15.4.06

¿Vamos al cine?

The Da Vinci Code es un libro pésimo, muy mal escrito, increíblemente superficial y enrevesado y habitado por unos personajes tan planos y grises que parecen apenas boceteados a lapiz sobre la hoja.

Pero es también un éxito resonante y la punta del iceberg de una industria de ficciones sacras (o sacrílegas, más bien) que amenazan con desbordar los estantes en casi cualquier librería de este país.

La novela de Dan Brown cuenta una versión caprichosa y un tanto convulsa de la vida de Jesús, un poco en la huella contrafáctica de Kazantzakis y Scorsese. Pero Brown tiene el objetivo de conmover a los impresionables y divertir a los curiosos, y no, como Kazantzakis y Scorsese, la expectativa de hacer pensar a los reflexivos. Sin embargo, las tres ficciones han sido recibidas por autoridades de la Iglesia de la misma manera: como mentiras peligrosas.

Después de casi dos decenas de siglos atribuyéndole a Dios la autoría de unos libros escritos por Dios sabe quién durante las primeras centurias de nuestra era, la Iglesia debería reconocer que, si hay espacio en este mundo para su fe en esos libros, también lo hay para las fantasías librescas de los demás. Pero eso sería, quizá, demasiado pedir.

Varias de sus mayores autoridades han protestado ante las historias que cuenta Brown en su novela. Entre las cosas más irritantes para tantos católicos conservadores, sin embargo, no han estado las tropelías de Brown en su reconstrucción de los relatos bíblicos, sino el retrato que brinda la novela del Opus Dei, que queda representado como poco menos que una mafia.

El mismo Opus Dei, que ha visto su sitio web súbitamente convertido en uno de los lugares más transitados de Internet, ha destinado una sección especial de su website a dar una explicación de las imprecisiones y falsedades de The Da Vinci Code. Al parecer, decir simplemente que se trata de una ficción no resulta efectivo ante el fervor de los fans de Brown.

El Opus Dei tiene una afinidad política notoria con los grupos más conservadores, cuando no reaccionarios, en innumerables escenarios políticos del mundo. Pero, claramente, no es una mafia, ni un ejército de malditos encubiertos, ni una partida de homicidas inescrupulosos y sanguinarios. Es suyo, sí, el imperdonable defecto de ostentar, por un lado, una gran cantidad de recursos y una amplia capacidad de acción y, por otro, un pésimo diagnóstico de los problemas de nuestras sociedades y una constante inclinación autoritaria, censora e impositiva.

Yo personalmente sería más feliz si el Opus Dei no existiera, pero jamás podría decir que se trata de una horda de delincuentes.

Pero los miembros de la obra no son los únicos que han recibido un tratamiento duro en obras ficcionales en tiempos recientes. ¿Saben quiénes más fueron retratados como una partida de homicidas inescrupulosos y sanguinarios en una ficción, no hace mucho? Los judíos, en The Passion of the Christ, la película de Mel Gibson, que describe a todos y cada uno de los judíos no seguidores de Jesús como bestias salvajes, depravadas, o sencillamente como facetas de una entidad demoniaca. (De todos salva sólo a uno: Simón de Cirene, que ayuda a Jesús a cargar la cruz. Pero claro, como se sabe, el mito católico dice que Simón de Cirene habría de migrar a Roma y hacerse cristiano, así que tampoco él es un judío bueno).

¿Y saben quiénes
se apresuraron a aseverar no sólo que la película de Gibsonera fiel a los evangelios, sino que era un retrato ajustado a los hechos históricos, y que nada en ella podía ser entendido como antisemitismo, pues se ajustaba a la palabra de Dios? Pues, líderes muy visibles de la Iglesia, como Raniero Cantalamessa, Darío Castrillón (el colombiano que estuvo voceado como papable) y Joseph Augustine Di Noia, entonces mano derecha del actual papa Joseph Ratzinger.

Que ajustarse a los evangelios salve a una ficción del cargo de antisemtismo es un razonamiento al menos extraño: no sería difícil argumentar que el estereotipo antisemita del judío mentiroso, embustero, traidor, e interesado en el dinero por encima de todas las cosas, tiene su primer ejemplo y su motor más poderoso en el retrato bíblico de Judas, sobre todo en el que se ofrece en el Evangelio de Juan.

