31.10.08

Cosas que deben morir

Diez puntos pendientes, si yo fuera diputado

"Here is what I'll do", dice Barack Obama, profesor universitario después de todo, cada vez que le preguntan por las cosas específicas que haría en un determinado campo si resultara electo presidente. En la literatura, claro, no hay un cargo análogo, pero creo que todos los que nos preocupamos por el caminar de la esfera literaria en el Perú tenemos en el fondo un programa mínimo de cosas que querríamos cambiar. Así que, siguiendo ese ejemplo,
here is what I'd do, si estuviera en mis manos cambiar algunas cosas en la literatura peruana.

1. Dejar de caracterizar a los grupos de escritores como argollas, mafias, clubes, logias, cenáculos, tertulias, camorras, manchas, patotas, bandas o cualquier otra etiqueta derivada del mundo del hampa, la delincuencia o el exclusivismo elitista. Bastante más productivo es entender si los vínculos entre diversos escritores son estéticos, ideológicos, políticos o acaso, quién sabe, programáticos. Eso no solo limpiaría el ambiente, sino que colaboraría a la comprensión de nuestro panorama literario, su crecimiento, sus direcciones y su futuro.

2. Dejar de juzgar el talento de los escritores peruanos en función de su recepción en el extranjero y, sobre todo, de su triunfo en concursos internacionales o su acceso a editoriales españolas: esa actitud disloca nuestra mirada cuando queremos entender los logros de los autores que no escriben pensando en un público internacional, y además subraya una mentalidad colonizada, según la cual las apreciaciones de la crítica y la lectoría de mercados más grandes resultan tener más importancia que las apreciaciones de los críticos y los lectores locales. En España nadie mediría el éxito de un autor guiándose por qué cosa se dice de él o de ella en el Perú: al ser una vinculación unilateral, se vuelve dependiente y sumisa. Si un brillante crítico español elogia una novela peruana, ese elogio tiene exactamente el mismo valor que uno proveniente de un brillante crítico local, no más.

3. Dejar de utilizar el triunfo internacional para menospreciar el trabajo de un escritor peruano. Se trata, claro, de un fenómeno opuesto y malamente complementario al anterior. Si un escritor local se hace de fama en el mundo literario internacional, eso no significa que haya traicionado su vínculo con el Perú, ni que se haya entregado a una literatura complaciente destinada sólo a capturar ese mercado: el fenómeno de la transnacionalización de la literatura, concurrente en gran medida con el (siempre debatible) fenómeno de la globalización no puede ser entendido tan solo como una renuncia a la complejidad o a la audacia creativa; de hecho, muchas veces es lo contrario.

4. Abandonar lo que en otro lugar he llamado nuestra narcolepsia crítica, por ejemplo, la tendencia a pensar que los debates y las polémicas son negativos, improductivos, inconducentes o inevitablemente violentos y que por ello hay que evitarlos o concluirlos apenas se inician. El debate es una práctica crucial en toda esfera intelectual, cultural o artística; el asunto no es evitar los debates, sino cuidar que no se vuelvan pleitos subalternos, personales, disfraces para airear vendettas o rivalidades intrascendentes.

5. Bajar la velocidad de esa fiebre endémica que lleva a críticos y escritores a decretar, cada cierto tiempo, el nacimiento de una nueva generación, antes de que esa generación haga algo por merecer la atención vívida de la crítica. La manía de expedir partidas de nacimiento apresuradas hace que la literatura peruana esté repleta de bebes nonatos. Hace cuatro o cinco años se habló del boom de la literatura joven, acompañado por la explosión de las editoriales independientes. Hoy tenemos más editoriales independientes que escritores jóvenes. Muchos de los nuevos autores que reclamaron, a veces arrebatadamente, la atención de la crítica, siguen debiéndoles a sus lectores un segundo libro valioso que cristalice lo que parecieron prometer en un principio.

