30.4.08

Más allá de andinos y criollos

Una propuesta para mover el centro (del debate)

1
Una de las razones cruciales por las que la literatura brasileña es tan distinta de las demás literaturas latinoamericanas, sobre todo desde inicios del siglo pasado, es que en Brasil, en las primeras décadas del siglo veinte, la literatura más antropológica, más
étnica, más ligada a los mitos y a la tierra brasileña, fue también la más experimental y la más vanguardista: su hito vertebral fue la deslumbrante Macunaíma, novela de un autor clave de las letras brasileñas de ese tiempo, Mário de Andrade.

Mientras, en lugares como el Perú, la vanguardia experimental andina quedaba limitada por su carácter satelital y su desconexión de los circuitos culturales capitalinos,
Macunaíma --una novela que reescribe un sinnúmreo de mitos indígenas de etnias distintas, los integra en una sola narrativa, los revive y anima de nueva luz con su introducción en el escenario occidental de Sao Paulo y otros ámbitos urbanos y metropolitanos--, nació en el centro mismo de los circuitos nacionales, como epicentro de la reelaboración brasileña de las ideas de arte moderno, experimentación y búsqueda, y se convirtió en origen y fuerza mayor en la intrepretación de la pertenencia específica y la pertinencia de las distintas manifestaciones artísticas en la reescritura de la brasileñidad.

De allí en adelante, en Brasil se volvería poco menos que inútil distinguir entre el indigenismo y la vanguardia, el experimentalismo y el afán regionalista, la búsqueda estética de lenguajes novedosos y la búsqueda antropológica de las formas de vinculación entre lo nativo y lo mestizo o lo criollo:
Macunaíma demostró muy temprano que más importante que la distinción era seguir la ruta de la reunión, la investigación sobre las relaciones interculturales y la forma en que ellas se establecían, es decir --en el lenguaje crítico contemporáneo que entonces no había sido acuñado--, la reflexión sobre la transculturación.

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En el Perú, mientras tanto, incluso Arguedas, debido entre otras cosas a su inmersión en la conocida polémica con Cortázar, a raíz de la cual se le pasó a identificar injustamente como una fuerza inerte (incluso conservadora, si se atiende a las razones de su tristemente célebre debate con los científicos sociales) en el terreno de la experimentación literaria, por contraste con la figura del argentino, gran renovador formal de las letras hispanas en ese tiempo, incluso Arguedas, digo, en los mismos años en que escribía sus obras finales, las de mayor audacia formal y mayores hallazgos modernistas, fue condenado en el imaginario literario de muchos en el Perú a caer bajo la etiqueta del tradicionalismo, como si su obra no representara una de las supremas búsquedas de armonizar la modernidad occidental con el flujo de la sangre cultural indígena como una de sus savias vivificadoras. (Y a pesar de que Arguedas, en las postulaciones de Ángel Rama, es el agente transculturador por excelencia).

De esos desencuentros y malentendidos proviene uno de los errores más inocentes de la crítica literaria peruana posterior (no tanto la crítica académica, temáticamente especializada, sino, sobre todo, la crítica de relativo alcance mediático): el error de identificar las literaturas llamadas criollas con el afán de modernización y la vitalidad de la apertura a las grandes corrientes estéticas occidentales, e identificar, como contraparte, a las literaturas llamadas andinas con un afán de recordación pasatista, de mantenimiento exclusivo y excluyente de la tradición de los mundos de la sierra, de conservación antropológica y reiteración de una historia monocorde y detenida en el estadio del viejo indigenismo.

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¿Qué pásaría si en vez de leer nuestra narrativa reciente en los términos socioculturales implicados en la división de andinos y criollos, o en los términos políticos que supone la clasificación en literatura social o progresista y literatura conservadora o burguesa, la leyéramos atendiendo a su mayor o menor impulso recreador, experimental, es decir, atendiendo por sobre todo a cuán presente o ausente está en cada libro el aliento por hacer de la obra literaria (como decía Hauser sobre
Las señoritas de Aviñón de Picasso) un campo de batalla para la creación de un nuevo lenguaje creativo?