Pero además es evidente que Gibson va mucho más allá que cualquier libro bíblico en su ensañamiento antisemita. De hecho, no toma como fuente uno de los libros, sino que recolecta los pasajes de cada uno de los cuatro evangelios en los que peor parados queden los judíos, construyendo así un engendro novedoso que parece articulado antes que nada por el rencor.

Y a eso le suma su único otro rasgo original: exceptuando un par de ruinas fílmicas de la Alemania nazi, esta es quizá la única película sobre la muerte de Jesús en la que el énfasis argumental y expresivo está puesto en describir la maldad infinita y enferma de los torturadores. De hecho, resulta harto difícil colegir en esta cinta algún tipo de mensaje de amor o reconciliación. Junto al asco, The Passion of the Christ sólo puede promover el odio.

Los mismos líderes de la Iglesia que aplaudieron The Passion of the Christ, protestan por lo que parecen considerar la turbia mitomanía de Dan Brown. La película antisemita de Gibson les pareció una maravilla. El best seller mamarrachento de Dan Brown les parece peligroso, un atentado contra la fe y contra la verdad.

Cantalamessa
, por ejemplo, cercano a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, elogió la película de Gibson pero ha condenado la novela de Brown y se espanta de la expectativa que genera la versión fílmica de The Da Vinci Code. Se dirá que es una reacción obvia. Me parece que es obvia sólo en gente incapaz de conmiseración, caridad o empatía con los demás, y creo que se podría esperar más de los miembros de una institución que, como la Iglesia Católica, dice defender precisamente eso.

Imagen: Raniero Cantalamessa, Joseph Ratzinger y Mel Gibson. Fotomontaje: gfp.

21 comentarios:

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Gracias por la corrección. Con la noción cristiana de la culpa, me atrevo a decir, viene siempre una dosis de sadomasoquismo que ha estado detrás de las autoflagelaciones de los santos, las penitencias, las representaciones iconográficas de la pasión y del infierno, etc. Pero yo, repito, no recuerdo un solo lugar en el que el énfasis esté tan claramente puesto en la maldad del enemigo como esta película de Gibson.

Fernando Velásquez dijo...

Lo que siempre me ha sorprendido respecto del antisemitismo sobre el que se afirmó el cristianismo primitivo, es cómo se puede ignorar el hecho (tan evidente que parece todavía más fácil de ignorar) de que Jesús era judío. Y no solo eso, sino que los primeros cristianos fueran judíos que creían en el mensaje de dicho maestro. El desarrollo de las enseñanzas del profeta llamado Jesús es un proceso apasionante, lleno de contradicciones, manipulaciones y violencias. Y así, lo que era originalmente un mensaje de amor y tolerancia acabó convirtiéndose en una religión institucionalizada e imperial, compañera oficial de tantas empresas en conflicto directo con las enseñanzas de su (supuesto) fundador.

Daniel Salas dijo...

Me gustaría comentar solo un aspecto de la larga perorata reaccionaria (palpable en la increíble frase "lo cierto es que el Catolicismo alimenta a la auténtica Patria Peruana") de "doncesar".

Yo creo también que sería mucho más feliz si no existiera el Opus Dei. Y esto no tiene nada que ver con que me afecte directamente o no. La absurda objeción de "doncésar" supone que, ya que no nací en la Europa de los 30, no me afecta que haya habido nazis o bien que, dado que no soy judío, no me importa que exista el Hamas.

El integrismo católico de un grupo delirante como Tradición, Familia y Propiedad, a la larga, produce muy pocos efectos, dado que su influencia es mínima y su postura es tan radical que no puede convencer sino a unos cuantos viejos paranoicos. Pero el Opus Dei ha logrado revestirse de un aire de modernidad que le ha permitido calar en la Iglesia católica y reactualizar sus aspectos más reaccionarios. Es, definitivamente, una organización peligrosa que influye en millones de personas y que se sustenta en una moral del sacrificio y de la aceptación de los roles sociales del capitalismo menos liberal. El Opus Dei le confiere a la explotación, a la misoginia, a la homofobia y a la acumulación de capital un aire humanitario, conmiserativo e, incluso, caritativo. No hay manera de que eso no me produzca náuseas.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

¿Por qué será que a cierta gente se le suelta la verborragia de esta forma sólo cuando olvida colocar su nombre para suscribir sus propias palabras?

