Cuál es mi lugar en la esfera literaria peruana
Quienes, leyendo el subtítulo, piensen que estoy a punto de reclamar una nube en el Olimpo, pueden sentirse tranquilos: no me refiero a nada parecido. Hablo, simplemente, de cuál es mi posición, en términos políticos, sociales, culturales, dentro del pequeño mundo de nuestra literatura.
Primero lo primero: desde hace muchos años me considero esencialmente un escritor. En más de un artículo y en varias entrevistas he defendido siempre una idea, digamos, holística, de mi propio trabajo: escribo críticas como otro podría escribir poemas, ensayos como otro podría escribir cuentos, y he escrito una novela como otro podría escribir un estudio académico.
Mi segundo libro, una novela, se publicó hace poco; el primero fue un libro de historia política sobre los pueblos indígenas de Hispanoamérica en el siglo XVIII; el tercero, que saldrá en unos meses, es un estudio sobre los campos hegemónicos latinoamericanos y la intersección en ellos de discursos dominantes y discursos marginales en la narrativa del siglo XIX; he editado otros dos volúmenes colectivos, uno sobre la violencia política peruana y otro sobre Roberto Bolaño (con Edmundo Paz Soldán) y nunca he hecho distingos entre ellos ni pienso que unos me definan más que otros.
Mi posición en la esfera literaria nacional, aunque a muchos les gusta decir lo contrario, es bastante marginal. Vivo fuera del país desde hace diez años; no estoy asociado a ningún medio de prensa peruano; no tengo un espacio fijo en ningún medio masivo; no recibo un salario de ninguna empresa o entidad peruana; no he publicado libros en ninguna rama peruana de una editorial transnacional (he publicado con Tecnos y Candaya en España, con Matalamanga y Peisa en el Perú, lo haré pronto con Olms Verlag en Alemania y Estados Unidos).
Desde mediados de los años noventa no he sido profesor en ninguna universidad peruana; nunca en mi vida he recibido dinero de una ONG; desde el año 2000, cuando dejé El Comercio para ir a Cornell University, no he tenido un puesto de trabajo en el Perú. Mis únicos empleadores en la última década han sido Cornell, Middlebury, Bowdoin y Stanford.
Las veces en que he publicado en medios de prensa peruanos desde hace cinco años lo he hecho estrictamente ad honorem, y cuando no ha sido así he renunciado voluntariamente a recibir pago alguno; no tengo amistad, ni siquiera lejana, ni ninguna relación continua, con ningún jefe de sección cultural en ningún medio de prensa en el Perú.
Todas las veces en que he sido invitado a disertar en medios asociados con universidades peruanas, en la última década, la invitación ha llegado de estudiantes, no de profesores; y, por cierto, la mayor parte de las veces en que un profesor universitario peruano ha escrito sobre mí en los últimos cinco años (desde la primera aparición de este blog), ha sido para atacarme.
Cuando salí del Perú tenía muy pocos amigos escritores viviendo allá. Eran, básicamente, Alonso Cueto, Fernando Ampuero y Alonso Rabí do Carmo, entre los cercanos, y mi amistad con ellos se había formado recién a finales de los noventa, en El Comercio. También estaba allí Jeremías Gamboa, cuenstista de primera, futuro novelista, que entonces apenas empezaba su carrera.
Mis otros amigos escritores eran (y son) gente que nunca es mencionada cuando se me quiere asociar con uno u otro grupo de nuestro mundo literario, y son, además, amigos de esos a los que uno ve una o dos veces por década: Xavier Echarri, Frido Martin, Julio del Valle, por ejemplo.
Tenía también conocidos a los que estimaba y estimo: Alfredo Bryce Echenique, Guillermo Niño de Guzmán, Rocío Silva Santisteban (con quien me unían los conflictos, más bien) e Iván Thays (con quien he tenido el placer de entablar una amistad mayor en los últimos tres años).
En la década siguiente, el número ha crecido muy moderadamente: Luis Hernán Castañeda, Melvin Ledgard, Peter Elmore, Mónica Belevan, gente que se distingue por no pertenecer a ningún grupo, por no ser identificable con ninguna camarilla ni cosa similar.
Normalmente, sin embargo, cuando se me quiere ligar con alguien, se establece solamente mi vínculo con un puñado de personas: Ampuero, Cueto, Thays, Bryce. Yo, que me considero sobre todo un ser político, me sorprendo de que mi amistad con esas personas (con las tres primeras, sobre todo, pues a Alfredo Bryce no lo he tratado en los últimos ocho o nueve años) resulte más determinante ante los ojos de los observadores que mis evidentes diferencias con todos ellos.