Creo sinceramente que --además de ser un camino para, si no resolver, al menos circunnavegar la aporía de la falsa división de andinos y criollos--, si atendieramos a la experimentación y la búsqueda como los rasgos definitorios para dibujar el mapa de nuestra narrativa más reciente, obtendríamos como resultado unas agrupaciones sensiblemente más productivas que aquellas de las que hemos estado echando mano hasta hoy, y que esas agrupaciones nos permitirían discutir aspectos de nuestra literatura que están quedando inhollados por la crítica.

A ojo de buen cubero, tendríamos que observar que buena parte de la literatura llamada andina es experimental en el sentido más habitual del término: desde las novelas y cuentos de Enrique Rosas Paravicino y Óscar Colchado Lucio, que mixturan los discursos occidentales con los míticos y las formas narrativas de la tradición occidental con las de la oralidad andina, hasta los relatos de la violencia social y política de escritores como Carlos Thorne, en cuyos textos la multiplicidad de los planos narrativos entrecruza puntos de vista, voces y focalizaciones con una enorme complejidad que no es sino la señal visible de su intento de mostrar la densidad propia de la sociedad que intenta representar.

Está en una constante búsqueda formal Oswaldo Reynoso, que jamás aquieta ni aburguesa la textura de sus obras, y que sigue hoy como hace cincuenta años a la caza de una frase precisa, que recoja en el lirismo de su expresión la trama social que se teje en torno a la presencia de cada uno de sus personajes. Pero no es menos experimental Enrique Prochazka, escritor que habitualmente es identificado entre los criollos, y en quien, sin embargo, es tan frecuente como en el mismo Reynoso la intención de lidiar con los temas populares desde formas literarias innovadoras, haciendo ingresar la complejidad de los mitos griegos, por ejemplo, en relatos cuyo referente inmediato son los pueblos jóvenes de la capital.

Vargas Llosa mismo parece más tentado a la experimentación cuando ingresa en los temas indígenas --que le deberían ser ajenos si atendiéramos a la maniquea división de andinos y criollos--, que cuando se transporta, como pez en el agua, en los temas urbanos o por entero occidentales. No en vano su último texto eminentemente experimental fue
El hablador, novela en que los modales y la ética de la transculturación eran asunto esencial.

Por otro lado, la búsqueda formal parece menos presente en autores como Alonso Cueto, Fernando Ampuero, Santiago Roncagliolo, escritores que resultan más claramente ligables con diversos registros de lo que podríamos definir como el grado cero de la escritura popular culta, para tomar una frase de Vargas Llosa: novelas que recurren al lenguaje estándar de la novela contemporánea e intentan hacerlo productivo narrativamente sin que ensanchar sus fronteras o empujar sus límites establecidos sea una prioridad de sus quehaceres, más próximos, en todo caso, a la reificación de géneros populares (la novela de misterio, la novela romántica, la novela policial, el romance alegórico) con la incorporación de modales tomados de la novela culta; un lugar al que cada uno ha llegado por rutas distintas, y en el que obtienen logros muy diversos, por cierto.

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Pero sería de un apresuramiento ciego decidir que, siendo Ampuero, Cueto, Roncagliolo, algunos de los autores más indentificados por lo común con la llamada narrativa criolla, se puede decidir que cierto conservadurismo formal es el rasgo que distingue a ésta de su contraparte andina. De hecho, por un lado, la experimentación formal no es característica crucial en las obras de autores como Luis Nieto Degregori, el último Zavaleta, Dante Castro o Zein Zorrilla; por otro lado, incluso los autores que mencioné inmediatamente antes --Ampuero, Cueto, Roncagliolo, pero podría añadir a muchos otros-- muestran continuamente un interés por hacer que su literatura trascienda de sus escenarios próximos (la metrópoli, la cultura de la clase media limeña, etc.) para extender caminos de reconocimiento con el mundo popular, la provincia, o las zonas segregadas por la hermeticidad del centralismo capitalino, y en ese afán se ven conducidos al intento de asumir miradas ajenas, perspectivas que no coinciden con las suyas, formas de dialogismo. Y, por último, la narrativa llamada criolla tiene a prestigiosos experimentadores formales y temáticos que añadir a la lista: Iván Thays, Mario Bellatín, Peter Elmore, entre otros.