6. Renunciar a la costumbre de ver la literatura peruana, en las generaciones recientes, como una sucesión de partidas de defunción (que suelen ser prematuras) y partidas de bautizo (que suelen caer en el olvido). Desde los años sententas, por lo menos, cada grupo poético parece reclamar que con su surgimiento ha fallecido la poesía previa, que todo lo anterior ha sido un esfuerzo vano y que, de lo que viene, sólo lo propio es valioso. Esa confusión entre apocalíptica y mesiánica no hace sino abrumar nuestra capacidad de ver las continuidades, las reconstrucciones, las reversiones de la tradición y de la historia literaria. La poesía peruana es un árbol de muchas ramas y no un macetero con brotecillos de hierbajos dispersos.

7. Ponerle fin a la idea de que las tradiciones literarias peruanas son meramente beligerantes, opuestas, contradictorias e inconexas. El caso se ha dado con muchas máscaras disímiles: la poesía pura frente a la social, la elitista frente a la popular, la literatura neoindigenista frente a la urbana, la andina frente a la criolla, la social frente a la intimista, etc. Ninguna de esas inclinaciones existe enteramente ajena a sus contrapartes: Arguedas y Vargas Llosa no son entelequias que habitan dos mundos paralelos, entre Alonso Cueto y Miguel Gutiérrez hay muchas más cosas en común que las que los críticos suelen discutir; que la preocupación por el asunto de la violencia política sea común a ambos, por ejemplo, no es un producto del azar.

8. Reconsiderar la idea de que el realismo es la matriz nuclear de nuestra tradición narrativa. Incluso si suponemos que dentro de esa modalidad se han producido muchos de los picos de la literatura peruana, y sin duda una cantidad significativa de obras de importancia relativa, el simple ejercicio metódico de dar un paso al costado y buscar, en vez de la consolidación de esa idea, las posibilidades de subvertirla, puede arrojar un resultado valioso y un rediseño de nuestras ideas centrales sobre la tradición local. No son marginales, ni mucho menos, las obras narrativas de autores como Martín Adán, Diez Canseco, Durand, Clemente Palma, Scorza, Ventura García Calderón, Abraham Valderomar, Eielson, Arguedas, Colchado, Rosas Paravicino, y, más cercanamente, Alarcón, Castañeda, Prochazka, Güich, Neyra, Chávez, etc., todos los cuales han trabajado, entera o parcialmente, fuera del territorio realista. Entonces, ante el hecho mismo de su abundancia, ¿no cabría recartografiar el mapa de nuestra narrativa, considerando que las aparentes desviaciones y las salidas del código realista no son eso, no son excepciones, sino una serie de constantes vertebradas con tanta solidez como la tradición realista?

9. Abandonar la visión compartimentada de la literatura que, en la práctica, nos hace estudiar la genealogía de la poesía peruana como un universo completamente ajeno al de la genealogía de nuestra narrativa, nuestro teatro, nuestra ensayísitica. Deberíamos pensar los momentos de nuestra tradición literaria, en el siglo veinte, con la misma visión panorámica con que los estudiosos de la colonia ven su objeto de estudio: historizándolo, tratando de desentrañar las grandes líneas maestras, encontrando cómo es que cada época ha respondido a unos mismos impulsos y motivos en los diversos géneros. Un ejemplo: las generaciones del cincuenta y del sesenta suelen explicarse en términos muy distintos cuando se habla de la poesía y cuando se habla de la narrativa. No tenemos estudios englobadores que pongan en juego, simultáneamente, las obras de Vargas Llosa o Ribeyro con las de los poetas que fueron coetáneos suyos, como si cada zona se hubiera movido dentro de una historia distinta e incluso divergente.

10. Dejar de lado el viejo purismo literario que margina géneros enteros por no considerarlos parte de una misma esfera: el cómic, el teatro popular, el teatro colectivo, la música, el cine, son corpus que los estudios literarios casi nunca contemplan en la universidad peruana, como si no tuvieran líneas coincidentes, e incluso orígenes y discursos entrecruzados con las prácticas de aquello que más tradicionalmente llamamos
lo literario. De ese modo, por ejemplo, nos enfrentamos a la idea de que el Perú tardó mucho en narrar coherentemente la violencia política de los ochenta en narrativas complejas y mayores, porque olvidamos el trabajo de gente como Augusto Cabada y Giovanna Pollarolo en la creación del guión de La boca del lobo, de Francisco Lombardi (1988).