Sus propias 1000 palabras de ataques personales, quiero decir. ¿Hay algún argumento en ellas? Sí, hay uno: la escena del sanedrín, en la que UN judío protesta. Olvida decir el comentarista que el personaje no lo hace por defender a Jesús, sino porque no se ha conformado el cuórum correctamente. ¿Eso es todo lo que tiene que alegar? Pobre defensa.

Lo de las mujeres es un argumento absurdo: claramente dije que no se retrataba positivamente a ningún judío, excepto Simón de Cirene, salvo que fuera seguidor de Jesús. Esa salvedad es crucial, obviamente, porque los evangelios son precisamente la instancia discursiva en la que se empieza a plasmar la diferencia entre judíos y cristianos: para cualquier efecto práctico, los cristianos NO son judíos en los evangelios.

Sobre mi propio conocimiento del judaísmo, el anónimo comentarista podrá preguntar a la mitad de mi familia. (¿Por qué me tratará con tanta confianza alguien que evidentemente no sabe nada de mí?).

Feliz pesaj.

Miguel Rivera dijo...

Tengo entendido que la oposición judío/cristiano es muy clara en el evangelio de Juan, pero no en los otros (los llamados sinópticos), donde se puede ver más bien una oposición judío/gentil. Dicho sea de paso, Jesús era fariseo, si no me equivoco, y por eso condenó a la cúpula de ese grupo (y hoy "fariseo" es casi un sinónimo de "hipócrita"). También por eso cuenta la parábola del buen samaritano, pues los samaritanos eran un grupo con el que los fariseos estaban enfrentados. Es decir que la acción de ese samaritano era más destacable porque era enemigo del hombre al que ayudó. Desde luego, estos son temas sobre los que existe mucha literatura, que yo ignoro casi completamente.
¿Es necesario atacar la idea cristiana de que los evangelios fueron escritos (o inspirados) por Dios? No se diferencia en eso del resto de las religiones con textos sagrados, creo. El cristianismo no solo considera sagrados textos escritos al comienzo de nuestra era, sino también otros escritos antes.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Es interesante algo que dicen algunas personas ahora: que los evangelios gnósticos, como el recientemente rescatado Evangelio de Judas, en mucho se parecen más al evangelio de Marcos que al de Juan (y el de Marcos es aparentemente el más temprano de los cuatro canónicos, y el que más probablemente pudo ser escrito por un discípulo directo de Jesús). Uno de esos rasgos es el más obvio: Judas no es un desgraciado en, por ejemplo, el Evangelio de Marcos, como lo es en Juan. Imagino que esas cosas pueden ser datos irrelevantes para muchos, pero no lo es para alguien interesado en el tema del antisemitismo, aunque sea por un asunto irreparable: si el Evangelio de Judas hubiera sido canonizado en lugar del de Juan, el antisemitismo hubiera carecido de uno de sus más poderosos motores. Hacer notar que los evangelios son obra de los hombres me resulta importante a mí, al menos (más allá de que haya más de una "religión del libro") porque con ello es más fácil percibir el absurdo de uno de los orígenes del antisemitismo: la canonización de unos libros por sobre otros debido a unas circunstancias meramente coyunturales.

Miguel Rivera dijo...

Bueno, Sebastian, puestos en el caso de ser eunuco, mejor falso que auténtico.
Sobre Jesús como fariseo, es cierto que ese dato no consta. En realidad, casi nada se sabe del Jesús histórico. No recuerdo dónde leí el dato, pero en Wikipedia encuentro el nombre de Ed Parish Sanders, "destacado experto en historia sacra y teólogo" (la cita es: "a leading New Testament historian and theologian"). Él es uno de los que sostienen que Jesús fue un fariseo.
De paso: Una página web que parece bastante seria afirma que la versión original cristiana no decía que Judas fuera un traidor. Esta historia se habría desarrollado más adelante, modelada según el relato de una traición que se narra en Samuel 2.

Miguel Rivera dijo...