Aún con los autores que enumeré al principio, sin embargo, e incluso si les sumamos la marea de literatura experimental llegada a nuestra narrativa con la última generación (Chávez, Neyra, Castañeda, etc.), no es del todo desencaminado decir que los diversos tonos estandarizados prevalecen en la novela peruana reciente (Benavides, Alarcón, Iwasaki, Ampuero, Cueto, Zavaleta, Gutiérrez, Rivera Martínez, el último Vargas Llosa, etc.) y que su número opaca al de los experimentadores formales.

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En este punto, quiero avanzar una hipótesis debatible pero interesante: que la aparente cesación del experimento formal en buena parte de la novela peruana, tanto en el lado llamado andino como en el llamado criollo, no responde tanto ni a un desinterés por la búsqueda de una nueva expresión en la ladera andina ni a un abandono cosmopolita en la vertiente criolla, sino que la relativa estabilización de sus lenguajes es consecuencia de un traslado del aliento vanguardista a un nuevo campo: no el formal sino el temático, no el de la urdimbre de nuevos modos textuales, sino al tejido de nuevas conexiones entre escenarios distintos, culturas distintas, voces distintas.

Me arriesgo a suponer que el verdadero gesto de vanguardia en la narrativa peruana consiste precisamente en el cruce de la imaginaria línea divisoria del mundo criollo y el andino y que los autores que caminan a través de esa frontera, de ida o de vuelta, o de ida y vuelta, son quienes están haciendo más por la construcción de una literatura peruana comprensiva, capaz de reconocer lo ajeno como propio y de reconocer lo ajeno en lo propio.

Me arriesgo a decir, además, que ese tránsito es más frecuente de lo que parece, y que su punto de partida se da por igual en ambas orillas: en el antropólogo vargasllosiano que viaja a la selva a convertirse en un hablador machiguenga; en el niño de Alarcón que viene a la capital a buscar la huella de los desaparecidos de su pueblo; en los romances truncos pero posibles de Cueto, que abarcan geografías vastas y clases lejanas; en las indagaciones de Benavides sobre las reformas del velascato; en las ensoñaciones barrocas de Reynoso y en los cuerpos de sus adolescentes provincianos migrados a la capital; en las largas genealogías criollas de Rivera Martínez y Miguel Gutiérrez, y en tantos, tantos otros que comprenden que el Perú no está en la esquina de su casa, y que están dispuestos a caminar y caminar hasta encontrarlo.

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Sin embargo, necesito observar que ese gesto que he llamado vanguardista, tarde o temprano, va a tener que ponerse al día con la tarea pendiente del lenguaje: que no se puede estar en la línea frontera de una avanzada siguiendo las fórmulas que otros han diseñado, y que la experimentación formal tendrá que reclamar su lugar en ese movimiento para que el movimiento deje de ser un camino a la ruptura del molde y se consume plenamente. La reconciliación del experimento (que define al arte) con la representación de la comunidad y el retrato del aire de los tiempos (que define la mayor parte de la tradición peruana) habrá de tomar formas que aún no sospechamos, pero habrá de producirse de una manera u otra; ha ocurrido en los mejores momentos de las letras peruanas, con autores como Vallejo, Arguedas y Vargas Llosa, y volverá a ocurrir en un futuro no muy lejano.