32 comentarios:

Lucio Suárez dijo...

Bastante de acuerdo con lo que señalas Gustavo.
Creo, sinembargo, sobre el primer punto consignado, que también habría que desear que algunas de las prácticas que dan lugar a esa fácil clasificación de secta, argolla, senáculo, etc. deberían cambiar.
El cambio de un aspecto, tiene su correlato, o debería tenerlo, en el cambio del factor que lo propicia. Creo que huelgan las puntualizaciones.
Sobre los puntos que van del dos al seis, podría ensayarse una simplificación, diciendo que lo que debe cambiar es la baja autoestima entre nosotros. Todas esas desconfianzas, recelos, resquemores y demás, esconden nuestro proverbial complejo de inferioridad y baja autoestima. Rasgo que no solo explica el exhabrupto del teñido de envidia, sino también del alharacoso que encuentra en sus ventas en Wong, un signo de su inevitable condición de "pluma de oro".
Los últimos cuatro puntos, si son una cuestión de trabajo, y competencias intelectuales.
Lucio

Anónimo dijo...

Pues totalmente de acuerdo en los puntos 2 y 8, el que al final es uno solo en mi opinión con los 5, 6 y 7.
En desacuerdo con el punto 1, porque tu visión de las colleras y las pseudomafias como interconexiones entre escritores se pasa de largo la enorme desigualdad educativa y económica que tiene el Perú, que alimenta la fuente de todos los males: el resentimiento. Creo que todavía es necesario describir y romper la desigualdad social, racial y de género en el Perú que se traslada al quehacer literario, inlfluye en las temáticas, en los cánones, en el reconocmiento. No se puede decretar la inexistencia de este fenómeno solo cambiándole de nombre. Cuando las barriadas pasaron a ser pueblos jóvenes no dejaron de ser los pobres de la ciudad.

Y en desacuerdo, aunque muy interesado, con tu último punto. Integrar otros discursos supone hacer retroceder los estudios literarios como un rango más de estudios de la cultura, y no como la lingua franca a través de la cual pasan los estudios culturales. Es decir, que creo que no se trata de géneros nuevos que incorpora la literatura, sino de discursividades otras que tienen sus propias retóricas, circuitos, dinámicas de incoporación social. Por allí me sonó a un imposible: los estudios literarios no pueden incorporar los estudios teatrales, simplemente porque están fuera de la esfera trazada de tales estudios, la literatura es escrita, el teatro es audiovisual. Y si salimos de la esfera tradicional de lo literario, algo muy sugerente sucede: descentramos lo literario. Un caso palmario es la canción popular, o el teatro. Dicho sea de paso no comprendí tu alusión al teatro colectivo, pues el teatro siempre lo es, tal vez te refieres a la dramática de creación colectiva.
Y en el teatro, por supuesto, también se escribió y puso en escena la violencia desde los inicios de los 80's. Sé de lo que hablo, hago mi tesis de phd sobre esa vaina. saludos

Anónimo dijo...

haber puesto por escrito esas propuestas ya es un paso importante

veamos si sigue la narcolepsia

zeta dijo...

Me deja un sabor acertado todo lo que trata en esta entrada. Creo que solamente cabe anotar que los principales problemas que se desprenden son posiciones idiotamente fijas y encontradas entre las ideologías que se mantienen, deseo de primar por sobre todos los practicantes de la literatura; también me parece que culpa del exceso de escritores de un solo libro o editoriales independientes, quizá también de constantes apariciones de grupos y todo eso, a un asunto meramente comercial que empuja a que pase todo eso. Estas son mis opiniones, en lo demás concuerdo, lamentablemente, ya que me gustaría no estar de acuerdo y aportar más. Suerte, es un buen blog este, pero el problema, según me parece, es la extensión de los textos, y además la verborrea de los anónimos que pudiendo exponer sus ideas en tres líneas las mandan a más de veinte (Por cierto, perdón por lo extenso...). Una cosa más, hay una necesidad casi asesina de ser parte del mercado, probablemente con fines económicos por encima de dependencia hacia la fama, tal vez señal de una enorme ausencia de mecanismos que permitan el desarrollo del arte peruano, aparte del mercado, como en otros paises que se entrega una cantidad necesaria para la subsistencia del autor, así como un pago módico por la publicación o estudio de sus obras. Suerte.