Como dije alguna vez, desde el punto de vista ideológico, no tengo mucho que me reconcilie con mis amigos. Alonso es un centrista típico, acaso más inclinado a la derecha que a la izquierda; Fernado es, creo yo, un liberal de aquellos que en Estados Unidos serían más bien llamados conservadores, en términos de política económica, y un liberal moderado sólo en términos de política cultural; Iván siempre me ha resultado inescrutable en términos ideológicos: sospecho que es lo más cercano que conoceré en mi vida a una criatura apolítica. Es más o menos aceptable la idea de que todos se sienten cómodos dentro del libre mercado y en el sistema del capital; más cómodos que yo, al menos.
Yo, por mi parte, me considero, en términos generales, un socialista de nuestro tiempo, aquello que ahora suelen llamar un izquierdista moderno, aunque tal vez sea más justo decir un izquierdista postmoderno. Mi formación en el campo de los estudios culturales y literarios es, por elección y por afinidad, marxista. Quien tenga la curiosidad de leer mi trabajo académico verá claramente el perfil de mis fuentes: Antonio Gramsci, György Lukács, Mikhail Bakhtin, Walter Benjamin, Raymond Williams, Terry Eagleton, Fredric Jameson, Pierre Bordieu, Louis Althusser. No es una casualidad que todos ellos, sin excepción, sean marxistas o partan del marxismo en su trabajo.
Esas no son lecturas cuya frecuentación yo comparta con los amigos a los que acabo de mencionar. Sí son, en cambio, lecturas que comparto, estoy seguro, con muchos de aquellos a los que se suele enumerar como habitantes de la orilla opuesta. Escritores como Miguel Gutiérrez u Oswaldo Reynoso, por ejemplo, han de ser lectores recurrentres de varios de esos autores, o lo habrán sido en el pasado.
Obviamente, todos los que lean esto tienen pleno derecho a preguntarse por qué mis discusiones, mis debates y mis críticas suelen concentrarse más (y más negativamente) en la conducta y las ideas de la izquierda latinoamericana en general, y peruana particularmente; por qué puedo ser eventualmente más duro en términos ideológicos con autores como Reynoso o Gutiérrez, que con autores como Ampuero y Cueto; por qué critico con más frecuencia a personajes como Fidel Castro, Hugo Chávez, Ollanta Humala o Evo Morales que a los líderes de la derecha en la región.
Mi primera respuesta es una llamada de atención: en esa idea hay una deformación perceptiva: sobre pocas personas he escrito tan negativamente, desde siempre, como sobre Alan García o Alberto Fujimori, los dos ejes reales de la derecha peruana en la última década y media; o sobre periodistas que representan el ala más recalcitrante de la derecha peruana, como Aldo Mariátegui; o sobre los falsos intelectuales del conservadurismo peruano, como César Hildebrandt, o de la reacción peruana, como Martha Hildebrandt o Marco Aurelio Denegri; o sobre la derecha fascista que se ha filtrado en años recientes en universidades peruanas, acerca de la cual escribí una larga serie de posts de denuncia el año pasado.
Por otra parte, no me parece demasiado relevante repetir ad nauseam mi opinión sobre ellos o sobre personajes como Uribe en Colombia o los pinochetistas en Chile o los reaccionarios argentinos: todos, aunque en grados distintos, son atrozmente prepontentes, naturalmente violentistas, constantemente anti-democráticos, y ya lo he dicho antes.
El problema es que lo mismo puede decirse de los otros: Castro, Chávez, Morales, Humala. De hecho, algunos de ellos, como Chávez y Humala (y esto lo he escrito más de una vez), no tienen por qué ser considerados políticos de izquierda: los principios que gobiernan sus actitudes políticas son el populismo y diversas formas de discursos divisivos y marginadores; el lenguaje de la izquierda lo usan para desarrollar o proponer políticas que poco tienen que ver con ella, como es transparente, por ejemplo, en su fomento de diversas formas de fobia étnica.