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Faveron. Hay un gran escritor que no lo mencionas en absoluto. Mejor dicho lo silencias. Y eso demuestra nuevamente tu mala entraña, tu envidia. ¿Queres que te diga su nombre? Tú ya sabes quien es pero no lo vas a callar. Podrás tratar de silenciarlo, pero no lo vas a acallar. ¡Quiéres su nombre? Está allí ante esos tus ojos que no quieren ver. Su nombre: Ricardo Sumalavia. Finalista del Herralde. Su novela se publica en Bruguera en junio. Acaba de sacar con Petroperu una atología del cuento cortos en el Perú. Participa en eventos en España como escritor, acaba de estar en Praga,etc. Nada de eso eres tú.
¿O de repente no es él que silencias? Quizás es Mirko Lauer, Ganador del Premio Juan Rulfo de novela corta, periodista importante, va a ser publicada en España dentro de poco. Intelectual con trabajo valiosos en el campo de la reflexión cultural que tú ono has escrito ni escribirás ¿Es a él a quien silencas? O de repente mi instinto me falla, y el silenciado es Eduardo Gonzáles Viaña, ganador recientemente de premios importante. Escritor de dos novelas en estos dos últimos años mu valisosas, El Corrido de Dante y otra sobre Vallejo. Pero quizas no es ese el que silencias, sino otro. ¿No Faveron? Busca en tú conciencia, Faveron y allí encontraras la razón al por qué silencias a un escritor que no te hace nada, que no se mete contigo. Y ojalá que no silencies este comment, tú que eres tan imparcial y democrático. A veces me recuerdas a Clemente Palma, no al escritor sino al crítico.

Anónimo dijo...

Faveron. Hay un gran escritor que no lo mencionas en absoluto. Mejor dicho lo silencias. Y eso demuestra nuevamente tu mala entraña, tu envidia. ¿Queres que te diga su nombre? Tú ya sabes quien es pero no lo vas a callar. Podrás tratar de silenciarlo, pero no lo vas a acallar. ¡Quiéres su nombre? Está allí ante esos tus ojos que no quieren ver. Su nombre: Ricardo Sumalavia. Finalista del Herralde. Su novela se publica en Bruguera en junio. Acaba de sacar con Petroperu una atología del cuento cortos en el Perú. Participa en eventos en España como escritor, acaba de estar en Praga,etc. Nada de eso eres tú.
¿O de repente no es él que silencias? Quizás es Mirko Lauer, Ganador del Premio Juan Rulfo de novela corta, periodista importante, va a ser publicada en España dentro de poco. Intelectual con trabajo valiosos en el campo de la reflexión cultural que tú ono has escrito ni escribirás ¿Es a él a quien silencas? O de repente mi instinto me falla, y el silenciado es Eduardo Gonzáles Viaña, ganador recientemente de premios importante. Escritor de dos novelas en estos dos últimos años mu valisosas, El Corrido de Dante y otra sobre Vallejo. Pero quizas no es ese el que silencias, sino otro. ¿No Faveron? Busca en tú conciencia, Faveron y allí encontraras la razón al por qué silencias a un escritor que no te hace nada, que no se mete contigo. Y ojalá que no silencies este comment, tú que eres tan imparcial y democrático. A veces me recuerdas a Clemente Palma, no al escritor sino al crítico.

Colifloressecas dijo...

¿Cómo encajaría "Bombardero" en esta clasificación?

Anónimo dijo...

Gracias por este post bastante iluminador. Corro a buscar una version en castellano de "Macunaima".

Anónimo dijo...

Excelente Gustavo! Una pregunta ¿el grupo Orkopata no puede considerarse como un indigenismo vinculado a la vanguardia? (en el terreno de la poesía, claro).

saludos

IVAN

Pd.- lo publico como anónimo porque blogger se me ha rebelado.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Sí, Orkopata es una de esas instancias de vanguardia vinculada al indigenismo a las que aludo al principio del post.

Manzanilla: no he leído Bombardero, salvo fragmentos, así que no puedo juzgar como quisiera.

Al primer anónimo: he dejado de mencionar a muchos autores, incluyendo a varios de mis favoritos. Calma. El post propone un tema de discusión, no un catálogo de escritores.