Luis Alvarado dijo...

asi se habla!

Anónimo dijo...

Hola.

Soy la perspectiva histórica.


Hablas por las wevas.

A nadie le importa.


Salvo a la gente qe lo olvidará mañana.


O en el mejor de los casos, hablará de ello en el té.


Abandónate al nihilismo de una vez y déjate de posts de consejos para mejorar la sociedad. No se puede. No sirve. Abraza de una buena vez el hedonismo que contemplaste de joven y desechaste con los bigotes. Recupérate, tío, nunca es tarde para nadie.

Anónimo dijo...

La mejor perspectiva histórica pertenece al maestro Jorge Basadre:

"Los tres grandes enemigos de la promesa peruana han sido: los Podridos (corruptos), que han prostituido todo al servicio de sus intereses, y quisieran convertir al Perú en una charca; los Congelados (indolentes), que se han encerrado en si mismos y miran sólo a sus iguales o dependientes, y ven al Perú como un páramo; y los Incendiados (violentistas), que se queman sin iluminar, se agitan sin construir y quisieran ver al Perú como una gigantesca fogata. Entonces, decía el maestro, la clave del futuro está en liberarse de estos tres tipos."

Anónimo dijo...

la poesía de Víctor Coral, por ejemplo, me parece que combina bien la perspectiva histórica con las exigencias estéticas. Qué opinas? Espero que no censures este comentario.

Anónimo dijo...

11: No no validas las 10 primeras.

J. Rosas Ribeyro dijo...

Estoy completamete (o casi) de acuerdo con los puntos 2 al 10, y me parece muy buena idea haberlos planteado claramente. El primero, en cambio, no queda muy claro porque una cosa son las afinidades estéticas o ideológicas (y de eso de puede discutir)y otra muy diferente y nefasta es el amiguismo.

J. Rosas Ribeyro dijo...

Completamente (o casi) de acuerdo con los puntos 2 a 10. El primero, en cambio, me parece que merece un análisis más profundo. No es lo mismo coincidencias estéticas o ideológicas, que merecen ser debatidas, y otra muy diferente es la nefasta práctica del amiguismo porque ésta no da lugar a debate y es fuente dze posiciones reñidas con la visión crítica.

Anónimo dijo...

la presencia de la poesía de Coral es producto del amiguismo no se dejen engañar.

Poeta sanmarquino

Anónimo dijo...

Si aplicamos el punto 1, se acaba la literatura.
Intenta conversar con JD Salinger.

Anónimo dijo...

Para que exista buena literatura "el ambiente" del que hablas en el punto 1, ("Eso no solo limpiaría el ambiente, sino que colaboraría a la comprensión de nuestro panorama literario, su crecimiento, sus direcciones y su futuro.") debe de estar lo mas contaminado, sucio y pestilente que pueda ser posible.
No estoy de acuerdo con tu primer punto, me parece que peca de utopico e idealista.
Huele a "Tide"

Anónimo dijo...

Llego aquí desde 100 palabras por minuto.

En términos generales, concuerdo con los puntos señalados. Esto se puede aplicar casi a cualquier país de Latinoamérica.

De lo que más me llama la atención es la idea de vislumbrar los posibles vínculos, vasos comunicantes (o, en su defecto, las irreconciliables diferencias) entre los escritores.

También, el debate y la crítica no deben rehuirse, al contrario, deben buscarse, y son de las prácticas más sanas para hacer que una determinada literatura exista.

Saludos.

Anónimo dijo...

