
Blogs de los mejores y de los peores se han despedido en estos días. Entre los primeros, a la salida del Qaphqa de Daniel Salas (quien amenaza con regresar pronto a la blogósfera, acompañado por el medievalista americano Vincent Barletta, en dos blogs de corte eminentemente académico), se suma el cierre de O Biscoito Fino e a Massa, del estupendo crítico cultural brasileño Idelber Avelar.En el lado positivo, hay que anunciar que ha pasado a mejor vida Leonardo Aguirre, no la persona, claro, cuya desaparición sería lamentable, sino el blog epónimo, al respecto del cual he opinado varias veces. Antes de dejarnos su último saludo en el escenario (para usar la frase de Conan Doyle), Aguirre tuvo tiempo de colocar un post en que parecía condolerse risueñamente de que la obra de Enrique Verástegui hubiera sido alguna vez considerada crucial y preeminente en nuestra poesía, a la vez que dejaba carta blanca a sus lectores para colocar, anónimamente, toda suerte de comentarios injuriosos contra el poeta cañetano.Yo nunca he comprendido esa lógica de la inmediatez que hace que menospreciemos a los escritores vivos que elaboraron lo mejor de su obra años atrás y que no parecen escribir cosas a la misma altura en tiempos recientes. Está claro que, una vez muertos, poco nos importará en qué momento de su vida escribieron sus mejores cosas. Nadie dejará de leer a Faulkner tras descubrir que todo lo crucial de su creación estaba terminado veinte años antes de su muerte. Nadie haría nada similar con Salinger, Rulfo u Orson Welles. No quiero imaginar a ningún londinense renegando entre dientes, en 1616, "ese Shakespeare no ha vuelto a su antiguo nivel desde 1608".
En fin. No tengo idea de qué cosas escribirá Verástegui en el futuro. Sé que nadie que haya escrito el notable poema que copio a continuación puede ser considerado una promesa incumplida:
GIORDANO BRUNO
"Toda potencia de la naturaleza o del espíritu
debe formar su opuesto como única condición y
medio de su manifestación"
(citado por Joyce,
Cf. The Critical Writings).
Follajes de Noli
y aire suave de Labor,
Nápoles –fábricas de Nápoles tan llenas de Gramsci
y en Gramsci relampaguea
el aura de Bruno:
Giordano Bruno nacido en 1548, poeta,
filósofo que en el temblor de la duda
encontró la verdad
tan delicado como sombras
de lilas que el viento arrastra –el
saber alejandrino brotó fresco
en el jardín ya florido
de una mente severa.
Tuvo lo que su época le dio (fue clérigo intratable)
mas convino que toda época está en retroceso
y el pasado -¿donde está?
que no esté arrumado
entre murallas de prejuicio
y largos trámites
burocráticos, la represión,
las relaciones mercantiles.
Oh campo aún velado en nieve espesa
y con ligeros brotes
de verdor: núcleos semánticos
núcleos de meditación
entre pétalos no más desesperados que este abismo
abierto entre el día
y la noche mientras nuestro paso es un siglo
tenuemente vacío levemente extraviado como hipótesis
que van
rechazándose y negándose en un texto que a lo a priori
prefirió la luz de lo móvil
y el soñar
y errar en la vida
buscando belleza
y sabiduría = gramática de flores
aunque penumbras del vivir
sin más pobre lumbre
que haber regado un poco
este misterio del verdor
hoy signos sólo
y flores turbias
de un muy viejo manuscrito: el tuyo,
Giordano.
Y 30 años tenías,
vestidos trashumantes
cabellera oscura
y larga: hombrecillo
de rostro moreno
y oscura y rala barba –cuando
insultado y desterrado
vagó vagaste vagón perdido como chispa rápida
de un detonante que ya
en la mecha de tu propia expresión
revienta los sentimientos de tu/mi éxodo poético
al sueño –tierra de promisión inhollada.
Milán, Venecia, Niza, compuertas de Génova
que han recibido a tantos extranjeros
te cerraban puertas y persianas
-sus bandos
bien claro (decían) que no debías
pisar sus yerbas
y has dormido al sereno
contemplando la elíptica del cometa en tu estilo
el cabello escarchado la materia infinita
y algún texto de Sedulius Scottus
te complace:
Scriptor sum (fateor), sum Musicus et Orpheus,
sum bos triturans, prospera quaeque volo,
sum vester miles sophiae praeditus armis:
pro nobis nostrum, Musa, rogato patrem...
(y seguiste recordando más versos).
Te amparaba
tu propio desamparo
y cielo infierno: suggetto – á doi contrarii eterno,
Bandito son dal ciel, et dal infierno
están lejos de ti
ni te reciben
vagabundo al llegar el día.
En Londres y París
en Wittemberg al dictar tus clases aprendías
la pesada luz de tus alumnos.
Y Praga te vio volar
como una antorcha de Joan Huss,
Caballería Roja,cerebro de flores en el sueño.
¿Quién decidirá
-pensabas-
entre Aristóteles
y Platón?
¿Quién entre Tomás y Agustín?
¿Entre la forma racional
y la forma ideal
de un mismo lenguaje represivo?
Y ya habiamos decidido
Giordano:
contigo en tus escritos.
No la verdad –no
sino el conocimiento de la causa
en el efecto
y me crucé contigo
en la penumbra
de la antecámara materialista
almácigos tiernos
dialéctica aún suave
como un crepúsculo.
Tu Opera de ligar/ desligar
los misterios
y problemas de la física las leyes de la naturaleza
que tu mnemotecnia
dominaba (tu práctica analógica)
te valió el lodo de tu nombre
-ser el brillo
que alumbra este pasado
de hombres que pagaron caro
su arrogante deseo de saber.
Y en Venecia te llevaron al miserable tribunal
del Santo Oficio y te juzgaron
te desnudaron te maniataron te humillaron
y el proceso penoso y largo
duró años: Giordano Bruno
ni transa ni se retracta - no pierde
el nolano
judío errante
la altivez de su verdad.
Lo declaran ateo impío corrompido –lo excomulgan
y viene la condena:
"que sea castigado
con la mayor dulzura posible y sin efusión
de sangre, sine ulla sanguinis effusione"
que en maligna lengua eufemista represiva
y clasicista dictaminaban los Inquisidores de siempre
morir quemado vivo
y entonces Bruno replica
ya bellísimo su alto testamento: más os intimida
pronunciar mi sentencia a vosotros
que a mí el oírla
y entró sereno en la brasa
lúcido entre las ávidas llamas.
Toda época está
en retroceso y todo presente es pasado devorado
en el futuro y aquel 9 de febrero 1600
Giordano Bruno, poeta,
loco y filósofo que en la duda encontró su verdad
nació para todos
y yo nací con él,
yo soy Giordano Bruno.
Enrique Verástegui