Anónimo dijo...

el experimento define al arte??? A mí no me parece. Si basas en eso tu disertación estamos perdidos. La historia del arte es una historia de continuidad. Frente a un Rimbaud y a un Joyce hay 500 Goethe, Balzac, Eliot etc. Pound fue más experimental, pero quién puede negar que Eliot es el gran poeta del siglo veinte?

Anónimo dijo...

¿Cuál tema de discusón, Faveron? Los que silencias están justamente más allá de la pol{emica barata entre andinas y criollos que usted anima, justamente levantando de un lado a los escritores de la violencia politica y a Thays y a Prochaska, de otro. Pero hay una lista grande que no estan en el catálogo Andinos y criollos que tu, Faveron, silencias olimpicamente,

Anónimo dijo...

Entender el arte como experimentación es solo una manera más, bastante contemporánea, post-romántica. No veo por qué deba exigirse siempre la búsqueda de un lenguaje nuevo, cuando la "imitatio" renacentista es una veta igualmene válida de hacer arte. Disfruté mucho las novelas de Benavides, por ejemplo. No tiene por qué ser Churata.

Anónimo dijo...

Interesante post. Ojalá de para un alturado tema de discusión. Sin embargo, las rencillas personales nuncan faltan: el anónimo de las 11 y 11 a.m. reclama la inclusión de dos escritores, Mirko Lauer y González Viaña. El primero es bueno como crítico, mas no como novelista, es pésimo la verdad. Sobre el reclamo de la no mención del segundo en el post, me parece infundado y buscapletista por las puras. González Viaña ha escrito muchos libros, casi todos malísimos, como El corrido de Dante, que si bien ganó un premio en USA, este nos despertó el entusiasmo de los lectores, ni de la crítica, de nadie. Poner como ejemplo esa novela demuestra el chocherismo de quien sindica parcialidad. Así no es, pues.

Anónimo dijo...

Qué terriblemente mal escrito está el texto. Párrafos largos, casi sin puntuación.

Ejemplo: "En el Perú, mientras tanto, incluso Arguedas, debido entre otras cosas a su inmersión en la conocida polémica con Cortázar, a raíz de la cual se le pasó a identificar injustamente como una fuerza inerte (incluso conservadora, si se atiende a las razones de su tristemente célebre debate con los científicos sociales) en el terreno de la experimentación literaria, por contraste con la figura del argentino, gran renovador formal de las letras hispanas en ese tiempo, incluso Arguedas, digo, en los mismos años en que escribía sus obras finales, las de mayor audacia formal y mayores hallazgos modernistas, fue condenado en el imaginario literario de muchos en el Perú a caer bajo la etiqueta del tradicionalismo, como si su obra no representara una de las supremas búsquedas de armonizar la modernidad occidental con el flujo de la sangre cultural indígena como una de sus savias vivificadoras."

Pardiez, ¿qué pasó con tu buena pluma? ¿lo escribiste tú o uno de tus alumnos?

Jorge Frisancho dijo...

Gustavo,

1) ¿No crees que al redefinir el "gesto vanguardista" de esa manera corres el riesgo de vaciarlo completamente de sentido?

2) ¿No te parece que la identificación andino = narrativa convencional, criollo = narrativa experimental (por ponerlo en términos muy gruesos) es sobre todo un prejuicio de lectura? (El ejemplo que citas de Arguedas es clarísimo - no importa cuánto de experimental haya en su trabajo, incluso desd el principio: siempre se le leyó como un convencional. Ya Luis Alberto Sánchez lo leía así, hace sesenta años.)

3) ¿No crees que hay razones sociales, políticas y económicas por las cuales algo como Macunaíma nunca se dio en el Perú? Me parece por ejemplo sintomático que Macunaíma se alimente de mitos amazónicos y no de voces africanas: una forma de dominación marginal a la economía (pero no así a la cultura) brasileñas de la época, comparada con una forma de dominación definitivamente central. Eso le permite un enorme margen de maniobra ideológico en la escritura de un mito nacional moderno. ¿Cuál sería el equivalente en el Perú? El indigenismo de vanguardia nunca se pudo conbvertir en una cultura nacional, en parte porque la cesura, la grieta que explora no puede ser manipulada ideológicamente sin una crítica de la dominación interna, o el colonialismo interno, o como quieras llamarlo. El discurso nacional peruano vigente en el momento vanguardista no podía, por razones que a mí me parecen obvias, asimilar esa crítica. La cosa sería, quizá, preguntarse si eso ha cambiado.

