrir el simbolismo del asunto, quizá haría bien en imaginar qué pasaría con su despensa y su ensalada de frutas tras unas cuantas semanas de carreteras bloqueadas. Entonces, quizá decida agradecer a los protestantes que se hayan conformado con el simbolismo de bloquear la carretera por unas horas y no por unos meses, como tantas veces se ha hecho, por poner un ejemplo cercano, en La Paz ).

Échenle otra mirada al primer párrafo del artículo:
"El derecho a la protesta es sagrado. Cuando viajo y veo una marcha --porque en todas partes se acatan paros y se cuecen habas-- suelo acercarme para indagar por la razón del pacífico pataleo. Y si está clara y creativamente impresa en banderolas y volantes, lo más probable es que me coja un 'feeling' solidario".
¿No es tierno? Fernando se pone 'feeling', y acaso le asoma un lagrimón que le rueda por la mejilla y se le mezcla con la Inca Kola, cada vez que ve una huelga bonita, con protestantes que hayan invertido en banderolas con lazos y moños multicolores y volantes -- y quizás cadenetas y pompones y coreografías que le hagan entender al ojo sofisticado del crítico viajero, de modo simbólico, claro está, que los alegres manifestantes se mueren de hambre y que los derechos de los productores campesinos en el Perú son la última rueda de la gran combi nacional.

¿Que las protestas pacíficas son más lindas? Claro. ¿Que cuando me voy de vacaciones a Máncora o a Lapa Lapa prefiero que las carreteras no estén bloqueadas? Of course, my horse. ¿Que las protestas pacíficas y simbólicas en el Perú son capaces de solucionar los reclamos gremiales y mejorar efectivamente las condiciones de vida de la gente gracias a los efectivos circuitos de negociación y otros "canales que les franquea la democracia" a las mayorías pobres y secularmente marginadas? Mentira, pues. Y si es verdad, que se diga cuándo, dónde y cómo ha ocurrido eso.

Lo que Vivas debería comprender es que el problema con las huelgas no está en que "perdido su simbolismo, la lucha pued[a] perder sentido ante la sociedad". El riesgo está en que se imponga la idea de que las huelgas deben ser como desfiles de kindergarten, que alegren nuestro corazón y no interrumpan, alteren, molesten o inquieten a nadie. Es decir, el riesgo no es que pierdan su simbolismo, sino que se vuelvan puramente (o vacuamente) simbólicas.

Y si en verdad vamos a seguir aceptando el absurdo de que meterle balazos en la cabeza o por la espalda a los campesinos es, si no una respuesta razonable ante el quemado de llantas, apenas un error motivado no por el gobierno sino principalmente por los dirigentes campesinos, entonces estamos realmente mal, muy mal: hemos perdido de vista totalmente la diferencia entre una sociedad libre y una sociedad autoritaria, por decirlo del modo más suave, o somos tan insensibles que queremos una sociedad autoritaria con banderitas y volantes originales y creativos.

Y la culpa es nuestra: nosotros elegimos a Alan García. Su primer gobierno fue un gobierno asesino. Este segundo gobierno suyo ya empezó a matar gente. La pregunta no es por qué salieron los campesinos a protestar hace un par de días. La pregunta es por qué no está todo el Perú protestando hoy.

20.2.08

Concurso de Chiquitas "Aldo Mariátegui"

Un aporte al periodismo de investigación

Como se sabe, el diario Correo es el último refugio de la decencia y el sentido común en el Perú. Bajo la conducción de Aldo Mariátegui, Correo ha decantado hasta la perfección los métodos del periodismo tradicional.

Por ejemplo, ha dejado de lado el principio caduco de que la prensa debe informar verdades, y ha instituido la noción de que el objetivo real del periodismo es crear un espacio dentro del cual cualquier mentira puede ser dicha sobre cualquier persona sin tener que someterse a la aburridora tiranía de las pruebas y las comprobaciones.


Mariátegui, fino y cerebral como siempre, agudo y brillante como siempre, ha creado en su diario una sección llamada "Chiquitas", en la que entrevera semiverdades, chismes y rumores, por un lado, con las mentiras que su hígado le inspira cada mañana, por otro. Se presenta como información pero en realidad es el cuarto oscuro donde Mariátegui el matón escupe sus diatribas sobre la sombra de quienes él cree sus rivales.

Yo he sido personaje de esas fantasías (da miedo decirlo así, pero es verdad: en la fantasía de Mariátegui, yo he sido un conserje de baños en una escuela del Polo Norte).

