19.11.08

Ron Mueck

El arte de transformar al observador

Seguramente una de las nociones más difíciles de la narratología es la de punto de vista: quién ve, desde dónde ve, cómo ve, qué cosas puede ver, cómo y qué se focaliza a través de esa mirada (si es que hay una mirada), etc.

En términos teóricos es ya un asunto bastante complejo; el problema de cómo influye el punto de vista en la percepción del lector es todavía un difícil universo adicional. Pero hay más: cómo puede el punto de vista de la narración transformar, no lo observado, sino al obsevador: pregunta grande si las hay.

¿Qué pasaría si en vez de ver el asunto en el campo de la narrativa, lo viéramos por un momento, con el perdón de los expertos, desde el terreno de la plástica? Échenle una mirada a las fotografías que acompañan este post, que presentan esculturas del artista australiano Ron Mueck, famoso por sus piezas hiperrealistas y por la desnaturalización de la percepción que ocasiona valiéndose del juego con las dimensiones, a veces colosales, a veces diminutas, de sus obras.

Qué es lo que cambia cuando Mueck coloca ante los ojos del espectador a una pareja de señoras perfectamente humanas pero de cuarenta centímetros de alto, o a una mujer de veintre metros de altura recostada en una cama hiperbólica. ¿Qué es lo que varía? ¿Es la naturaleza del cuerpo representado, o es la índole de la mirada del observador sobre ese objeto?

Hay que notar que lo de Mueck no es la corriente licencia de dimensiones que cualquier escultor puede tomarse: no es una pareja de paseantes de Rodin de medio metro de estatura, sin intenciones de hiperrealidad; no es la monumentalidad recurrente y refleja de una estatua como el Cristo del Corcovado o la Estatua de la Libertad, que reclaman ser vistos como prodigios: las esculturas de Mueck le piden al espectador que respete su humanidad. Y ahí está lo interesante.

Si ellas piden ser vistas como seres humanos, pero, en función de sus dimensiones, cambian la naturaleza de la relación entre objeto y observador, ¿dónde debe operarse la transformación? Respuesta: en el espectador. Es el espectador quien tiene que asumir, durante la observación, la ficción pasajera de que él ya no es más el ser humano que era: debe asumirse microscópico, empequeñecido, o portentoso, gigantesco.

En otras palabras, las esculturas de Mueck fuerzan al observador a reconsiderar sus propias dimensiones, y, con ello, la naturaleza de su punto de visa: su mirada será la de la mosca en la pared, o la del dios que sobrevuela el mundo; la del enano que le llega al hombre a los talones o la del monstruo que, al compararse con el ser humano, empieza a verse a sí mismo como una anomalía.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen post. No solo se trata de la relatividad de diemensiones ni de los juegos escopicos. Tambien creo que hay enfasis en la materialidad del cuerpo cotidiano, con frecuencia obviada en una normalizada vision (teoria) descorporalizada, sublimada o "espiritualizada".

Anónimo dijo...

Hace tiempo ya que tenía un PPS sensacional sobre Mueck; lo tengo aún pero está perdido en los documentos de mi compu y si logro ubicarlo postearé aquí la dirección después porque es impresionante.
LAURITA MACEDONIA

zeta dijo...

Antes que se me vaya la idea: piden ser vistos desde el lado frágil que hace a los seres humanos, pero de eso a la diferencia de otros factores lo veo como algo distinto.

Lo que dices de pasarle la pelota al espectador es bueno, es lo del arte moderno: Antes, valiéndose de un solo material o soporte para mostrar su alma, su arte; ahora, cualquier objeto o material para que el espectador lo llene, y en el mejor de los casos para que el artista sugiera como llenarlo.

Lo último puede ser. Interesante post.

Sebastián dijo...

Es un artista y como tal cada quien ve lo que se le ocurre ver e_e



Es un artista, y como tal, llena la Internet de letras para llenar la Internet de letras.


Es un artista, y como tal, deleitémonos un poco en lo que hace... pero no nos lo tomemos muy en serio.