Jorge

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Hola, Jorge.

Respondo siguiendo tu numeración:

1) Creo que es solo una resignificación; puede no llamársele "gesto vanguardista", si lo que se teme es un equívoco tanómico. Pero en términos críticos creo que es valioso observar que en la literatura peruana la inclinación transcultural sigue siendo una aventura osada y de avanzada, pese a la larga historia que tiene.

2) Te doy la razón en parte: a Arguedas y a muchos otros cercanos al indigenismo o al regionalismo se los lee como formalmente conservadores y pasatistas sin importar que la realidad tangible de sus textos diga otra cosa. No creo sin embargo que eso pueda describirse como un error de lectura; creo que es un prejuicio anterior a la lectura, pero que lamentablemente la lectura no siempre llega a derrotar.

3) Esto me parece más discutible. No sé exactamente si hay tal cosa como UN "discurso nacional" peruano en ninguna época de nuestra historia. Creo que lo que desconcertadamente se ha llamado nuestra falta de unidad nacional es más bien el reflejo de que la noción de "discurso hegemónico" en el Perú suele ser un conjunto vacío o extremadamente multiforme, una especie de categoría fantasma. No tengo idea de cuál sea el discurso hegemónico o el discurso nacional hoy en día tampoco. Por eso me resultan misteriosas las elaboraciones críticas que bombardean "lo hegemónico" pero jamás lo definen de manera más o menos verosímil.

Hay un indigenismo que llega a / viene de Mariátegui, y en él conviven ideas de cristalización de lo nacional con el señalamiento del "problema indígena" como herida abierta. Y además está el mismo Arguedas, claro, inhabilitado como solución cuando su imagen se quiere leer como la de un indigenista a la antigua. Pero de eso ya hablamos.

Sobre Macunaíma no creo que coincidamos: la novela no elude el elemento africano, como dices: de hecho la novela está atravezada de referencias míticas tomadas de la cultura de los ex-esclavos, para no recordar que el tono compositivo de la novela tiene mucho que ver con cierta mirada carnavalesca de la música africana, de la que Mário de Andrade era estudioso. Por otro lado, me parece que minimizas la importancia del mundo indígena brasileño en la economía de Brasil: Brasil es un país múltiple, y hay vastas zonas de su geografía en las que el capital laboral proviene de los grupos mestizos e indígenas (recordar el mundo del Canudos de Euclides D´Acunha, o los estudios que ha hecho Roberto Schwartz sobre la evolución de la novela brasileña de Alencar a Machado de Assis).

Anónimo dijo...

Creo que la discusión "andino-criolla" sólo es mediática, (recordar el trauma de la conquista por ejemplo, la posición del conquistador y el conquistado); y sólo se percibe el "mucho que hablar" (insultar, imponer, protagonizar, etc.) sobre lo "poco que proponer" (escribir, reflexionar, narrar, ensayar, buscar, experimentar, etc.) Creo que en un país como el nuestro no se puede homogenizar todo ni ir por centros ni absolutos, pues ambos (andinos y criollos) nos sirven para identificarnos, para identificar al "otro" o para que el "otro" nos identifique, recordemos que estamos construidos no sólo de dos culutras, aborígenes y europeos, sino también de africanos, orientales entre muchos más.
y también es bueno recordar que no siempre lo que uno escribe tiene que gustar a todos, si lo andino no gusta de lo criollo, o viceversa, no hay porque rasgarnos las vestiduras, sólo seguir existiendo y diciendo las cosas que uno quiere decir.

José Córdova.

Anónimo dijo...