Y ese es el punto crítico que me interesa, a eso se debe que me concentre más en ellos: me parece crucial que entre nosotros se pueda desarrollar de verdad, firmemente, una izquierda abarcadora, receptiva, inclusiva y democrática; que la izquierda peruana asuma una posición constructiva y redefina sus objetivos y sus prioridades de mediano y largo plazo, en lugar de repetir los errores del pasado y quedarse paralizada en ellos; que la izquierda se desprenda y ponga distancia entre ella y los dinosaurios que la lastran y la corrompen en lugar de glorificarlos como representantes de una supuesta etapa heroica. Mis críticas a la izquierda no están hechas por un rival ideológico recalcitrante, sino por alguien que, siendo externo a ella en términos de política partidaria, se siente parte de lo que podría ser una mejor versión de ella en el futuro.
Algo parecido ocurre con mis críticas a escritores como Reynoso y Gutiérrez. No repetiré al detalle lo que pienso en general sobre ellos y sus obras porque lo he escrito ya antes, cuando alguien ha hecho observaciones a mis posturas contrarias a las de ellos. Sí quiero resaltar dos párrafos de un post que escribí y publiqué aquí mismo dos años atrás:
"Creo que la obra de Reynoso ha abierto muchas rutas de exploración para las generaciones posteriores, que ha sido un camino valiente en su forma de introducir el ideal marxista en territorios que la vieja novela del realismo socialista eludió, como, por ejemplo, el tema de las sexualidades reprimidas por las sociedades patriarcales o el machismo secular de nuestro mundo, o, acaso, el asunto de la reivindicación de la cultura de la calle como escenario de pequeñas proezas cotidianas, que se encuentra ya en sus primeros (y pioneros) libros.¿Qué es lo que critico de ellos? El apego, actual o pasado, a posturas violentistas, el vaivén entre la admiración y la ambigüedad en sus juicios sobre esas posturas. Nada más, pero tampoco nada menos que eso.
"También pienso que la obra de Gutiérrez, como la de Reynoso, elude el encajonamiento dogmático que podría esperarse del autor, dado su compromiso ideológico. Creo que una novela como La violencia del tiempo, de Gutiérrez, encierra un intento importante de comprensión de la estructura social que ha generado, en diversos momentos de la historia peruana, y en conjunción con distintos avatares de nuestra sociedad, estallidos sangrientos que mucho tienen que ver con la violencia endógena de una sociedad clasista y abusivamente marginadora".
Por otro lado, he escrito textos periodísticos y también académicos sobre sus obras, analizándolas, sin prejucio alguno (hasta donde soy capaz de percibirlo yo mismo, claro) y valorándolas, en ambos casos, positivamente, no sólo reconociendo sino también recalcando el espacio histórico crucial que ellas ocupan. Lo mismo he hecho con las obras de otros a quienes admiro incluso más: Óscar Colchado Lucio, Edgardo Rivera Martínez, por ejemplo.
Los espacios de la esfera pública son proteicos y se redefinen constantemente. Los momentos que aceleran esas redefiniciones, en el caso de la subesfera pública literaria, son las polémicas y los debates. El último asomo de polémica en el caso peruano fue el del debate entre andinos y criollos. Mi intervención en él, para cualquiera que quiera leerla sin anteojeras, no se alineó con ningún bando.
De hecho, lo que hice fue reclamar enfáticamente que el debate fuera comprendido en términos que evitaran el argumento ad hominem y la denuncia de secretas camarillas; pedir que quienes entraban en la discusión desde la izquierda supieran articularla en sus términos reales: el choque clasista, la marginación de género, el asunto étnico, el centralismo, etc.
Mi intención, en otras palabras, era exigir que quienes se reclaman marxistas dejaran de hablar del asunto como una victimización personal y fueran capaces de analizarlo en su marco mayor, donde los problemas de la esfera literaria reproducen en gran parte los de la esfera pública toda.
También quise empujar a quienes no son de izquierda a pensar el asunto en sus dimensiones sociales y culturales, a observar cuál es el origen real, el origen social, cultural y político del sentimiento de marginación que invade a escritores de provincias, a escritores de izquierda, a escritores no sancionados en el canon en la dimensión que podrían merecer.
Han pasado cinco años y eso no ha sido hecho. Es verdad: no lo he hecho yo tampoco, no a profundidad, aunque no es una idea que descarto.
¿Cuál es, entonces, mi posición en la esfera literaria peruana? Dije al principio que era una posición marginal: espero que se entienda ahora a qué me refiero. Siendo profesor en una universidad de élite y habiendo estudiado y trabajado en otras igualmente prestigiosas, "marginal" no es una palabra que quiera asumir para mí en sus sentido social, obviamente.