Después de sorprenderme he terminado por suponer que algo debe de haber en la lógica de las "Chiquitas". Algo que no acabo de comprender pero que debe de estar allí, evidente para una mente superior como la de Mariátegui. Así que he decidido no sólo someterme a esta nueva y revolucionaria hermenéutica por la cual, debe pensar Mariátegui, se puede llegar a la verdad a través de la mentira, sino que además voy a hacer un esfuerzo por promoverla. La mentira nos hará libres.

Como contribución a esa noble búsqueda neomariateguista, he decidido convocar en Puente Aéreo a un Primer Concurso de "Chiquitas" Sobre Aldo Mariátegui.

Explico: es una convocatoria para que quienes deseen hacer pública una "verdad" sobre
Aldo Mariátegui lo hagan a través de una mentira descarada, al mejor estilo del maestro mismo. Se espera originalidad.

REGLAS

1. Se define "chiquita" como una mentira total dicha sobre alguien como si fuera una verdad; mientras más arbitraria sea la afirmación, mejor; mientras más alejada esté de la verdad, mejor; mientras menos probable sea, mejor; mientras más desprecie el concepto de objetividad, mejor.

2. Las "chiquitas" deben ser confirmadas y probadas, pero si no existen pruebas igual se pueden enviar, siempre que se pongan en condicional o contengan la palabra "posiblemente".


3. Todas las "chiquitas" deben estar referidas a Aldo Mariátegui. También se aceptarán chiquitas referidas a otras personas, siempre que se cambie el nombre de esas otras personas por el nombre de Aldo Mariátegui.

4. Todos los participantes deben identificarse con su nombre y apellido; si su identidad es anónima tienen que identificarse debidamente con la palabra "Anónimo" o dejando un espacio en blanco.

5. Un equipo de periodistas de investigación confirmará la veracidad de las chiquitas; lo hará entre cinco y diez años después de la publicación de las mismas.


6. Se prohíben las "chiquitas" de mal gusto; el jurado, formado por el mismo equipo fantasma de periodistas inexistentes decidirá arbitrariamente qué cosa es buen gusto y qué cosa es mal gusto. Para tomar esa decisión se tendrán siempre en cuenta las nociones básicas de la estética neomariateguista.


PREMIO

En vista de que este blog no cuenta con ningún tipo de financiamiento, el único premio que podemos ofrecerles a los ganadores del concurso, aparte de la publicación de sus "chiqutias" es el siguiente: las mejores cinco "chiquitas" serán enviadas por email al diario
Correo para que su director, Aldo Mariátegui, siempre atento a los "trascendidos" de la sociedad peruana, luego de juzgarlos con el olfato que lo distingue, los publique en la original columna "Chiquitas", del diario que conduce. Si es que quiere, claro está.

Manden sus chiquitas.

Tres días fuera del mundo

Nota sobre un libro de Paco Ignacio Taibo II

Paco Ignacio Taibo II es autor de un pequeño libro llamado 68. Apenas por encima de las cien páginas, el libro es una crónica, la más emotiva y sin embargo la menos afectada que yo he leído, del año de las revueltas estudiantiles mexicanas.

Es también una de las más inteligentes a pesar de ser de las menos intelectualizadas: no soy muy amigo de los libros de Poniatowska, que me parecen siempre abrigar la esperanza de convertir en drama lo que ya es dramático de por sí, y las crónicas de Monsiváis sobre el tema, con toda su lucidez, me suenan siempre como poseídas por esa tendencia a la ostentación del intelecto, que malogra tanta literatura mexicana, esa que en inglés se calificaría con un solo adjetivo: "self important".

Hay otro motivo para mi preferencia: Poniatowska y Monsiváis construyen sus relatos del 68 mexicano de manera tal que todo parece conducir a la matanza de Tlatelolco o provenir de ella: Tlatelolco se transforma en suceso trágico (en el sentido clásico del término), en un acontecimiento demasiado grande y demasiado significante, un sol que brilla con tal fuerza que los demás hechos en torno a él desaparecen, se opacan, se esconden en la sombra.

En el
68 de Taibo, que es su memoria personal de los hechos de aquel año, ocurre una cosa singular: Taibo, como se sabe, era un joven estudiante universitario en aquel tiempo, y es un mexicano de primera generación, hijo de un escritor español. Según la gran manifestación de la Plaza de las Tres Culturas se aproximaba, y el ambiente en el DF se hacía más y más denso y ominoso, su padre decidió sacarlo de México: lo trepó en un avión y lo mandó a España.