Faveron, tu eres el primer instigador de las contiendas. Lo haces mañosamente y luego exiges lo que tu no practicas. Por supuesto que vas a recibir enseguida la aprobación de Thays, que hace lo mismo que tú. Hace poco dijo "Si, somos maffia y qué" ¿Eso es buscar un entendimiento saludable? Y en esa lista de marginales que mancionas en una lista, otra vez con esa misma forma tan tuya de tirar la piedra y luego decir ¿Por qu-e tiran piedras? No colocas entre los magineles a casi todos los nzrradores que publican en la Editorial San Marcos, a Reynoso, a Calderon Fajardo, a Carmen Ollé, a Teresa Ruiz Rosas, a Patricia de Soua, a Jorge Diaz Herrera, a Freire, a Adolph, a Higa. ¿No son ellos marginsles? Pero tampoco nombras a muchos más como Sumalavia, Donayre. Yushimito, De Pierola, Carlos Rengifo, Ildefonso, elBombrdero, etc ¿No son ellos marginales? Ves, dear, como tiras la piedra y después te quejas de los que tiran piedras.

Anónimo dijo...

A pesar del interés suscitado por el post, no concuerdo con todo lo expuesto:
- Cuando Faverón dice: "Bastante más productivo es entender si los vínculos entre diversos escritores son estéticos, ideológicos, políticos o acaso, quién sabe, programáticos". Sería estupendo que fuera así, pero no, nos podemos engañar. Las mafias y el amiguismo existen en el Perú. No se debe pretender obviar esa práctica, queriendo ver en nombre de lo "positivo" y "productivo" que todos los vínculos formados entre escritores responden a fructíferas y sanas intenciones.
- Con lo de la narcolepsia presente en nuestro medio intelectual, llego a compartir ese parecer. No obstante, creo que a veces Faverón no contribuye del todo al debate alturado y el cual fomente una valiosa prolongación de la discusión. Lo digo porque cuando respondió con 9 textos al escrito del profesor Miguel Ángel Huamán, culminó sus intervenciones con la siguiente frase: "Quisiera encontrar en su argumentación puntos que corrijan o enriquezcan mis propias ideas sobre el tema, pero lamento decir que me ha sido imposible". Perdónenme, pero yo no puedo creer que Faverón no encontrara un punto rescatable o aporte en el ensayo de Huamán.

Alfonso.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Muy fácil, Alfonso: dime cuáles son los puntos interesantes y defendibles del ensayo del profesor Huamán.

(Y mi respuesta no fueron 9 textos: fue un solo texto publicado en 9 partes, debido a la dinámica propia de un blog).

Anónimo dijo...

A diferencia de usted, yo sí puedo reconocer la confusión que puede generar la expresión 9 textos, en lugar de 9 entregas o partes. Ahora bien, no busque sinrazón así nomás. Por más que haya dividido un escrito largo en 9 partes, cada una de ellas puede ser tomada como un texto independiente en su blog. Es sólo una apreciación de lector.

Alfonso.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Eso es lo de menos. Lo importante es que sigues si responder a mi pregunta de hace un rato: cuáles son los puntos interesantes y defendibles del ensayo del profesor Huamán.

zeta dijo...

No entiendo algo: ¿por qué publicar en San Marcos te hace marginado? Me suena a racismo...

No concuerdo con lo de los textos. Una cosa es un texto con varias partes y otra es varios textos, una sutil cuestión de diferencia. Es lo de menos, a mi parecer la gente no es capaz de dejar su resentimiento para abrirse adecuadamente al tema. Si reclamas hermetismo, ¿por qué no dejan de ser herméticos? Suerte.

Anónimo dijo...

Mire, no encuentro trascendencia en explayarme a contestar su pregunta. Principalmente, lo hago porque no soy una autoridad en el tema y también me inclina a hacerlo ese facilismo de responder a mi sorpresa y escepticismo (me parece raro y lapidario que sólo se encuentre discrepancias y ninguna coincidencia ) es preguntarme qué aporte hallo yo en lo escrito por el Sr. Huamán y como me dirijo a usted, las precisiones de concepto para mí no son lo de menos. Cuando usted quiere hace peroratas y defensas de palabras y nociones.
Solamente señalaré que a mí me pareció saludable la aparición de un ensayo que ofrece una mirada distinta a la suya del vínculo entre literatura y la violencia política que asoló al país.
Y para Zeta, yo no estoy en el "saco de los resentidos"; únicamente apunto sin ánimo de agresividad, que quien denuncia la narcolepsia, a veces propicia ese fenómeno desagradable.