Quizás sea mejor decir "insular": mi papel en el mundo cultural peruano es el de un autor como cualquier otro, salvo porque además tengo un blog y no me siento ideológicamente afín a mis amigos escritores, por un lado, y no apruebo la ejecutoria pública de muchos de los que podrían ser más cercanos a mí, si nos redujéramos al corpus de nuestros referentes intelectuales.
Incluso mi mejor amigo, Daniel Salas, es más bien un libertario de quien muchas cosas me alejan en lo político (y las solemos discutir en privado, o resolver en una mesa de ping-pong: los libertarios me parecen ideólogos de lo imposible), pero con quien suelo coincidir públicamente en diversos asuntos, creo, por una cuestión de ética y sentido común, dos cosas que, en muchos casos, bastan para reconciliar a quienes piensan distinto.
Por último, creo que si algún mérito tiene mi papel en este blog es el de mantener despierta una pequeña llama polémica en nuestra esfera literaria (apenas la flamita del piloto que otros pueden encender de verdad de vez en cuando). Contra lo que algunos, más o menos despistados, puedan pensar, eso no me da ninguna forma de poder en ese mundo ni me hace la vida más fácil: sólo sirve para alienarme más y más de él. No me quejo: nadie me obliga a hacerlo; lo hago porque no sé ser de otra manera.
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26 comentarios:
No vacancy.
"Mi posición en la esfera literaria nacional, aunque a muchos les gusta decir lo contrario, es bastante marginal. Vivo fuera del país desde hace diez años; no estoy asociado a ningún medio de prensa peruano; no tengo un espacio fijo en ningún medio masivo;...."
Creo que subestimas este blog.
Como izquierdista marginal o insular, piensas que Slavoj Zizek es como tú o tú como él.
En este blog he escrito algo de lo que pienso sobre Zizek en términos de política:
http://puenteareo1.blogspot.com/2008/01/los-dos-iek.html
Los críticos literarios pertenecen al grupo social y cultural llamado a dar el ejemplo a los políticos en lo que a "reconciliar a quienes piensan distinto se refiere". La ética y el sentido común se aprenden leyendo, escuchando y viendo polemizar a gente que logra encontrar coincidencias en medio de sus discrepancias.
(El comentario anterior es de mi amiga Vicky Niego, según me hace saber por email. Tienes razón, Vicky, yo pienso exactamente lo mismo).
¿Y qué pasó con "Quipu"?
En todo caso sí eres marginal pero en la esfera literaria anglosajona. En el Peru luchas por mantener un espacio que tuviste, y tus contactos directos con espacios hegemonicos peruanos (el comercio, la puc, etc) te impiden ser realmente un marginal.
¿Crítica literaria y política? ... La verdad es que yo no soy de ese club...
Acabo de leer tu post sobre Zizek... QUé tiempos aquellos, ¿eh? YBarra comentaba tranquilo... ¡Qué linda y productiva es la paz, casi tanto como la guerra!
esfera literaria? yo la veo recontra plana.
Hace unos años, en plena clase de Literatura Univrsal, me parece, conversábamos con el profesor del curso acerca de las corrientes literarias y la vanguardia con sus diferentes escuelas; leíamos textos de Byron,Blake,Baudelaire, Vallejo, Huidobro, Neruda, Paz y tratábamos de explicar las características particulares de la poética de cada uno de ellos en relación a su época y su tendencia, tratando de encasillarlos en una escuela o corriente específica; fue entonces cuando un tipejo del aula, compañero de grupos litearios y cafetines (aunque no por eso hay que negar que después se revelaría como un gran hijo de puta por situaciones que no vienen al caso), este ser se puso de pie y pidió permiso a nuestro destacado magister para leer un poema calientito, recién hecho mientras leíamos y comentábamos. Y leyó. Al terminar su lectura (era un poema pobre, efímero y sin importancia), muy suelto de huesos preguntó: ¿Y a mí en qué corriente me ubica? A lo que el profesor, muy sonriente y como para darle sabor a esa mañana de verano hastante respondió: Yo te pondría en la corriente eléctrica. Luego de esto las risas serían interminables.
Justo me has hecho recordar este suceso al leer "¿Y YO?". Claro, en tu caso es diferente la cosa, porque tú eres un intelectual. De eso no hay duda. El amigo de quien hablaba parece que se quedó en la corriente que le atrubuyera el profesor, pues nunca más dio señales de vida, y ya son más de diez años de eso.