Olvidé darles el link:
http://www.geocities.com/paulntobin/judas.html

Fernando Velásquez dijo...

apoyando la afirmación de miguel, hay una corriente académica de muchos años que sostiene que jesús era fariseo basándose en evidencia textual (escrítos rabínicos y tradiciones consignadas en el talmud que revelan una afinidad muy grande entre las enseñanzas de esta facción judía y las enseñanzas de jesús). el libro "jesus the pharisee" del investigador británico hyam maccoby (él mismo judío ortodoxo) es una muestra de esta posición. yo recuerdo haber leído esta teoría por primera vez en un libro del peruano hugo echegaray llamado "la práctica de jesús" (lima: cep, 1980).

si bien se trata de una teoría muy discutida (como todo aquello que se aleje de la ortodoxia), el supuesto fariseísmo de jesús tiene sentido. ¿por qué si no el jesús de los evangelios se la pasaría tanto tiempo reclamándoles a los fariseos ser más consistentes y consecuentes si no fuera porque él, como uno de ellos, se sentía con derecho para hacerlo?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Está claro que después de el Estado alemán durante la segunda guerra mundial, la Iglesia Católica es la institución que más ha hecho por perseguir a los judíos en la historia universal. Es curioso que se quiera decir que nada hay en sus textos que incite al antisemitismo, porque, de ese modo, se nos está dicendo que las razzias antisemitas de la Iglesia fueron poco menos que un capricho.

Tanque de Casma dijo...

No entiendo a doncesar. ¿La misoginia, la homofobia y el antisemitismo son características del cristianismo? ¿Antauro es un buen cristiano? ¿Los curas pedófilos son parte del legado del cristianismo a la identidad nacional?

Por otro lado, le doy la razón en que La Pasión de Mel Gibson no es tan antisemita como la pintan. Al menos es lo que recuerdo. Los que sí son pintados como unos sádicos son los romanos. Creo recordar que no presenta un sólo romano bueno.

Volviendo al tema de los libros de la Biblia, yo, aunque estudié en colegio de curas, no entiendo cual es el criterio para que un libro haya sido incluido en la Biblia y cual no. Además, entiendo que lo que leemos como evangelios ha sufrido un montón de modificaciones como para tenerlo como muy fiable.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Yo tengo la película muy fresca: la he visto hace apenas tres o cuatro días. Los soldados romanos son sádicos, sí; pero el único personaje reflexivo y con una conciencia que le pesa es Poncio Pilatos. Herodes, por ejemplo, no sólo es descrito con los rasgos del relato bíblico, sino como una especie de depravado que presidía sobre una corte de payasos y cínicos. La cosa del antisemtismo se nota en la comparación entre los evangelios y la película: en los evangelios, en todos ellos, los captores de Jesús, por ejemplo, son un grupo de sirvientes armados de palos y, algunos, con espadas. En la película son un batallón de soldados judíos con armaduras que parecen sacadas del planeta de los simios, y que se regocijan ante la perspectiva de la captura. Ese tipo de detalle abunda ad nauseam.

Fernando Velásquez dijo...

Me parece que los argumentos de don César son tan facilmente rebatibles, y provenientes de un reaccionarismo casi de manual, que me pregunto si cuando escribe no se le dibuja una sonrisa cachacienta en sus católicos y tradicionalistas labios. Pide don César que se hable sin pelos en la lengua, pero parece que para él hablar sin pelos en la lengua significa poner al mundo en blanco y negro. Ese maniqueísmo puede resultar muy cómodo y hasta "cristiano" en ciertos círculos, pero me parece alejado de las enseñanzas de ese Jesús que él debe reconocer como dios. Yo fui educado en un colegio católico y agradezco no haber sido sometido a sermones tenebrosos y maniqueos. Más bien, se me educó (entre otras cosas) en el convencimiento de que cuando en los evangelios se habla de justicia, se trata de una justicia aquí y ahora.