Taibo estuvo fuera de México sólo tres días del año 68: el día de la masacre, el día anterior y el día siguiente. En su crónica, esos tres días epicéntricos desaparecen porque él no pudo ser testigo de ellos, pese a haber estado muy involucrado con todo el movimiento antes y después. Y al pasar por alto en su relato (y en su memoria) las setenta y dos horas que para todos los demás cronistas son el clímax de la historia, su
68 se vuelve, casi paradójicamente, más comprensivo, más agudo, más capaz de articulación: es como si Taibo, al no haber tenido que cerrrar los ojos ante la explosión, al haberla visto o apenas intuido de lejos, sin que las esquirlas le estallaran en la cara, tuviera una visión más lúcida del proceso y una fijación menos obsesa con su hecho más atroz.

El libro, entonces, se vuelve una pieza importante de reflexión para quienes se interesan en el tema de la literatura testimonial y la crónica de la violencia, y aun más para quienes se aproximan a ello desde las teorías de trauma y sus avenidas circundantes. Planeta México lo ha publicado y reeditado más de una vez; no sé si se encuentra en Lima, pero debería: es uno de esos libros extranjeros que valen la pena para quienes quieren comprender algo más de nuestra literatura reciente y el modo en que ella puede reconstruir o comprender nuestro pasado: lectura sobre todo crucial para los que sin señalar motivo dicen que sólo quienes estuvieron presentes en un hecho violento pueden hablar sobre la violencia con cierto entendimiento.

Imagen tomada de aquí.

19.2.08

Inca Kola

Nuestros signos y los signos ajenos

Es gracioso el tema de la bandera cuzqueña, la llamada bandera del Tawantinsuyo: cada vez que un cuzqueño la hace flamear para defender una causa que a algún limeño le molesta, se vuelve enormemente posible que el limeño en cuestión olvide el tema del debate y se concentre en demostrar que el bendito rectángulo multicolor no tiene razón de ser: "esa no era la bandera inca" es la frase con que los más serenos resumen su sentimiento.

Resulta curiosa esa vocación simultánea por la historia y la semiología. De cuándo aquí los limeños tenemos tanto interés en validar nuestros símbolos y contrastarlos con nuestra historia. La bandera del Perú está hecha con los colores que imaginó un general argentino (tanto como el sol de la bandera argentina es un típico diseño cusqueño de estirpe inca, y a nadie en Argentina parece molestarle).


El escudo de Lima, enteramente hispano, no sólo presenta a ambos lados el águila bipartita que simbolizaba al imperio español en la primera mitad del siglo dieciséis, sino que además lleva en la parte superior las iniciales "I" y "K", que, en contra de lo que el limeño promedio podría creer, no significan "Inca Kola", sino "Ioana" y "Karolus", es decir, Juana y Carlos, es decir, Juana la Loca y su hijo Carlos V, la reina y el emperador.


Quienes piensan que la bandera del arcoiris es simplemente huachafa, deberían explicar si no les parece bastante más huachafo que una ciudad mestiza, chola, crecientemente andina como es la nuestra, siga emblematizándose con los signos del imperio español que fue expulsado de América del Sur hace casi doscientos años.

Pero, ojo, no me malentiendan: no estoy proponiendo ninguna transformación (al estilo de ese ex ministro aprista que piensa que si modificamos el escudo del Perú modificaremos reflejamente el futuro del país).

Lo que digo es sólo que no hay bandera que no sea arbitraria --si no lo es en su origen lo será pasado el tiempo--, y que si le permitimos la arbitrariedad a la bandera peruana, o al escudo limeño, o a cualquier otro signo similar, y en cambio siempre estamos dispuestos a disputar si la bandera del arcoiris es "genuinamente" cuzqueña o no, no es porque tengamos ni el más remoto interés en precisar la referencia: es porque nos molestan las personas que cargan esa bandera, el hecho de que reivindiquen cosas que a nosotros no nos importan, o nos incomodan.

Todos los símbolos nacionales de todas las naciones del planeta quieren referirse al pasado y al mismo tiempo inventarlo (el mismo escudo limeño quiere establecer un vínculo entre la misión conquistadora española como un designio guiado por la divinidad).

Si en efecto los incas no tuvieron esa bandera en el pasado, pues eso sólo nos deja con una verdad que habrá que aprender a asumir tarde o temprano: los cuzqueños, al menos algunos cuzqueños, sí tienen esa bandera el día de hoy, y esa bandera quiere vincularlos a su pasado regional --no importa en lo más mínimo si hay o no hay motivación original en el signo--, tanto como el escudo de Lima nos vincularía a los limeños con la memoria del coloniaje si siquiera tuviéramos interés en echarle una mirada: después de todo, en el escudo de Lima, como en cualquier escudo imperial, cualquier cosa que no sea un signo del poder gobernante ha sido eliminado. Al menos esa pretensión absolutista no existe en la bandera del arcoiris.