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¿Por qué? Para comenzar, porque no se trata de un caso aislado: Bedoya Ugarteche tiene suficientes textos publicados como para acaparar el top 100 de la categoría, y en ellos hay desde llamados al exterminio de pueblos indígenas hasta especulaciones sobre la inferioridad de ciertos grupos étnicos.
En segundo lugar, porque sus columnas no aparecen en un oscuro volante fascistoide, ni en circulares precarias, ni en un medio de comunicación arrimado a la extraligalidad o a los márgenes de la vida social peruana: aparecen en un medio de circulación nacional, con una larga tradición, con un nombre reconocible y con una consistente lectoría, el diario Correo.
En tercer lugar porque, contra lo que uno querría suponer, el diario Correo no siempre ha guardado una postura saludablemente distinta de las bravuconadas racistas de Bedoya Ugarteche. Por el contrario, todos recordamos también los comentarios racistas colocados en primera plana por Aldo Mariátegui, director del periódico.
Por otra parte, nuestra alarma debería aumentar si consideramos que Bedoya Ugarteche, pese a ser una notoria oveja negra, más o menos excepcional en el mundo de los columnistas de la prensa diaria, no deja de representar la mirada racista de un sector identificable de la población.
El Comercio entrevista hoy a Bedoya Ugarteche y, en su titular, observa que éste se niega a retirar lo que el periódico llama los "duros calificativos" con que se refirió en el artículo a los nativos de Bagua. En el cuerpo del texto, el diario se refiere a todo este escándalo como una "polémica".
Dos precisiones: una polémica es un cruce de opiniones, ideas o puntos de vista debatibles, atendibles, defendidos racionalmente, acaso conducentes a algún tipo de conclusión o, al menos, al afinamiento de una argumentación. Lo de Bedoya Ugarteche no es polémico, es insostenible, abusivo y retrógrado; y la elección de su artículo tampoco es polémica: es una mancha inequívoca en la realidad de la prensa peruana.
Y lo otro es que lo de Bedoya Ugarteche no fueron "duros calificativos". El artículo en cuestión, que publicó en Correo el 13 de junio del 2009, concluía con esta frase: "No sé qué espera Alan que no prepara a su FAP con todo el napalm necesario". Eso, según yo lo entiendo, no es un "duro calificativo". Es una convocatoria al asesinato masivo, y a una forma muy particular del asesinato masivo: el genocidio.
¿Hasta cuando seguirá Aldo Mariátegui cobijando esa bajeza en su diario, dándolas a leer a todos quienes compran Correo, permitiéndole una trinchera y una tribuna a lo más oscuro del prejuicio racista peruano? ¿Es en nombre de la libertad que publica convocatorias al homicidio?