No solo me preguntaría por qué no tuvimos una novela como Macunaíma, sino peor aún por qué no la leemos.
Es simplemente fuera de serie, pero pertenece a un momento especial de modernización brasileña, en varios niveles, que traía aparejada una pregunta por la identidad. Por el contrario, en nuestro proceso cultural pesan enormemente las estructuras coloniales, y mi impresión es que Brasil no tiene las mismas cuitas respecto a su condición de colonia: tiene menos dependencia, menos centralismo, más autonomía cultural. No sé qué será: tal vez el hecho de haber sido una colonia gigante con una metrópoli enana como Portugal, o el hecho de haber sido por un tiempo capital del Imperio portugués.
Sin embargo, no hay que olvidar cómo acaba Macunaíma: el héroe ha muerto, y solo un papagayo conserva la memoria que trasmite al que trascribe, y que vuela hacia Portugal a entregar su memoria de los hechos. Lo indígena ha muerto o se ha transmutado si quieren, pero ya no es. Y el hablante original ha desaparecido: queda solo Andrade, macumbero moderno, para contar.
¿Por qué no sentimos eso mismo en los Andes? ¿Por qué nuestras metáforas no hablan de indios muertos o asimilados, sino de ríos profundizados que un día se desbordarán?

(en tu respuesta hay tres errores: creo que debería decir: atraveSada, Euclides da Cunha, y Roberto Schwarz)


Publicherry final: El buen grupo limeño Peru Fusión (dir. Luis Ramírez) hizo la única adaptación al teatro de Macunaíma en nuestro país, hasta donde sé. Todavía la tienen en repertorio.

En nuestro país, porque en Brasil, el grupo más famoso de teatro es precisamente Macunaíma dirigido por Antunes Filho, la palabra mayor del establishment teatral brasileño, dicho sea de paso. ¿Alguno de nuestros directores en Perú, de los canónicos (que trabajan en centros culturales renombrados) se animó por adaptar a Arguedas todavía? No hablo de los Yuyas, por supuesto, porque ellos son un grupo independiente.

Carlos V.S.

Anónimo dijo...

Me parece que en el post de Gustavo Faveron, que siempre defendió solapadamente la polémica Andinos y Criollos, primero al plantear una antología sobre la narrativa de la violencia política metiendo en un mismo saco a andinos y criollos, y a autores con visiones de clase distintas sobre el tema. Lo que produjo la reacción de desagradado de los autores "andinos", para decir co más claridad, los de las clases subalternas, que se vieron de esa manera burda dentro de una antologia con banalizadores del tema, escritores de Thriller, ganadores de premios internacionales amarrados como es de dominio púbñico hasta en España con autores de novelas sobre la violencia política que escribieron no para veder en la metropoli. De esa primera trampa de Faveron, que finalmente siempre defiende a capa y espada a Cueto, Thays, y a todo pituco que escriba, e ingnora a Colchado, Gutierrez, o Reynoso, al que los nombra en montón cuando le conviene. De pronto, reaviva el tema Andinos-costeños, o trata de reavivarlo. Y uno se pregunta ¿Por qué? El commentarista del 1 de mayo a las 11 a.m se acerca a la verdad. Fveron esta silenciando a alguien. Pero nos parece silenciando a algo no a alguien. Pero el de las 11. a.m es un hincha de Mirko Lauer, que siempre cuando no es mencionado utiliza a un escudero para salir a protestar. Por lo general es su compadre Abelardo Oquendo, que se rasga las vestiduras cuando Lauer no es mencionado. Pero parece que esta vez este post fuera de tiempo de Faveron, se debe a la aparición de Porta9. blog que ha arrasado con los demás, en especial con Puente aereo, que es lo que es: un barrio de broncas y no de ideas constructivas. Ha saltado Faveron a su estilo, silenciando, ninguneando. Es muy claro, ninguno de los mencionados en Porta9, o aparecido en ese blog, es mencionado en este post-catálogo de Faveron. Está sangrando por la herida mister Faveron. Sigan adelante muchachos de Porta9, que Puente Aereo ya no significa nada en los blogs, sino una blog provocador sin verdaderas ideas.