Alfonso Castillo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Lo importante no es tener un punto de vista distinto, sino que ese punto de vista sea inteligente, razonado y fundamentado y que represente un aporte. Si no puedes decirme cuál es el aporte de Huamán, y yo, después de estudiar su texto, no lo he encontrado, tengo razones para pensar que no existe. Ahora bien, si quieres insistir en que sí existe, lo lógico es que digas cuál es. Si no, estás hablando de fantasmas.

Anónimo dijo...

No hablo de fantasmas ni nada por el estilo. Sólo trata de entender que además de sorprenderme tu conclusión en la parte 9 de tu largo escrito-respuesta sobre lo hecho por Huamán; estoy en el derecho por no creerme un intelectual o autoridad del tema de no decirte qué valor encuentro en tal o cual ensayo.
Tengo la libertad de señalar que no hay trascendencia en la apreciación positiva que yo pudiera dar. No respondo a tu pregunta no por incompetencia o por incapacidad de extraer un aporte; sino porque me resulta mañosa la interrogante ante una observación realizada a la narcolepsia.
Y no es cuestión de buscar lo "importante", yo te expreso y reitero con toda justeza que un texto como el de Huamán me parece saludable porque ofrece un punto de vista distinto al tuyo y con el cual (te guste o no) concuerdo más.
Es muy fácil pedir consideraciones a quien abiertamente señala algunos puntos flojos de lo que harías, si fueras diputado. No tengo por qué responder a cualquier cuestionamiento. Usted no siempre lo hace, por si acaso.

Alfonso Castillo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Si yo digo que 2 + 2 son 4 y el profesor Huamán dice que 2 + 2 son 5, tú tienes todo el derecho a decir que estás de acuerdo con el juicio de Huamán, pero no por eso estoy yo obligado a decir que su juicio tiene aciertos. Así de simple. Ahora, si me dices en qué acierta él y cómo es que yo fallo, podré discutir contigo. Si no lo haces, no pasa de ser un acto de fe que no tengo por qué corresponder.

zeta dijo...

Hmm, tendría que explicarse que el haber mencionado al trabajo de dicho señor, especialmente haber hecho una crítica basándose en dicho trabajo hace necesaria una defensa para no morir con todo y argumento.

No es raro, la gente que viene y critica, o simplemente no está de acuerdo, no da buenos argumentos para contradecir lo que el señor escribre. Un poco de análisis y cualquiera se da cuenta. Sabe, cada vez que releo noto que hay oraciones no conectadas, por lo que el significado se altera. Hay que insistir que sí es importante explayarse, por lo menos en beneficio de la verdad y el debate.

Más bien lo que dice es que a usted no le parece un buen argumentador el señor de este blog, y es por eso que usa el ejemplo del ensayo...

Lamentablemente, toda defensa o ataque de una posición tiene algo de agresivo, incluso en los mejores términos. Un ejemplo es lo que dice luego de la narcolepsia. Si así fuera probablemente yo no estaría escribiendo. El tema me llegó y me llega a interesar justamente porque lo leí en este blog: ¿Qué más quiere?

zeta dijo...

Concuerdo con la respuesta del blogger, pero habría que agregar que el asunto se ve mejor desde el relativismo. Las razones por las que tiene esa posición están explicadas por el mismo, y es lógico lo que dice. La verdad no puede ser impuesta.

zeta dijo...

Pienso que el comentario que hace al final el blogger- y que usted toma como ejemplo- es eso y nada más, no creo que se pueda considerar como un hermetismo exagerado. Bien dicen que la libertad no debe ser mal usada, como en este caso, el usarla para no satisfacer a otra parte del debate es malo; si dijera su punto de vista podrían compararse ambos, incluso hay la posibilidad de que el autor se retracte al estar equivocado, pero todo lo que dice o hace da la impresión de que no existe, hechos y discrepancias aparte. Y como usted lo sugiere, no se necesita ser experto en algo para opinar, pero sí hay que saber diferenciar la sustentación de las opiniones.

¿Es decir que solamente por ser de la narcolepsia no quiere responder? El tema está aparte, aquí se habla de otra cosa.