Ahora, respecto de uno de los asuntos que tanto parece interesar a don César, "The Passion of the Christ" de Mel Gibson es una película grotesca, que se regodea en la violencia, despojando (a mi parecer) al suplicio de Jesús de todo significado que no sea el del dolor inflingido a un inocente por un grupo de malagradecidos que quieren muerto a aquel que ha venido a darles un mensaje de amor y tolerancia. Aquí las objeciones van contra Gibson, su conocido catolicismo reaccionario, y, finalmente, contra aquellos que apoyan fanáticamente la representación *cinematográfica* del suplicio de Jesús "como debe haber sido". ¿Y quiénes han salido en defensa de la película de Mel Gibson? Pues los sectores más reaccionarios de la Iglesia católica, institución que dista mucho de ser el monolito que don César -como muchos otros católicos de extrema derecha- cree que es.

Respecto del rabino Daniel Lapin, ese sí es uno con el que yo tendría cuidado, don César. El rabino Lapin es el fundador de la organización ultraconservadora judío-cristiana "Toward Tradition". Además de mostrar su apoyo a la película dirigida por el popular "Mad Max" (aquí sus comentarios: http://www.towardtradition.org/ttforum.htm), Lapin se opone a lo que llama el "sacramento liberal" del reciclaje (!!!), considera santa la riqueza en sí misma, y es uno de los grandes hinchas del Partido Republicano y del presidente George W. Bush. Según él, la visión de los republicanos partidarios de Bush es "la que más se acerca a la visión moral del dios de Abraham". Lo que he podido percibir en la adhesión de Lapin a la película de Gibson es más un intento desesperado por enfrentarse a sus adversarios políticos dentro de la escena judía norteamericana: los judíos liberales. Como podemos ver, hay más matices de los que a veces nos gustaría percibir. Así, aquí tenemos a un judío como Lapin jugando en pared con sospechosos de antisemitismo como Gibson solo para favorecerse en una empresa personal. Del mismo modo se benefició con los manejos poco honestos del lobbysta Jack Abramoff, quien se encuentra ahora acusado de fraude y en medio de un escándalo político que compromete a los más altos funcionarios del actual gobierno estadounidense.

Todavía me quedan varias cosas por decir sobre el evangelio de Judas y demás temas puestos sobre el tapete, pero por ahora basta. Me cansé yo y no quiero irritar a los pacientes lectores de este blog.

Tanque de Casma dijo...

El pasaje que más me gustó de la película es el que mencionas de las dudas de Pilatos. Es la clásica postura de alguien con poder que duda entre hacer lo que sabe correcto o lo que le es útil para mantener el cargo.

Fernando Velásquez dijo...

Las razones para la inclusión y la exclusión de ciertos libros en el canon fueron finalmente políticos. Fue un largo proceso que se inició -si no me traiciona la memoria- a mediados del siglo II y culminó en el siglo IV de la era común. La historia es apasionante, tanto por razones teológicas como políticas y, finalmente, humanas. Una fuente católica confiable (y considerada heterodoxa por los sectores más reaccionarios del catolicismo, no por nada tiene suspendida la licencia para enseñar) es el teólogo suizo Hans Küng.

Fernando Velásquez dijo...

Han visto a David Bowie como Pilatos en "La última tentación de Cristo"? Ignora al desarrapado de Jesús de manera brillante, interesado como está, en su caballo.

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Es históricamente cierto que no hay documentos pontificios, o siquiera eclesiales, llamando a la matanza de judíos. No menos cierto es que hay muy pocos documentos condenando enérgicamente las persecuciones contra los judíos---hay varios, aquí y allá, quejándose de los excesos; pueden ver. Y es dolorosamente cierto que sí hay muchísimos documentos pontificios y eclesiales denostando a los judíos, impulsando su conversión forzada, llamando por su aislamiento en ghettos, etc. El lector interesado puede revisar esos documentos, editados por Shlomo Simonsohn, en la colección The Apostolic See and the Jews: Documents 492-1404 (1988). Aquí se recogen todos los documentos pontificios sobre ese tema durante casi mil años.

Como es bien sabido, la posición oficial de la Iglesia no niega nada de eso. En un cambio que se inició con Juan XXIII, la Iglesia proclama sin reservas que el cristianismo no es más que la continuación del judaísmo (Declaración Apostólica Nostra Aetate ); consecuentemente, Juan Pablo II pidió públicas disculpas por el rol de la Iglesia en la construcción del discurso antisemita.

