Estimado Carlos,
Quipu no es una trinchera para marginados: es una puerta abierta para quienes están fuera del sistema editorial y quieran coronar la expectativa, justa para cualquier escritor, de entrar en él. ¿Qué de sospechoso u oscuro puede haber en eso? ¿Y qué cosa que haya dicho yo antes se contradice con este esfuerzo, que tanta gente, mezquinamente, quiere ver fracasar? No lo sé. Yo jamás he negado la injusticia del centralismo limeño, ni las dificultades de un joven escritor en provincias para que se le abran las puertas de Alfaguara, Peisa, San Marcos o Norma, y está claro que un escritor sin libro no llama la atención de ningún diario del mundo. Quizá esas trabas puedan disminuir si los escritores novatos son capaces de ir a una editorial diciendo que sus cuentos han aparecido en un medio en el que las publicaciones son aprobadas o descartadas por un grupo de reconocidos escritores y críticos
En el caso de algunos, como Vicky Guerrero, sospecho que esa negativa se debe a dos razones: está mal visto en algunos círculos colaborar conmigo, y por lo tanto mantenerse lejos es más saludable que aproximarse a mí, aunque eso signifique no colaborar con un proyecto sincero de difusión de la literatura de escritores jóvenes de Lima y, sobre todo, del interior del país.
En el caso de otros, como tú, empiezo a creer que se trata de un miedo paralizante a cualquier tipo de gregarismo: algunas escritores no quieren asociarse con esfuerzos ajenos simplemente para no ser identificados con ningún grupo. Y eso me lleva al fondo de mi respuesta.
Saludo que no uses el término “mafia”, que implica un irresponsable enjuiciamiento moral de gente que, como bien dices, puede actuar de modo más o menos grupal por razones completamente ajenas a las malas intenciones propias de cualquier mafia.
El problema es que tu descripción de las “argollas” o las “camarillas” es la descripción de grupos de personas vinculadas entre sí a veces por amistad, a veces por proximidades de clase, a veces por afinidades políticas, etc.
El asunto, Carlos, es que así son todas las sociedades humanas. Acabar con todas los grupos que llamas “argollas” implicaría abolir no sólo el gregarismo de los amigos, sino, de modo más importante, los grupos literarios, los grupos de intención reivindicadora, los colectivos de creación, etc, etc., porque todos ellos, hasta los más inclusivos, establecen fronteras sin las cuales no podrían funcionar.
¿Habría algo más “argollero”, ajustándonos a tu definición, que Hora Zero, Kloaka, Neón, Narración, Noble Katerva, etc.? ¿Se le puede pedir a una revista que se proclama marginal y subterránea que publique cuentos de Fernando Ampuero? ¿Se le hubiera podido exigir a la revista Narración que abriera sus páginas a los cuentos de Alonso Cueto?
Cometes el error de llamar a tu generación
Te parecerá cínico lo que digo, pero es únicamente realista: pedirle a El Comercio que le ofrezca a Miguel Gutiérrez el puesto como editor de Somos sería absurdo, claro, pero no menos absurdo que pedirle a Intermezzo Tropical que coloque a Antonio Cisneros como su nuevo director. ¿Se pueden hallar espacios de convivencia? Obviamente sí: mi muy modesto Quipu, al reunir a Nieto, Zorrilla y Velázquez conmigo mismo, es claramente un pequeño espacio de convivencia. ¿Se pueden crear más? Eso es lo que quiero demostrar. ¿Eso quiere decir que debamos aspirar a una sociedad sin grupos, sin proximidades, sin oposiciones, sin gregarismos, sin intenciones y aspiraciones colectivas, aunque sean enfrentadas? Definitivamente no.
No es con los grupos con lo que hay que acabar, sino con las pequeñas mezquindades y con la posibilidad de que las enemistades personales se traduzcan en un serio desbalance de las posibilidades de acceso al circuito cultural por parte de quienes, finalmente, no pertenecen a ningún grupo.
Mi artículo en Perú 21, cuando ocurrió la famosa polémica entre criollos andinos y criollos limeños
Por último, es notoriamente descabellado que un escritor pretenda demoler el sistema y ser acogido por él al mismo tiempo. Es notoriamente descabellado que un escritor defienda el sistema y quiera ser aplaudido por los marginales simultáneamente. No es nada descabellado, en cambio, que se pueda establecer un diálogo entre ambos. Pero lo aconsejable no es que ese diálogo se dé después de la utópica destrucción de todos los gregarismos, que tú planteas. Lo aconsejable es que ese diálogo se establezca seriamente, desde posiciones ideológicas pertinentes que unifiquen a cada grupo y, por tanto, les otorguen cierta representatividad. (No vivimos en el reino de las mónadas, Carlos). Si en el camino siguen sin invitarse unos a otros a sus fiestas, o a compartir por entero los espacios que cada cual ha conquistado o construido, eso, realmente, es lo de menos.
Imagen: el cuentista Carlos Gallardo (gfp).