Claro que es cuestión de buscar lo importante, esa es la base de toda investigación. Un punto de vista por sí sólo no vale, debe ser sustentado. Me gustaría concordar con quien tenga la razón, pero a estas alturas, por su negativa, nadie la tiene. Y eso es un punto para el autor.

Yo sig sin ver puntos flojos, y que no se ocurra, pues, que soy un tonto obsesionado y a favor del blogger, simplemente me meto porque es debate, y si aporto bien justifica mi libertad.

Finalmente, si el autor no hace tal o cual cosa, ¿por qué debe imitarlo usted?

Anónimo dijo...

Bendita la literatura que no tiene que rendirle cuentas a nadie, solo así misma; no hay gobiernos en la literatura y eso es lo bello. No existen decálogos ni mandamientos para moldear a un escritor sobre cómo tiene que escribir o qué es lo que tiene que decir. El asunto es que los buenos escritores la tienen que defender produciendo buena literatura, eso es lo único cierto, cosa que últimamente no viene ocurriendo, y no es un pecado decirlo…

Anónimo dijo...

Exacto. Estoy de acuerdo con la última intervención de Faverón. Cuando expreso mi sorpresa ante la conclusión que no se encuentre ningún punto rescatable o aporte por lo escrito por Huamán, no pretendo decir que el blogger no tenga potestad para hacerlo, sino que a mi parecer (y tengo la libertad de hacerlo) se presta a una suspicacia. Es mi opinión, no tienen por qué compartirla: hallar innumerables discrepancias y nada de coincidencia, se presta a una posible interpretación de que asoma la mezquindad.
Y no se tome a mal, lo que diré a continuación: no todos los que comentamos las entradas de este blog, estamos buscando discutir con Faverón. A veces (y es mi caso) únicamente pretendemos brindar un comentario y punto. Al optar por esa alternativa, no lo hago por soberbia o porque no crea que la otra persona está a la altura de debatir.

Alfonso Castillo.

zeta dijo...

La última intervención lo resume todo, es lo que desde el comienzo se busca. Según lo que yo entendí que usted sugería era que la opinión del blogger no era alturada como para descalificar la investigación, y justo por eso se reclamaba que dé los argumentos para debatirlos y demostrar lo contrario. La libertad de hacer o no hacer depende de cada uno de nosotros, pero tampoco pida que se lo tome como la cosa más elevada: muchas veces lo que dejamos de hacer es dañino, y eso también es parte de la mentada libertad.

Exacto, nadie está obligado a nada, únicamente se pide coherencia para complementar lo que usted comentaba, nada más. Justamente eso, el que muchos discrepen obligan a pensar sobre las razones que estos tienen para hacerlo, sino se cae en una llana mesquinidad, ¿de qué estamos hablando todo el tiempo? Su comentario pareció mezquino por el mismo hecho de que no se animó a exponer su sustento, fuera de su derecho a negarse.

No tengo por qué tomármelo a mal, tampoco espero que los demás actúen según lo que quiero, pero me suena a ironía que me diga eso justamente cuando el que discutía era usted. Mis intensiones ya las dije, por lo tanto tengo excusa de el porqué de mi intervención. También yo hago lo mismo, solamente que este caso me pareció especial por su naturaleza.

Bien, eso es bueno cuando habla de los casos generales, pero éste no fue uno general. Todo lo que usted describe no va acorde con lo que sucedió por acá, si así fuera, perfecto, ni pasaría nada. La soberbia la deduzco de su renuencia, sólo eso. Suerte.

Anónimo dijo...

No entiendo, por qué se explaya tanto Zeta para con lo que hago o dejo de hacer yo (como si mis intervenciones con limitaciones, fueran importantes y lo indignaran o algo así). Yo no he buscado discutir con nadie en particular, y ello no me hace menos ni detestable. Y la soberbia o ánimo beligerante lo siento más en Zeta, que en lo expresado por mí. Sólo expresé una opinión que no busca ser una verdad absoluta, como hacen otros comentaristas. No a todos los que comentan, les piden cuentas o "sustentación" como inquisidoramente lo realizan conmigo.

Alfonso Castillo.