Triste anécdota esa del profesor ninguneador. En el contexto de un aula, no se trata de basurear a un alumno, por malo que sea su producción literaria. El profesor no asumió su labor de pedagogo.
Te felicito Gustavo, excelente post. Más de uno de tus "enemigos" quisiera escribir algo como esto. Saludos cordiales,
Eduardo Salazar
Divertido pero antipedagógico.
:D
Va en contra de cualquier intento de impulsar el cultivo de la actividad intelectual. Tras lo ocurrido, ¿qué opinión tendrá el alumno sobre la literatura y el ejercicio de la docencia?
Y encima, hay quien celebra...
Ahora resulta que para Faveron, Thays es apolitico, desideologizado
“Iván Thays siempre me ha resultado inescrutable en términos ideológicos: sospecho que es lo más cercano que conoceré en mi vida a una criatura apolítica”
Decir eso es tan absurdo como señalar que por leer y citar a autores marxistas como Antonio Gramsci, György Lukács, Mikhail Bakhtin, Walter Benjamin, Raymond Williams, Terry Eagleton, Fredric Jameson, Pierre Bordieu, Louis Althusser lo vuelven a él en uno, que es como decir que por trabajar por eleccion y afinidad con el maoista Piglia lo haga ser uno. No se sostiene. Faveron no hace lectura marxista de textos.
Como un marxista puede decir que exista en la vida social una criatura “apolitica”? Y ademas Thays!
Querido Anónimo: parece que leyeras una palabra sí y otra no. Mi texto dice que Iván me resulta inexcrutable políticamente y que "sosepecho" que es "lo más parecido" que puede haber a una criatura apolítica. Te explico: cuando dices que X es lo más parecido a Y que puede conocerse, estás diciendo que no se puede conocer a Y. En otras palabras, yo estoy diciendo que no se puede encontrar a alguien que sea de verdad apolítico... Ahora, si tú crees que nadie puede ser más o menos apolítico que otros es problema tuyo. Decir, por ejemplo, que Jorge del Prado y Emilio Adolfo Westphalen fueron igualmente políticos es el tipo de truísmo que a fuerza de ser evidente, no dice nada interesante. Pero a juzgar por tu mensaje, parece que a ti no te molesta el no decir nada interesante.
Enrique (Ríos):
Genial la anécdota de la corriente eléctrica.
Ahora, ¿cuál fue la crueldad mayor? ¿La lectura del alumno o el juicio del profesor?
Sin el dictamen del profesor nos hubiéramos quedado sin una magnífica anécdota. Lo del alumno fue algo totalmente intrascendente.
Saludos cordiales desde Colonia
Dado el hecho de que un profesor ocupa una posición de guía y apoyo al educando, ningún acto suyo puede ser intrascendente.
Tampoco puede ser intrascendente ningún alumno, ninguna persona. Si vamos a dar por descontado que un profesor puede humillar a un alumno de esa forma, y además considerarlo gracioso, no nos extrañemos por las nuevas generaciones que egresan de los colegios sin la menor aptitud para la vida intelectual.
No es extraño que nos parezca gracioso -por que es gracioso-, lo raro es que de inmediato no nos venga la reflexión, casi automática, de que de un profesor se espera más.
Eres un bloger
Pues sí, de un profesor se debe esperar más, sobre todo de un profesor de escuela, que es la primera figura intelectual con la que nos relacionamos todos.
No sé si creerte cuando dices que eres un socialista moderno o "de nuestro tiempo"; pero al declararte socialista, ya entiendo por qué te arañas cuando algunas personas dicen que existe "una izquierda caviar".
Quién lo diría! Ahora que me he aficionado a leerte (a mi retorno me impuse no leer blogs) me descubro una cierta afinidad de pensamiento, o quizá, de actitud con el puente aéreo. Y ello, sin considerarme marxista ni entusiasta del capitalismo liberal. Nunca me ha preocupado el lugar que pudiera ocupar en la "literatura peruana" sino qué tanto lugar ocupa la poesía en mí. Los santones peruanos de la política-moral se erigen sobre pedestales de cartón piedra y en ese coro angélico se confunden semidioses de todas las ideologías. Hace mucho constaté que la "cleptocracia homicida de Fujimori" (como tú la llamas)no la fundó éste sino que le precede de casi un siglo, y me preocupa que el chivo expiatorio que ahora encarna, esté permitiendo el blanqueo, la huida y la dudosa conversión de los señeros apóstatas. Pero es refrescante un lugar así, casi confesional, valiente, de reflexión. Merci monsieur!
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