Jorge Frisancho dijo...

Gustavo, tienes razón, cuando escribí "el discurso nacional peruano" lo que tenía en mente es algo así como "el intento de producir un discurso nacional peruano"; es decir, no tanto una estructura significativa/ simbólica que pueda describirse como hegemónica, sino una lanzada desde lugares específicos del espacio social y en contienda con otras. Es ese intento de discurso modernizador, del cual el indigenismo vanguardista es parte significativa en las primeras décadas del siglo XX, al que quise referirme.

Pero igual creo que la pregunta sigue siendo válida. ¿Por qué no se da en el Perú una exploración como la de Andrade? Yo creo que hay condiciones sociales y económicas específicas detrás de eso, las que le dan forma al proyecto modernizador peruano, y me parecen muy intereantes.

Buena la nota de Carlos sobre el final de Macunaima, la disolución de héroe y del discurso y la transmutación de lo indígena en la voz moderna que lo escribe. Se me ocurre, así rápidamente y sin pensarlo demasiado, que es precisamente esa transmutación la que nunca fue del todo posible en el Perú, ni siquiera como proyecto literario.

Anónimo dijo...

ya lo saben: Porta 9 ha "arrasado"
¿ha arrasado con qué?
no se sabe muy bien con qué, pero es un hecho que ha arrasado

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Saludo el éxito de Porta9, ojalá todos los lectores de Puente Aéreo se dieran una vuelta por allí diariamente. Me pregunto, sin enmbargo, qué tiene que ver Porta9 con el tema de este post, y si alguno de los anónimos quisiera explicarlo con argumentos, será bienvenido. Pero, por favor, háganlo sin olvidar el tema del post.

Anónimo dijo...

La ignorancia es atrevida.

No te da verguenza llamarte crítico literario y que no sepas ni escribir, ni pensar ordenadamente?

Pobre chico, padeces de verborrea. Debe ser bien feo vivir autoengañado.

Algún día deberías dejar la pose e intentar escribir frases sinceras. Te va ir mejor. Y no olviden nunca que...un escritor solo debe parecer tal a la hora de escribir, de ser leído.

Eso que la literatura peruana se divide entre entre criollos y andinos es una mentira más grande que la literatura misma. Eso tan solo es un invento de una recua de ignorantes. La patria de un escritor está en su corazón.

Mario Bellatin es un escritor peruano, criollo? (otra mentira: no manchen pinches bueyes, ese vato es chilango, mexicano).

Y por favor, no me hagan renegar más con tantas tonterías que se me revuelve el cebiche de paiche que me acabo de empujar.

Atentamente,

Un poeta amazónico

Anónimo dijo...

Perdon, pero el hecho de convivir trankilamente sin agresiones no es el camino correcto a una humanización dentro de una sociedad hoy en día aun más conflictiva de lo normal, el hecho de insultar y agredir sea el medio que sea no deshumaniza al ser humano?

PD. diskulpa pero digo esto ya que el ultimo post autodenominado "anonimo" me parece excesivo.


tengo 18 años soy ignorante en muchas cosas, conocedor de muy pocas, pero una de ellas es esa, la convivencia.


Saludos desde un lugar llamado Perú.


PAZ! :D

Anónimo dijo...

Concuerdo perfectamente en la necesidad de salir d euna buena vez de esta inútil discusión entre andinos y criollos, y que en ambos lados de la orilla se tejen puentes que buscan borrar tan falaz separación. Me parece que la novela premiada en el Cope de este año (por lo leido de su autor, percy Galindo por lo menos)apunta a eso. el ande visto cmo un espacio más y no como El espacio.

Anónimo dijo...

Por qué siempre hablan de los mismos? Aquí falta el maestro prolífico Carlos Calderón Fajardo, Pedro Novoa (premio nacional de novela corta Mario Vargas Llosa 2013), Daniel Aparco (premio nacional de literatura juvenil 2009 por Viajeros de Diciembre) y su interesante novela experimental "Trampa para jóvenes escritores", etc...