Dicho eso, debo señalar no es verdad que los Evangelios sean antisemitas (son textos escritos en comunidades judías), de hecho, los Evangelios claramente proponen que el cristianismo es el judaísmo post-mesiánico. Pero por eso mismo, sí establecen una diferencia entre los que aceptan a Cristo y los que no. Mientras eso se limita a lo religioso, es difícil convertir eso en un discurso antisemita. Desgraciadamente, en el siglo IV, el cristianismo se convierte en la religión oficial del imperio, con lo cual la diferencia es ahora también política. Es a partir de entonces que encontramos un discurso antisemita articulado.

A quien esté interesado en las relaciones entre cristianos y judíos yo le recomendaría el magnífico libro de James Carroll Constantine’s Sword (entiendo que hay una traducción al español: La espada de Constantino). Escrito por un ex-sacerdote católico, el libro esgrime una defensa de la fe católica, pero una honesta y lúcida; el libro no oculta nada, y como resultado, pues hay páginas en donde uno tiene ganas de llorar de horror.

Como Juan Pablo II bien dijo, la Iglesia exhibe una historia de pecados contra los judíos. Como con todo pecado, no es negándolo que uno alcanza el perdón. Al contrario, es la enunciación del pecado (la confesión de parte) lo que lo pone a uno en camino de la reconciliación. Entender y estudiar honestamente la historia de la relaciones entre judíos y cristianos es un necesario examen de conciencia para todo católico.

Pero no solo la Iglesia Católica tiene algo que confesar. Los teólogos protestantes, especialmente en la Alemania del XIX, pero eso viene del mismo Lucero, construyeron un discurso radicalmente antisemita. La expresión más ridícula de ese discurso quizá sea Johann Gottlieb Fichte (uno de los más prominentes representantes del idealismo alemán), que, hasta donde yo sé, fue el primero en proclamar suelto de huesos que Jesús no había sido judío. Este tipo de opiniones provocaron, durante el XIX, la eliminación de todo signo judío en la liturgia protestante (incluyendo la palabra “amén”). Es sin duda, el antecedente inmediato del Holocausto.

Daniel Salas dijo...

Ya veo. Si los pogromos son organizados por los nazis o los romanos, son un horror; si son organizados por "masas hambrientas" de cristianos, son hechos de la historia que no debemos usar como armas arrojadizas para fomentar el odio. "doncésar" quiere solapear siglos de literatura antisemita en una retórica patriotera y mamarrachenta.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Gracias, Miguel, por ilustrarnos sobre el tema.

Una pregunta: yo tenía la impresión de que las disculpas de Juan Pablo II habían sido sólo por no haber intervenido en favor de los judíos en casos como el Holocausto. ¿Pidió disculpas por la participación activa de la Iglesia en otros casos?

Acabo de pedir por Amazon mi copia del libro de Carroll.

Fernando Velásquez dijo...

Miguel, eso de "Lucero" para referirte a Lutero fue una errata, un lapsus o una elegante sutileza? En todo caso, el antisemitismo rabioso de Lutero tiene bastante de demoníaco.

Respecto de la relación entre judaísmo y cristianismo en los primeros años posteriores al magisterio de Jesús en Judea, hay otro libro interesantísimo: "The Time That Remains: A Commentary on the Letter to the Romans" de Giorgio Agamben. No es un libro de historia, sino un intento por pensar -filosóficamente, pero con un apoyo filológico sumamente escrupuloso- el papel de Pablo en la construcción del cristianismo. Según Agamben, Pablo no es el primer cristiano. Es un judío griego, "mesianista" radical, al que no le interesaba fundar una religión sino que reconocía a Jesús como mesías y señal del fin de los tiempos. Y si los tiempos se están acabando, quién quiere fundar religiones?

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Jajaja. Como es más que evidente, en mi texto hay varias erratas. Es que ahora ya no puedo ver mi texto después de que lo escribo (esta cajita no es muy cómoda para editar: es el precio de la Pax Faveronense). Mis disculpas.

Con respecto a la pregunta de Gustavo, la "Oración por los pecados de la Iglesia" es muy clara en referirse a toda la historia de la Iglesia. Siguiendo el ejemplo de Juan Pablo II, varias Conferencias Episcopales nacionales (por ejemplo, la española y la chilena) pidieron también perdones más específicos en sus respectivos países, y en todos los casos se refieren al conjunto de la actuación de la Iglesia.