14.10.16

Dylan y Roth

En estos días en que pocas cosas me hacen feliz, me hace muy feliz el Premio Nobel de Literatura a un artista fundamental del siglo XX, influyente en la poesía, en la narrativa, en la música, en el acaso inevitable y cíclico retorno de la canción popular a su rol de comentario social: ese hablador benjaminiano, poeta-cuentacuentos que le enseña a la gente de un pueblo o de una nación las cosas que la unen y los traumas que la ponen en riesgo de colapso. Así que me gusta el Nobel de Bob Dylan.

Pero debo decir que, si la Academia Sueca tenía las miras puestas en un escritor norteamericano, judío, residente en Nueva York, nacido entre los años inmediatamente anteriores a la segunda guerra mundial y los años en que Estados Unidos entró a esa guerra; si los suecos querían un artista prolifico de esa misma generación, que hubiera dejado la huella más fuerte y la influencia literaria más profunda y las obras más contundentes, entonces ese no era Dylan sino Philip Roth.

Y claro, ahora los fans de Dylan están felices: cómo no celebrar al profeta del infierno paradisiaco, al adivino de la paz, al denunciante de todas las guerras injustas; quién no se alegra por el irónico, el sarcástico, el reflexivo, el mordaz Dylan, autor de muchas de las canciones más memorables del siglo (y de un libro de poesía más bien mediocre y de un libro autobiográfico que no está nada mal).

Pero es triste tanta alegría junto a tanta tristeza, porque Philip Roth es probablemente el novelista vivo más relevante de hoy, entre quienes no han recibido el Nobel, y más relevante que varios que sí lo han recibido, y Philip Roth ha escrito muchas de las mejores novelas de los últimos cuarenta años, y el Nobel a Dylan dejará a Roth sin premio: se morirá sin recibirlo, porque la Academia se demorará décadas antes de volver a premiar a un norteamericano, y cuando esas décadas pasen él ya no estará más. Lo que le han hecho a Roth ayer es lo que le hicieron a Borges. Ser injustos por capricho político.

Así que a celebrar, pero no olvidemos tampoco que este premio es una cachetada a mucha gente que le ha dado forma a la novela del siglo XXI, como Banville y Julian Barnes, como Toibim y Salman Rushdie y Amos Oz y Hilary Mantel y Margaret Atwood y también a otros que ya ni siquiera suenan como candidatos, y sonarán menos mientras más se acerque la academia al show business, como Ricardo Piglia y Paul Muldoon, y una cachetada a los maravillosos poetas que no viven en el estrellato y no saben tocar la guitarra pero que son mejores poetas que Bob Dylan.

Así que, felicidades Bob Dylan, disfruta el Nobel, danos un concierto el día en que te lo entreguen (yo te fui a ver en Portland pero tu concierto esa noche fue horroroso; mejor estuvo tu telonero, Elvis Costello).Y recuérdales a tus fans que hay que leer libros, porque por aquí ya hay varios que festejan que por fin conocen la obra de un Premio Nobel de Literatura, porque la han escuchado en sus iPods, ya que les da pereza leer libros.

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