16.4.06

Drácula no era un pato verde

En el barullo editorial provocado por The Da Vinci Code lo más alucinante es la aparición de decenas de libros destinados a probar que las cosas que se dicen en esa novela no ocurrieron en la realidad.

En muchos casos, son libros escritos por investigadores con olfato publicitario, pero plenamente conscientes de que lo suyo es un trabajo de perogrullo: hacer notar que ficción y realidad son cosas diferentes.

En otros casos, sin embargo, se trata de despistados sin una micra de conocimiento literario y sin la noción más elemental de filosofía del lenguaje, que emprenden la tarea de demostrar que Dan Brown es un mentiroso.

Entre los últimos, según descubro en La República de hoy, hay un peruano; profesor universitario, para variar, de nombre Francisco Bobadilla, maestro de derecho civil y comunicador social. Además es miembro del Opus Dei, así que su indignación es ira santa. Santa pero mal dirigida, habría que decirle.

Para el señor Bobadilla he preparado la imagen que ilustra este texto: a la izquierda Vlad Tepes, personaje real, rumano, voivoda de Valaquia, empalador sanguinario, a quien llamaban Vlad Dracul y a quien la inspiración popular del este de Europa recuerda como "el conde Drácula". A la derecha, el conde Drácula de Tod Browning, ficticio, interpretado por Bela Lugosi y construido sobre el molde ficcional del Dracula de Bram Stoker, a su vez levantado sobre la imagen de Vlad Tepes. Entre ambos: Count Duckula, o el conde Pátula, en español, personaje ficticio, basado en todos los anteriores. Los dos últimos no son mentiras predicadas acerca del primero, sino ficciones hechas a partir de él. Vlad Tepes no era un pato verde, pero el capítulo de la serie El Conde Pátula en el que, en efecto, Vlad Tepes aparece representado como un pato verde, no miente: ficción nomás, señor Bobadilla.

Pero si esa explicación no lo reconforta, y decide perseverar en su empresa reivindicativa, he aquí otros terrenos en los que podría extender su labor: demuestre que Vargas Llosa mintió al decir que el Ministro del Interior de Odría se llamaba Cayo Bermúdez; pruebe usted con documentos en mano que en las guerras civiles colombianas ningún coronel de apellido Buendía perdió jamás treintidós guerras; haga notar de una vez para siempre que en el 221-B de Baker Street, en Londres, nunca vivió un detective llamado Sherlock Holmes (estuve allí hace tres años: algunos descarados intentan aún hoy convencer al turista de que así fue); denuncie que Aquiles no mató a Héctor ni fue muerto por París; señale usted la falsedad de George Steiner, quien ha osado afirmar, en una novela, claro, que Hitler fue descubierto con vida por unos cazanazis judíos, en las selvas entre Bolivia y el Paraguay, apenas unos años atrás. Deje en evidencia a esos cronistas españoles que juraron haber visto sirenas y barcos enormes colgados de las ramas de los árboles en la selva del Perú. Y después échele mano a sus Obras completas de Tolstoi y, en nombre de la verdad, no deje tampoco a ese títere con cabeza.

Imagen: la ficcionalización de un personaje.

5 comentarios:

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Me sorprende la objeción, y no le encuentro relación directa con lo que critico en mi post.

De todas maneras, respondo: Brown ha dicho dos cosas: que ha investigado muchísimo (y eso es OBVIO para cualquiera que lea el texto), y que su obra es una ficción, lo que también es enteramente evidente. Que un porfesor universitario se eche a probar que lo que se dice en una novela es "mentira" resulta un tanto caricaturesco.

Por otra parte, dentro de tu lógica, dado que Vargas Llosa sí hizo una enorme investigación histórica, acopió datos y citó públicamente fuentes para, por ejemplo, "La guerra del fin del mundo", ahora tendríamos derecho a llamarlo mitómano y decirle que la historia de Jurema es mentira...

Gustavo Faverón Patriau dijo...

No es así. No existe la menor diferencia entre basarse en Basadre y basarse en Sixto Paz: la inclusión en la ficción ficcionaliza todas las partes del discurso. Ya puse el ejemplo de George Steiner, que es clarísimo.

Daniel Salas dijo...

En todo caso, queda claro también que quien escriba o afirme que Judas era un traidor, no se está basando en hechos históricos.

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

No entiendo muy bien tu afirmación, Daniel. El Evangelio de Judas no dice que Judas no entregó a Jesús. Lo que añade es una interpretación de sus acciones, una que ya era bastante conocida, además. Es decir, al contrario, confirma los hechos narrados en la otra versión.

Justamente hoy escuché una conversación entre la simpática conductora del autobús que me lleva a la universidad y otra pasajera. A propósito de la próxima película, la conductora, una señora de cuarenta y tantos años, le contaba a la pasajera, otra señora de similar edad, el argumento de El Código Da Vinci (lo había leído, según dijo, dos veces). Cuando esta última expresó cierto escepticismo, la otra respondió: “pero es la verdad, así ha sido” y añadió que “la Iglesia” lo había ocultado todo este tiempo. En ese momento no puede más y metí mi cuchara. “Pero, es una novela, es un producto de la imaginación el autor”, dije. “No”, respondió enérgicamente la conductora, “el autor ha investigado en documentos antiguos y ha descubierto la verdad”. Entonces la pasajera hizo algún chiste que no entendí bien (alguna de esas cosas que dicen los gringos para indicar gentilmente que no quieren discutir); la conductora se rió, y terminó la conversación quejándose amablemente sobre cómo nos cuesta tanto abandonar nuestros prejuicios “a pesar de toda la evidencia”.

Acabo de venir de la librería que hay por aquí. Fui a ver si ese sinvergüenza de Dan Brown había omitido decir que su trabajo era obra de ficción. Aunque nunca me había acercado a revisarlo, sí recordaba que el libro de Brown se exhibía en un montoncito de ejemplares junto con un poster en cierto lugar de la librería; no encontré el montoncito en su lugar original, lo habían movido a un lugar más prominente (claro, si ya viene la película). Allí vi que el libro trae en la portada una clara advertencia: “a novel”; esa no fue mi mayor sorpresa, sin embargo. Por primera vez noté cuál había sido el sitio original del montoncito. No era “Fiction”. El montoncito había estado en la pequeña rotonda creada por las secciones de “Philosophy”, “Cultural Studies” y “Spiritual Traditions”.

No es en absoluto inútil que alguien nos recuerde que el libro de Brown es un producto de la imaginación del autor. De hecho, dado este estado de cosas, es urgente.

Juan Carlos Villacorta dijo...

En la misma introducción dice Bobadilla que el CDV es ficción, pero que muchos de sus alumnos le preguntaban como si fuese verdad.

A mí también me parece ridículo tanto escándalo por una novela de ficción, pero es verdad que mucha gente se lo cree y se lo traga como si fuera verdad.

A lo que voy, es que el libro de Bobadilla no es una especie de "esto no es verdaaad", ni de ira santa, es un escrito muy mesurado para aquellos que se han quedado con dudas sobre el libro de Brown.

Valdría la pena que lo leas para que tengas conocimiento de causa y luego critiques.