Lo de la PUCP es un problema de todos
En un lugar donde las ideas valieran como ideas y los discursos se parecieran a las convicciones, pocas cosas podrían hacer felices simultáneamente a un liberal y a un fascista.
El Perú, claramente, no es ese lugar y la sentencia del Tribunal Constitucional que, en la práctica, coloca a la Universidad Católica en manos del Opus Dei a través de un viejo aliado de la dictadura fujimorista, es una de esas cosas que contentan hasta la exultación a fascistas y a seudo-liberales.
Mejor de lo que pueda explicarlo yo, lo ha explicado Ricardo Vásquez Kunze en una columna de opinión en Perú 21: la Universidad Católica corre el riesgo, ahora sí, de volverse el bastión de la estupidez más reaccionaria en el Perú y los que se dicen liberales celebran como si el fallo del Tribunal Constitucional le estuviera otorgando el poder sobre la universidad al fantasma de Karl Popper.
Y en medio de todo esto, sorprendentemente, el mismo Perú 21 decide dar tribuna ya no a esos lobos con piel de cordero que son los fachos disfrazados de liberales --a esos los puede acoger perpetuamente su gemelo gore, el matoncito Aldo Mariátegui--, sino a un lobo con vendajes de momia egipcia y cerebro de fósil antediluviano: se trata de Oliver Stark, quien en una columna de opinión propone, sin ambages, medias tintas ni eufemismos, la institucionalización del fascismo en la esfera política peruana.
Stark (aquí pueden ver de quién se trata), en un texto deshilvanado y en extremo caricaturesco, reivindica el fascismo de Riva Agüero en el origen mismo de la Universidad Católica y, apenas entre líneas, festeja la posibilidad de que la institución camine hacia él. Pero además propone el fascismo como una opción de "camino medio" entre el socialismo y el capitalismo para la política peruana: así como lo oyen: ¿en la mente de qué desvalido cabezahueca puede el fascismo ser un "camino medio"?
Pero no es para tomarlo simplemente como un exabrupto: quienes lean Puente Aéreo saben que el fascismo, con todo lo risiblemente desprestigiado que está desde hace décadas en cualquier esfera intelectual, tiene los pies puestos en la Universidad Católica, en su misma plana docente, en este momento. Quienes se interesan por las idas y venidas de la PUCP saben también que hay incluso personajes que no orbitan lejos del fascismo que abrigan esperanzas de alcanzar el rectorado, desde dentro, y que, oh sorpresa, estuvieron fuertemente vinculados a la dictadura de Fujimori.
¿Qué se puede hacer? ¿Qué cosa pueden hacer los estudiantes, los profesores, los innumerable ex-alumnos de la PUCP, para evitar un escenario en que las líneas maestras de la universidad sean dibujadas por individuos como el deplorable cardenal Juan Luis Cipriani y Francisco Tudela, el canciller del fujimorismo?
Ese triste pero posible panorama, recordémoslo, no es el de una simple crisis interna para la Universidad Católica. La PUCP es la institución más solvente de la academia peruana, es uno de los motores de nuestra intelectualidad, una de las pocas tablas de salvación de nuestra sociedad si es que alguna vez esperamos salir del agujero en el que los Fujimoris y los Garcías nos han enterrado. ¿Se puede permitir que quede precisamente en manos de ellos mismos?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que desaparezcan el Instituto de Derechos Humanos de la PUCP, las valiosas cooperaciones entre la universidad y la sociedad civil o los mecanismos de difusión y construcción de una cultura al alcance de todos que la PUCP promueve a través de eventos como el Festival de Cine de Lima?
¿Cuánto tiempo antes de que un espurio sucedáneo del Instituto de Derechos Humanos empiece a publicar, con el respaldo del nombre de la PUCP, textos dedicados a desestimar el trabajo de la Comisión de la Verdad, que fue hecho en gran medida por estudiosos de la universidad que, de implementarse la decisión del Tribunal Constitutional, no serán soportados mucho tiempo más dentro de la institución?
¿Cuánto tiempo pasará antes de que el ya decaído Fondo Editorial pase a convertirse en el aparato de difusión de la ultra-derecha o a basurizarse hasta el extremo en manos de una banda de ignorantes como los que descalabraron las instituciones culturales del Estado bajo la mano de Fujimori?
¿Cuánto antes de que el contenido transparentemente fascista de ciertos cursos del currículo de Derecho se conviertan en el contenido mandatorio para todos los estudiantes que pasen por esa facultad? ¿Cuál será el rol social e histórico de la PUCP cuando su estándar moral lo decidan quienes postulan la destrucción y el inmediato olvido de la destrucción como modus operandi para el Estado?
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